sábado, 3 de marzo de 2018

(Día 632) Todos los cronistas coinciden en que la travesía de los nevados Andes por Almagro y sus hombres fue un horror, sobre todo para los indios que los acompañaban. Llegan a Copayapo y son bien tratados por los indios gracias a la amistad de los españoles con Paullo Inca y el sumo sacerdote Villahoma.


     (222) Inca Garcilaso ha señalado el grave error de Almagro al escoger la ruta hacia Chile y Cieza hace referencia a las dificultades que van a encontrar los españoles. Como buen capitán, Almagro decidió ir con algunos por delante, con la intención de que, si atravesaban la nieve y encontraban provisiones, pudieran enviárselas a la retaguardia: “El austro ventaba tan recio que ni sentían narices ni orejas, llevando los pies como el carámbano, y si alzaban los ojos, se los quemaba la nieve, de la cual caía tanta que era cosa de espanto. Al tercer día, salieron de aquel tormento tan fatigados como el lector puede imaginar. Llegaron a un valle donde fueron muy bien recibidos de sus moradores, a los cuales les habló Almagro amorosamente, rogándoles que saliesen a ayudar a los españoles que venían. Con mucha alegría, los buenos hombres dijeron que lo harían y salieron con provisiones”.
     También Inca Garcilaso, y con más detalle, cuenta el horror de aquella travesía, aunque, sin duda, exagerando mucho la cifra de los muertos, pero aporta datos interesantes, como la valiosa influencia de Paullo y Villahoma para que los indios trataran bien a los españoles, ya que seguían confiando en que reconocerían a Manco Inca como verdadero emperador: “A pocas jornadas de caminar por la sierra, se arrepintieron de no haber tomado la otra ruta. No podían caminar por la mucha nieve, que a veces la apartaban a base de brazos. Empezaron a faltar los bastimentos. Se helaron muchos españoles y negros e indios, y muchos caballos. Los indios llevaron la peor parte por la poca ropa que visten. De quince mil que iban, se helaron más de diez mil (!), y aun de los españoles murieron más de ciento cincuenta (!). Yo conocí uno de ellos, que se llamaba Jerónimo Costilla, natural de Zamora. Perdieron el fardaje porque se murieron los indios que lo llevaban”.
     Explica Inca Garcilaso que, cuando atravesaron la sierra,  Almagro y los suyos llegaron a un lugar llamado Copayapo (Cieza también nos dará su versión) donde fueron muy bien recibidos por los indios, ya que eran incas. Los problemas los tendrán con otros nativos de tribus rebeldes: “Paullo y Villahoma les contaron a los capitanes y caciques de aquellos indios lo sucedido entre Huáscar y Atahualpa, y cómo los españoles lo mataron a este en venganza de la muerte de su rey (Huáscar) y de toda su real familia, y que al presente tenían en su poder al Príncipe Manco Inca, legítimo heredero de aquel imperio, y que le trataban con mucho respeto y honra y con grandes promesas de restituirle en su alteza y majestad. Y que, por tanto, estaban todos los indios obligados a servir a los españoles, de manera que con sus servicios les obligasen a cumplir la promesa de la restitución del imperio,  siendo el mayor regalo que les podían hacer darles mucho oro, plata y piedras preciosas, porque eran muy amigos de estas cosas, y su príncipe Manco Inca se daría por muy servido de ello. Los indios de Copayapo se alegraron mucho con la esperanza de la restitución del imperio, y aquel mismo día juntaron más de doscientos mil ducados de oro que tenían retenidos para los presentes que solían hacer a sus emperadores, pues dejaron de enviárselos por esperar a saber cuál de los dos, Huáscar o Atahualpa, quedaría por señor en la guerra que tuvieron”.

     (Imagen) Almagro y sus hombres se quedaron mudos al ver la nevada mole que habían de atravesar: silenciosos y angustiados, pero sin el menor pensamiento de dar la vuelta, porque eso no cabía en el comportamiento de un ‘conquistador’. Fue otro ejemplo de la DETERMINACIÓN de aquellos hombres, aunque quienes pagaban el mayor precio eran los indios que les acompañaban. En algún lugar dice Cieza que, en general, eran menos resistentes, pero también contaba el hecho de ir cargados y no tan abrigados como los españoles. Esa ‘debilidad’ y las leyes de protección a los indios fomentaron la importación de esclavos negros. Ya vimos la catástrofe que sufrieron los españoles y los nativos que iban con Pedro de Alvarado atravesando la misma cordillera nevada de los Andes pero muy lejos de allí, en la zona de Quito. En todas las historias de las Indias se repiten las escenas en las que hay que superar un obstáculo que causará muertos. Jamás se detuvieron: bastaba con que algunos sobrevivieran. Con ese mismo espíritu de apostar a la ruleta rusa, lo iniciaron todo Colón y sus hombres el día tres de agosto de 1492 cuando partieron del puerto de Palos (Huelva). Así fue como los españoles pudieron ocupar el continente entero y establecer en él un número asombroso de ciudades en poco más de cincuenta años.



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