(210) Nos vamos a encontrar con el
comienzo de grandes dificultades en la ciudad del Cuzco porque Manco Inca,
decepcionado por no obtener lo que esperaba de los españoles, empezó a crear
serios problemas: “Habiendo quedado como Teniente y Justicia Mayor del Cuzco
Juan Pizarro, hermano del Gobernador, estaba en la ciudad Manco Inca, a quien
Pizarro ayudó para que tuviera la borla (símbolo
del poder imperial), y al que los naturales le estimaban y tenían en mucho
como a verdadero señor suyo. Habiendo pasado algunos días desde que Almagro era
partido, Manco Inca mandó llamar secretamente a muchos de los señores de las
provincias de Condesuyo, Andesuyo, Collasuyo y Chinchasuyo (las cuatro partes del Tahuantinsuyo, el
imperio inca), los cuales vinieron disimuladamente, y se hicieron grandes
fiestas entre ellos y los orejones; y estando todos juntos, Manco Inca les
habló”.
Aunque, sin duda, Cieza elabora la arenga,
parece ser que el contenido era básicamente cierto porque tuvo un informante
creíble: “Alimache, que era un criado de Manco Inca, y lo es ahora de Juan
Ortiz de Zárate, me contó lo que dijo, y es de buena memoria y agudo juicio”.
Manco Inca recordó a sus oyentes la gloria del perdido pasado en contrate con
la miseria del presente y los vicios y abusos de los españoles: “Trátannos como
perros, no han dejado templo ni palacio sin robar, tienen a las hijas de mi
padre y a otras señoras hermanas vuestras como mancebas, y lo hacen bestialmente.
Mataron a Atahualpa sin razón; hicieron lo mismo de su capitán general
Caracuchima; a Rumiñahui y a Zopezopagua
los han matado en Quito con fuego, para que las ánimas se quemen con los
cuerpos y no puedan ir a ganar el cielo. No será cosa justa que tal
consintamos, sino que hemos de procurar con toda determinación morir o matar a estos enemigos tan crueles.
De los que fueron con el otro tirano, Almagro, no hagáis caso, porque Paullo y
Villahona llevan encargo de levantar la tierra para los matar”.
Manco Inca encendió los ánimos: “Los que
le oyeron comenzaron a llorar, respondiendo: ‘Que el sol y los dioses sean en
tu favor para que nos libres del cautiverio que nos ha venido: ¡todos moriremos
por servirte!’. Dichas estas palabras, Manco Inca decidió salir del Cuzco
disimuladamente para ponerse en lugar seguro donde todos se juntasen. Pero
algunos anaconas (indios al servicio de
los españoles) que lo supieron, se lo dijeron a Juan Pizarro, y aunque no
lo creyó enteramente, mandó a los anaconas más fieles que estuviesen en vela y
le diesen aviso si ciertamente Manco Inca quisiese ausentarse. Pasados algunos
días, no pudiendo reposar Manco Inca, salió de la ciudad en ricas andas,
conforme a la dignidad real. Cuando lo supieron los veladores, ya había
partido, y se lo dijeron a Juan Pizarro, que estaba jugando a los naipes. Tomó
su espada y su capa y fue a la casa de Manco Inca, donde vio que era cierto lo
que le habían dicho, y saqueó las grandes riquezas de oro y plata que el inca
tenía, que fue robo notable, con mucho del cual se quedaron los anaconas”. No
se priva Cieza de censurarlo.
(Imagen) En la Historia se dan extrañas
coincidencias. El increíble Alejandro Magno tuvo como preceptor a un gran
genio, Aristóteles. Dos parientes próximos, Cortés y Pizarro, conquistaron las
grandes civilizaciones de América. Y los paralelismos entre sus campañas fueron
muy abundantes. Moctezuma y Atahualpa cayeron de la misma manera, arrastrando
consigo sus imperios. Tanto en México como en Perú, se produjo un último
coletazo de resistencia acaudillado por un miembro de la realeza que lo pagó
con su vida. Los héroes fueron el mexicano Cuauhtémoc y el peruano Manco Inca.
No deja de ser otra casualidad que uno de los grandes cronistas de la ocupación
de Perú sea Inca Garcilaso, un mestizo hijo del importante capitán español
Sebastián Garcilaso de la Vega y de la princesa Isabel Chimpu, prima del
rebelde Manco Inca. Y lo escribió, no con el corazón dividido, sino con dos
corazones, porque amó profundamente ambas culturas, aunque se integrara
plenamente en la cristiana. Vivió de niño en el Cuzco. Manco Inca estaba en esa
capital sagrada del inmenso imperio cuando, harto de verse engañado por las
promesas de poder que le hicieron los españoles al entronizarlo, estalló de
rabia e inició la gran rebeldía contra el invasor arengando a su pueblo con las
arrebatadas palabras que recoge Cieza. Pero hubo una importante diferencia con
México. Cuauhtémoc fue el último obstáculo para la ocupación definitiva.
Pizarro tenía ya la conquista hecha y el fuego apagado, cuando surgió un nuevo
pirómano que estuvo a punto de arrasar a los españoles, MANCO INCA.
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