sábado, 17 de febrero de 2018

(Día 620) Tras partir Almagro, Manco Inca prepara una sublevación general de los indios. Cieza recoge la arenga con la que enardeció a los caciques. Después Manco huyó del Cuzco. Enterado Juan Pizarro, saquea su casa.


     (210) Nos vamos a encontrar con el comienzo de grandes dificultades en la ciudad del Cuzco porque Manco Inca, decepcionado por no obtener lo que esperaba de los españoles, empezó a crear serios problemas: “Habiendo quedado como Teniente y Justicia Mayor del Cuzco Juan Pizarro, hermano del Gobernador, estaba en la ciudad Manco Inca, a quien Pizarro ayudó para que tuviera la borla (símbolo del poder imperial), y al que los naturales le estimaban y tenían en mucho como a verdadero señor suyo. Habiendo pasado algunos días desde que Almagro era partido, Manco Inca mandó llamar secretamente a muchos de los señores de las provincias de Condesuyo, Andesuyo, Collasuyo y Chinchasuyo (las cuatro partes del Tahuantinsuyo, el imperio inca), los cuales vinieron disimuladamente, y se hicieron grandes fiestas entre ellos y los orejones; y estando todos juntos, Manco Inca les habló”.
     Aunque, sin duda, Cieza elabora la arenga, parece ser que el contenido era básicamente cierto porque tuvo un informante creíble: “Alimache, que era un criado de Manco Inca, y lo es ahora de Juan Ortiz de Zárate, me contó lo que dijo, y es de buena memoria y agudo juicio”. Manco Inca recordó a sus oyentes la gloria del perdido pasado en contrate con la miseria del presente y los vicios y abusos de los españoles: “Trátannos como perros, no han dejado templo ni palacio sin robar, tienen a las hijas de mi padre y a otras señoras hermanas vuestras como mancebas, y lo hacen bestialmente. Mataron a Atahualpa sin razón; hicieron lo mismo de su capitán general Caracuchima; a  Rumiñahui y a Zopezopagua los han matado en Quito con fuego, para que las ánimas se quemen con los cuerpos y no puedan ir a ganar el cielo. No será cosa justa que tal consintamos, sino que hemos de procurar con toda determinación  morir o matar a estos enemigos tan crueles. De los que fueron con el otro tirano, Almagro, no hagáis caso, porque Paullo y Villahona llevan encargo de levantar la tierra para los matar”.
     Manco Inca encendió los ánimos: “Los que le oyeron comenzaron a llorar, respondiendo: ‘Que el sol y los dioses sean en tu favor para que nos libres del cautiverio que nos ha venido: ¡todos moriremos por servirte!’. Dichas estas palabras, Manco Inca decidió salir del Cuzco disimuladamente para ponerse en lugar seguro donde todos se juntasen. Pero algunos anaconas (indios al servicio de los españoles) que lo supieron, se lo dijeron a Juan Pizarro, y aunque no lo creyó enteramente, mandó a los anaconas más fieles que estuviesen en vela y le diesen aviso si ciertamente Manco Inca quisiese ausentarse. Pasados algunos días, no pudiendo reposar Manco Inca, salió de la ciudad en ricas andas, conforme a la dignidad real. Cuando lo supieron los veladores, ya había partido, y se lo dijeron a Juan Pizarro, que estaba jugando a los naipes. Tomó su espada y su capa y fue a la casa de Manco Inca, donde vio que era cierto lo que le habían dicho, y saqueó las grandes riquezas de oro y plata que el inca tenía, que fue robo notable, con mucho del cual se quedaron los anaconas”. No se priva Cieza de censurarlo.
    
     (Imagen) En la Historia se dan extrañas coincidencias. El increíble Alejandro Magno tuvo como preceptor a un gran genio, Aristóteles. Dos parientes próximos, Cortés y Pizarro, conquistaron las grandes civilizaciones de América. Y los paralelismos entre sus campañas fueron muy abundantes. Moctezuma y Atahualpa cayeron de la misma manera, arrastrando consigo sus imperios. Tanto en México como en Perú, se produjo un último coletazo de resistencia acaudillado por un miembro de la realeza que lo pagó con su vida. Los héroes fueron el mexicano Cuauhtémoc y el peruano Manco Inca. No deja de ser otra casualidad que uno de los grandes cronistas de la ocupación de Perú sea Inca Garcilaso, un mestizo hijo del importante capitán español Sebastián Garcilaso de la Vega y de la princesa Isabel Chimpu, prima del rebelde Manco Inca. Y lo escribió, no con el corazón dividido, sino con dos corazones, porque amó profundamente ambas culturas, aunque se integrara plenamente en la cristiana. Vivió de niño en el Cuzco. Manco Inca estaba en esa capital sagrada del inmenso imperio cuando, harto de verse engañado por las promesas de poder que le hicieron los españoles al entronizarlo, estalló de rabia e inició la gran rebeldía contra el invasor arengando a su pueblo con las arrebatadas palabras que recoge Cieza. Pero hubo una importante diferencia con México. Cuauhtémoc fue el último obstáculo para la ocupación definitiva. Pizarro tenía ya la conquista hecha y el fuego apagado, cuando surgió un nuevo pirómano que estuvo a punto de arrasar a los españoles, MANCO INCA.



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