(232) Almagro siguió con sus hombres
explorando hacia el sur, y a medida que
avanzaba, se iba convenciendo de que se desvanecían las posibilidades de
encontrar grandes riquezas o poblados importantes. Fue entonces cuando cogió fuerza
poco a poco la idea de volverse al
Cuzco. Ya vimos (porque Inca Garcilaso se nos ha adelantado en la narración de
los acontecimientos) que la decisión definitiva la tomaron los españoles cuando
llegó Juan de Rada con el documento que establecía el límite de separación de las
gobernaciones de Pizarro y Almagro, temerariamente interpretado por este y toda
su tropa, cegados por la euforia.
A pesar de las malas expectativas, no
abandonaron la exploración, esperando un golpe de fortuna. Siguieron avanzando
incasables. Hasta se atrevieron a enviar algunos hombres por mar reparando
precariamente la desvencijada nave en la que habían llegado Ruy Díaz y el hijo
de Almagro. En ella partieron setenta hombres y un capitán con la orden de
navegar hasta el estrecho de Magallanes. Otra expedición, compuesta de setenta
jinetes y veinte de a pie, fue hacia el sur bajo el mando de Gómez de Alvarado;
recorrieron unos 750 kilómetros durante tres meses, sin encontrar nada que
mereciera la pena. Almagro se dedicó a
explorar a fondo los valles cercanos al del Aconcagua, sin conseguir otra cosa
que aumentar su decepción. Con estos pésimos resultados la situación era
insostenible, porque, además, la tropa había crecido demasiado con los hombres
que trajo Ruy Díaz y los que acababan de llegar a Copiapó con Juan de Rada y
Orgóñez. Así que volvemos a enlazar con el momento de la decisión definitiva,
que mostró quizá falta de verdadera determinación en aquella campaña, porque
pocos años después Pedro de Valdivia tuvo un éxito rotundo en su conquista de
Chile. Les pareció que nada quedaba por hacer en aquellas tierras y además les
habían llenado de euforia las noticias que trajo Rada sobre la gobernación de
Almagro. Se acabaron las dudas: DESTINO, EL CUZCO (a cualquier precio).
A pesar de que eran conscientes de que su
vuelta al Cuzco suponía tensar
peligrosamente las relaciones con
Pizarro y sus hombres, no pudieron imaginar que iban a quedar envueltos en el
torbellino sangriento de las guerras civiles. Cuando llegue el momento, veremos
que se podían haber evitado actuando con sentido común. Va a resultar tragicómico
el espectáculo de Pizarro, Almagro y sus dos bandos haciendo desesperados
intentos de resolver el asunto legalmente y sin guerra, pero tratando cada uno
de llevarse la mejor parte. Desde el principio era evidente que se iba a
imponer la ley del más fuerte y con las armas en la mano. Cualquier espectador
imparcial habría visto con claridad que, dada la impaciencia y la pasión de los
dos bandos, no querían atenerse a lo que era justo, sino a lo que más les
convenía. Querían ser juez y parte. Solo una persona podía solucionar el
conflicto: el Rey. Pero, por temor a salir perdiendo, ninguno quiso esperar,
sino aferrarse a los hechos consumados. Dejemos, pues, que, locos de
entusiasmo,
Almagro y los suyos partan
hacia el encuentro de su destino.
(Imagen) Sin la menor duda, el capitán RUY DÍAZ fue uno de los hombres de
confianza de Almagro, a quien sirvió fielmente hasta su muerte. Ahora le vemos
llegando a Chile protegiendo con mimo a
Diego Almagro el Mozo. Cuando los almagristas volvieron de Chile y se
apoderaron del Cuzco, Almagro, que también jugaba la baza de hacer una alianza
con el gran Manco Inca, cometió el error de confiarle a Ruy Díaz la envenenada
misión de ir a proponérselo. Pero el gran cacique estaba ya harto de todos los
españoles, y no solo apresó a Ruy, sino que lo sometió a un trato brutal y
vejatorio, estando a punto de que lo mataran. Antes de que ocurriera llegó el fuera
de serie Rodrigo Orgóñez con varios hombres y lo rescataron. Ese Rodrigo
Orgóñez que se hartó de decirle a Almagro que matara a Hernando Pizarro cuando
lo tenían preso, porque si no lo hacía les iba a costar muy caro a todos. Pues
no lo hizo, y les costó muy caro. En la batalla de las Salinas, los almagristas
fueron derrotados, y allí murieron Almagro, Orgóñez y Ruy Díaz. El documento de la imagen es una orden dada por
Carlos V para que Hernando Pizarro declare sobre la acusación que le hacen unos
familiares de Ruy Díaz por considerarle
responsable de su muerte. No tenían mucha razón, porque el único
ejecutado fue Almagro (lo que le costó a Hernando un largo presidio); los otros
dos, aunque se habían rendido, fueron los soldados quienes se tomaron la
revancha matándolos. El documento nos descubre que su nombre completo era RUY
DÍAZ LOBO, lo que denota una clara ascendencia portuguesa.
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