sábado, 24 de marzo de 2018

(Día 650) Los indios de servicio muestran afecto hacia los españoles consiguiéndoles comida. Ya habían muerto 30 españoles y muchos estaban heridos. Salen contra los indios, pero Manco Inca lo aprovecha para atacar con otros guerreros en el Cuzco.



     (240) Inca Garcilaso, a quien hay que concederle un voto de confianza porque fue hijo de dos mundos, el inca y el español, comenta una actitud de aprecio y generosidad por parte de los indios que servían a los españoles: “Aquellos conquistadores pasaron gran aprieto y peligros en aquel cerco, donde la mucha diligencia que ponían para buscar de comer no los librara de muerte de hambre si los indios que tenían como domésticos no los socorrieran como buenos amigos. Pues, dando a entender que renegaban de sus amos, se pasaban a los indios enemigos y andaban con ellos de día simulando que peleaban contra los españoles,  volviendo a la noche adonde ellos con toda la comida que podían traer. Pero llegó el peligro a tanto que, a los doce días del cerco, andaban ya los españoles muy fatigados, y también sus caballos. Habían ya muerto treinta cristianos y estaba heridos casi todos, sin tener con qué curarse. No esperaban socorro de parte alguna, sino del cielo, adonde enviaban sus gemidos y oraciones. Los indios, habiendo notado que la noche que quemaron toda la ciudad no habían podido quemar el cobertizo donde se habían alojado los españoles, fueron a él a quemarlo del todo. Pegáronle fuego muchas veces y a todas horas, pero nunca pudieron salir con su intención, y se admiraban, no sabiendo cuál era la causa. Decían que el fuego había perdido su fuerza contra aquella casa porque los españoles  habían vivido en ella, considerándolos Viracochas, protegidos de los dioses”.
     Escuchemos la versión del cronista Pedro Pizarro, que tiene el valor añadido de haber sido uno de los que estuvieron viviendo aquella desesperación: “Sabiendo Hernando Pizarro que, por orden de Manco Inca, se estaban juntando muchos indios en Yucay, mandó a su hermano Juan Pizarro que tomase sesenta de a caballo y que fuese a desbaratar aquella gente. Y después que fuimos, de la otra parte de un río muy grande que allá se encuentra estaban unos diez mil indios de guerra, creyendo que no podríamos pasarlo. Juan Pizarro mandó que nos echásemos a nado con los caballos, yendo él delante. Pasamos el río, dimos en los indios y los desbaratamos, retirándose en unos cerros altos”.
     Pero Manco Inca tenía una doble y hábil estrategia. No solo preparó una multitud de indios en Yucay, sino que al mismo tiempo, previendo que los españoles saldrían para entablar la batalla, envió parte de sus tropas a  iniciar  el cerco de un  Cuzco peor defendido: “Hernando Pizarro nos mandó aviso para llamarnos con mucha prisa porque venía mucha gente sobre el Cuzco. Cuando volvimos hallamos muchos escuadrones de gente que venían y se aposentaban por los lugares más agros de alrededor del Cuzco hasta aguardar a que llegasen todos. Y cuando llegaron se aposentaron en los llanos y en los altos, ocupándolo todo, que era tanta la gente que cubría los campos, que de día parecía un paño negro que los tenía tapados media legua alrededor de esta ciudad del Cuzco; y de noche eran tantos los fuegos, que parecía un cielo lleno de estrellas. Era tanta la gritería que había, que todos estábamos como atónitos”.

     (Imagen) DON ALONSO ENRÍQUEZ DE GUZMÁN mantenía correspondencia con personajes de la alta aristocracia,  y en sus cartas  se quejaba de la dura vida de Indias. Para colmo, llegó al Cuzco en el peor momento. No se anda con eufemismos al contarlo: “Llegué al Cuzco fatigado del luengo y áspero camino, y mal provisto, porque era menester ir a ‘ranchear’ (para que mejor lo entendáis, a hurtar a los indios lo que habíamos de comer). Los cuales me mataron un esclavo que me costó 600 castellanos. Y los indios se alzaron cuando yo llegué al Cuzco, porque lo permitió Dios  por nuestros pecados o porque los españoles les trataban muy mal, atormentándolos para sacarles oro y plata. En una de las batallas matamos a gran número de indios, y ellos nos mataron a nuestro capitán Juan Pizarro, hermano del gobernador, mancebo de 25 años, y a un criado suyo. En el combate de la ciudad mataron a 4 cristianos, y más de 30 por los lugares donde estaban cobrando tributos a los indios”. Luego dice que se vio atrapado en Perú: “Había decidido volver a la tierra donde nací con no más de 15.000 castellanos de oro porque, si me quedara y cargara de más dineros, asimismo cargaría de edad, dejando de gozar la buena vida, y también de gozar y acatar a mi honrada mujer. Pero  no contentos estos indios con tenernos cercados 8 meses, nos vienen hasta setenta mil cada luna llena a tentarnos las corazas”. (La imagen muestra cómo era la giralda que conoció el sevillano DON ALONSO ENRÍQUEZ DE GUZMÁN).


No hay comentarios:

Publicar un comentario