(222) Inca Garcilaso ha señalado el grave
error de Almagro al escoger la ruta hacia Chile y Cieza hace referencia a las
dificultades que van a encontrar los españoles. Como buen capitán, Almagro
decidió ir con algunos por delante, con la intención de que, si atravesaban la
nieve y encontraban provisiones, pudieran enviárselas a la retaguardia: “El
austro ventaba tan recio que ni sentían narices ni orejas, llevando los pies
como el carámbano, y si alzaban los ojos, se los quemaba la nieve, de la cual
caía tanta que era cosa de espanto. Al tercer día, salieron de aquel tormento tan
fatigados como el lector puede imaginar. Llegaron a un valle donde fueron muy
bien recibidos de sus moradores, a los cuales les habló Almagro amorosamente,
rogándoles que saliesen a ayudar a los españoles que venían. Con mucha alegría,
los buenos hombres dijeron que lo harían y salieron con provisiones”.
También Inca Garcilaso, y con más detalle,
cuenta el horror de aquella travesía, aunque, sin duda, exagerando mucho la
cifra de los muertos, pero aporta datos interesantes, como la valiosa
influencia de Paullo y Villahoma para que los indios trataran bien a los
españoles, ya que seguían confiando en que reconocerían a Manco Inca como
verdadero emperador: “A pocas jornadas de caminar por la sierra, se
arrepintieron de no haber tomado la otra ruta. No podían caminar por la mucha
nieve, que a veces la apartaban a base de brazos. Empezaron a faltar los
bastimentos. Se helaron muchos españoles y negros e indios, y muchos caballos.
Los indios llevaron la peor parte por la poca ropa que visten. De quince mil
que iban, se helaron más de diez mil (!),
y aun de los españoles murieron más de ciento cincuenta (!). Yo conocí uno de ellos, que se llamaba Jerónimo Costilla,
natural de Zamora. Perdieron el fardaje porque se murieron los indios que lo
llevaban”.
Explica Inca Garcilaso que, cuando
atravesaron la sierra, Almagro y los
suyos llegaron a un lugar llamado Copayapo (Cieza también nos dará su versión)
donde fueron muy bien recibidos por los indios, ya que eran incas. Los
problemas los tendrán con otros nativos de tribus rebeldes: “Paullo y Villahoma
les contaron a los capitanes y caciques de aquellos indios lo sucedido entre
Huáscar y Atahualpa, y cómo los españoles lo mataron a este en venganza de la
muerte de su rey (Huáscar) y de toda
su real familia, y que al presente tenían en su poder al Príncipe Manco Inca, legítimo
heredero de aquel imperio, y que le trataban con mucho respeto y honra y con
grandes promesas de restituirle en su alteza y majestad. Y que, por tanto,
estaban todos los indios obligados a servir a los españoles, de manera que con
sus servicios les obligasen a cumplir la promesa de la restitución del
imperio, siendo el mayor regalo que les
podían hacer darles mucho oro, plata y piedras preciosas, porque eran muy
amigos de estas cosas, y su príncipe Manco Inca se daría por muy servido de
ello. Los indios de Copayapo se alegraron mucho con la esperanza de la
restitución del imperio, y aquel mismo día juntaron más de doscientos mil
ducados de oro que tenían retenidos para los presentes que solían hacer a sus
emperadores, pues dejaron de enviárselos por esperar a saber cuál de los dos,
Huáscar o Atahualpa, quedaría por señor en la guerra que tuvieron”.
(Imagen) Almagro y sus hombres se quedaron
mudos al ver la nevada mole que habían de atravesar: silenciosos y angustiados,
pero sin el menor pensamiento de dar la vuelta, porque eso no cabía en el
comportamiento de un ‘conquistador’. Fue otro ejemplo de la DETERMINACIÓN de
aquellos hombres, aunque quienes pagaban el mayor precio eran los indios que
les acompañaban. En algún lugar dice Cieza que, en general, eran menos
resistentes, pero también contaba el hecho de ir cargados y no tan abrigados
como los españoles. Esa ‘debilidad’ y las leyes de protección a los indios
fomentaron la importación de esclavos negros. Ya vimos la catástrofe que
sufrieron los españoles y los nativos que iban con Pedro de Alvarado
atravesando la misma cordillera nevada de los Andes pero muy lejos de allí, en
la zona de Quito. En todas las historias de las Indias se repiten las escenas
en las que hay que superar un obstáculo que causará muertos. Jamás se
detuvieron: bastaba con que algunos sobrevivieran. Con ese mismo espíritu de
apostar a la ruleta rusa, lo iniciaron todo Colón y sus hombres el día tres de
agosto de 1492 cuando partieron del puerto de Palos (Huelva). Así fue como los
españoles pudieron ocupar el continente entero y establecer en él un número
asombroso de ciudades en poco más de cincuenta años.
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