(242) Luego nos dice el cronista qué decisión tomó Hernando Pizarro. Recordemos
que Pizarro le había otorgado a su hermano Hernando la máxima autoridad en el
Cuzco, por lo que zanjó la cuestión dando una orden que iba a resultar muy
acertada: “Después de algunas juntas que se habían hecho, Hernando Pizarro
acordó que se fuese a tomar la fortaleza,
porque antes de que los indios la ocuparan no se entendió el daño que
desde allí nos harían. Acordado esto, se puso por obra mandando a los de a
caballo que nos preparásemos con las armas para ir a tomarla, y a Juan Pizarro,
su hermano, que fuese por caudillo de
los demás capitanes ya dichos, quedándose Hernando Pizarro en el Cuzco con la
gente de a pie, todos recogidos en la casa en la que él vivía. Y un día antes
de la partida, sucedió que los indios tiraron una piedra grande a un soldado
que se decía Pedro del Barco, y acertándole en la cabeza, dieron con él en
tierra sin sentido, y viéndolo Juan Pizarro, que estaba cerca, arrojose a favorecerle,
y entonces le dieron una gran pedrada en la quijada, de la que estuvo
lastimado. He querido decir esto para lo que adelante contaré de él”. Pedro
Pizarro lo resalta porque lo ocurrido le va a traer fatales consecuencias a
Juan Pizarro, tan valioso y bravo como sus hermanos, pero cuya biografía va a
quedar trágicamente truncada.
Es el momento de enlazar otra vez con Inca
Garcilaso para que nos hable de la segunda ‘ayuda divina’ que ocurrió durante
el cerco del Cuzco. Como vimos, los indios seguían intentando incendiar el
cobertizo en el que estaban los españoles, sin conseguirlo, lo que le da pie al
cronista para encontrar de nuevo una explicación milagrosa: “Pero los
españoles, viéndose tan apretados, determinaron morir todos como esforzados en
un solo día peleando y no aguardando a morir de hambre, o que los indios los
matasen cuando no pudiesen ya sostener las armas”. O sea, morir matando. Y sale
a flote la vena heroica y al mismo tiempo profundamente religiosa de aquellos
hombres: “Con este acuerdo se prepararon para salir a luchar cuando los indios
los acometiesen y hacer lo que pudiesen hasta morir. Los que pudieron (cuando
los indios aflojaban) se confesaron con tres sacerdotes que tenían; los demás
se confesaban unos a otros, y todos llamaban a Dios y a los santos de su
devoción para morir como cristianos”.
Así como los cronistas apenas mencionan a
los indios de servicio y a los esclavos negros que tanto sufrían en las
campañas, tampoco se suelen acordar de los religiosos, puesto que los
protagonistas principales de ‘la película’ eran los conquistadores. Pero una
derrota en la batalla suponía, no solo la ejecución inmediata de los soldados,
sino también de los pocos religiosos que siempre los acompañaban, ya fueran
clérigos o frailes de convento. Ya vimos que fray Vicente de Valverde (el que
se jugó el tipo hablando con Atahualpa en Cajamarca) fue masacrado junto a un
grupo de españoles, por los habitantes de la isla Puná, cuando era obispo e
incluso ejercía el humanitario cargo de Protector de los Indios. Aunque los
había avariciosos de riquezas, sobre todo entre los clérigos, su misión
evangelizadora merece que se les reconozca un estatus de heroicos mártires.
(Imagen) Ya conté algo de la valentía de
PEDRO DEL BARCO. Hoy le vemos quedar desvanecido por una fuerte pedrada de los
indios que cercaban el Cuzco. También mencioné que, cuando Gonzalo Pizarro se
rebeló abiertamente contra el Emperador, se pasó al bando del virrey Pedro de
la Gasca. Quizá influyera el ser casi paisanos, puesto que este había nacido en
el Barco de Ávila, lugar de donde procedía el apellido del conquistador.
Aunque, en realidad, ni amistades ni parentescos resistieron el huracán
destructivo de las guerras civiles. Pedro del Barco fue derrotado por Gonzalo
Pizarro, y ejecutado por Francisco de Carvajal, el “Demonio de los Andes”. La
imagen muestra parte del documento en el que el todavía príncipe Felipe II comunica
que en la Casa de la Contratación de las Indias de Sevilla “Gonzalo Pérez del
Barco, como hermano de Pedro del Barco, difunto en Perú, ha presentado cierta
demanda contra Gonzalo Pizarro y Francisco de Carvajal, diciendo ser culpados
en la muerte del dicho Pedro del Barco y en el robo de sus bienes, que eran más
de cincuenta mil pesos de oro”. El demandante también pide que se interrogue a
ciertos testigos que han venido de Perú. Pero se ve que el pleito era antiguo,
porque Gonzalo Pizarro y Francisco de Carvajal
habían sido decapitados juntos cuatro año antes, el día diez de abril de
1548. La reclamación siguió contra Hernando Pizarro, que había cambiado
(forzosamente) su trepidante vida militar por largas batallas judiciales.
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