(215) Como hemos visto, cuando los indios
mataban a algún español al que cogían desprevenido o indefenso, la réplica era
durísima. Recordemos que, en este caso concreto, todo derivó de la muerte que
le dieron a Pedro Martín de Moguer al dirigirse a su encomienda, y el final del
episodio no pudo ser más trágico. No se priva Cieza de aprovechar otra
salida de castigo similar para
(pasándose de comprensivo) dar a entender que los españoles no deberían tomar
represalias: “Entonces llegó la noticia de que los indios de Condesuyo (una de las cuatro partes del imperio inca,
al oeste del Cuzco) habían muerto a un Juan Becerril. Juan Pizarro
determinó partir para castigarlos, sin mirar que lo que hacían los indios era
matar a sus enemigos”.
Como Hernando Pizarro estaba en la Ciudad
de los Reyes y partirá pronto hacia el Cuzco, donde, por exceso de confianza, va a provocar una
nueva escapada de Manco Inca, convendrá ver los acontecimientos desde el punto
de vista de tres cronistas, Cieza, Pedro Pizarro e Inca Garcilaso de la Vega.
Según Cieza, Hernando Pizarro les pidió a los
españoles de la ciudad que fueran generosos con el emperador Carlos V porque
tenían la obligación de hacerle algún presente. Muchos no estaban por la labor
ni creían que fuera Hernando el más indicado para pedir eso: “Murmuraban de
estos dichos diciendo que Hernando Pizarro quería ganar a costa de sus
haciendas la gracia del rey, a quien bastaba pagarle los quintos, que ya eran
muy grandes. Quejábanse también de que Hernando Pizarro había dicho que había
de traer de España grandes mercedes para los conquistadores, y no veían sino el
hábito de Santiago que él traía en el pecho, aunque no hablaban de esto en su
presencia porque, para conseguir dineros, no le querían desagradar”. Francisco
Pizarro comenzó a fundir el oro y la plata, y estando de acuerdo con la idea de
su hermano, consiguió que todos aportaran una cantidad extra para el rey además
del preceptivo quinto.
Las piezas de la rebelión definitiva de
Manco Inca van a ir encajando al hilo de lo que nos cuenta Cieza: “Llegó en
este tiempo noticias de que salió de Jauja un tío de Manco Inca llamado Tizo (Yupanqui) haciendo daño en la zona de Tamar y Bombón. Pizarro mandó
a un vecino llamado Cervantes que fuese a le prender. Súpolo Tizo y apartose a
los Andes a se esconder en la espesura de la montaña, enviando mensajeros a su
sobrino Manco Inca para que, en cuanto pudiera salir de entre las manos de los
cristianos, hiciese junta de gente para les dar guerra”.
Fue entonces cuando Hernando Pizarro
partió para el Cuzco y también iba con la intención de conseguir que los
españoles que allí se encontraban entregaran la misma ‘propina’ para el
emperador que les había sacado a los de la Ciudad de los Reyes. A Pizarro le
encantó la idea e incluso, con el fin de que tuviese más fuerza ante los
vecinos para lograr el objetivo, le confió el mando de la ciudad, ostentado hasta
entonces por Juan Pizarro.
(Imagen) Durante muchos años no habrá paz
en Perú. Empieza ahora la rebelión de Manco Inca. Va a morir pronto Juan
Pizarro. Luego Almagro y, enseguida, Francisco Pizarro poco después de que Hernando
Pizarro saliera para España, donde será condenado a veinte años de prisión.
Seguirá la guerra civil con Gonzalo Pizarro, que muere en 1548. Y no
acabará hasta que Francisco Hernández
Girón sea ejecutado en 1554. (Lo habría contado muy bien Shakespeare). El
primero que movió ficha contra los españoles fue Tizo Yupanqui, tío de Manco
Inca, pero sus escaramuzas terminaron siendo ajusticiado al mismo tiempo que el
sumo sacerdote Villahoma. Como nos cuenta Cieza, cuando Tizo empezó a molestar,
Pizarro le encargó a MELCHOR DE CERVANTES que lo sometiera, pero el inca huyó a
las montañas. Poco se sabe de Cervantes, otro héroe casi anónimo. Escarbando en
los archivos digitales del Estado, aparecen solamente estos dos melancólicos documentos
fechados en 1550: 1.- “Real Cédula al presidente y oidores de la Audiencia de
Lima para que envíen a la Casa de la Contratación de Sevilla los bienes de
Melchor de Cervantes, hijo de Francisco de Gante y María Alonso de Cervantes,
difunto en Trujillo (Perú), según demanda de su madre, vecina de Trujillo (España)”. 2.- “Autos sobre los bienes de
los siguientes difuntos: Martín Hernández, Juan Rodríguez de Montemolín, Luis Zazo, Francisco Martín, Diego Berdejo,
Francisco Gallego y Melchor de Cervantes”. Melchor murió en Arequipa (Perú), su
residencia, y los otros seis en el Trujillo peruano. Francisco Pizarro era poco
dado a dejar recuerdos de su nombre; solo lo hizo en memoria de su pueblo
natal, de donde también era MELCHOR DE CERVANTES.
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