jueves, 15 de marzo de 2018

(Día 642) A pesar de las malas expectativas, Almagro hace un último intento de lograr el éxito, mandando tres expediciones por Chile, una de ellas en barco. Vuelve a fracasar, y agarrándose al sueño de consolidar su gobernación en Perú, decide volver al Cuzco.


     (232) Almagro siguió con sus hombres explorando hacia el sur,  y a medida que avanzaba, se iba convenciendo de que se desvanecían las posibilidades de encontrar grandes riquezas o poblados importantes. Fue entonces cuando cogió fuerza poco a poco  la idea de volverse al Cuzco. Ya vimos (porque Inca Garcilaso se nos ha adelantado en la narración de los acontecimientos) que la decisión definitiva la tomaron los españoles cuando llegó Juan de Rada con el documento que establecía el límite de separación de las gobernaciones de Pizarro y Almagro, temerariamente interpretado por este y toda su tropa, cegados por la euforia.
     A pesar de las malas expectativas, no abandonaron la exploración, esperando un golpe de fortuna. Siguieron avanzando incasables. Hasta se atrevieron a enviar algunos hombres por mar reparando precariamente la desvencijada nave en la que habían llegado Ruy Díaz y el hijo de Almagro. En ella partieron setenta hombres y un capitán con la orden de navegar hasta el estrecho de Magallanes. Otra expedición, compuesta de setenta jinetes y veinte de a pie, fue hacia el sur bajo el mando de Gómez de Alvarado; recorrieron unos 750 kilómetros durante tres meses, sin encontrar nada que mereciera la pena.  Almagro se dedicó a explorar a fondo los valles cercanos al del Aconcagua, sin conseguir otra cosa que aumentar su decepción. Con estos pésimos resultados la situación era insostenible, porque, además, la tropa había crecido demasiado con los hombres que trajo Ruy Díaz y los que acababan de llegar a Copiapó con Juan de Rada y Orgóñez. Así que volvemos a enlazar con el momento de la decisión definitiva, que mostró quizá falta de verdadera determinación en aquella campaña, porque pocos años después Pedro de Valdivia tuvo un éxito rotundo en su conquista de Chile. Les pareció que nada quedaba por hacer en aquellas tierras y además les habían llenado de euforia las noticias que trajo Rada sobre la gobernación de Almagro. Se acabaron las dudas: DESTINO, EL CUZCO (a cualquier precio).
     A pesar de que eran conscientes de que su vuelta al Cuzco suponía  tensar peligrosamente las relaciones  con Pizarro y sus hombres, no pudieron imaginar que iban a quedar envueltos en el torbellino sangriento de las guerras civiles. Cuando llegue el momento, veremos que se podían haber evitado actuando con sentido común. Va a resultar tragicómico el espectáculo de Pizarro, Almagro y sus dos bandos haciendo desesperados intentos de resolver el asunto legalmente y sin guerra, pero tratando cada uno de llevarse la mejor parte. Desde el principio era evidente que se iba a imponer la ley del más fuerte y con las armas en la mano. Cualquier espectador imparcial habría visto con claridad que, dada la impaciencia y la pasión de los dos bandos, no querían atenerse a lo que era justo, sino a lo que más les convenía. Querían ser juez y parte. Solo una persona podía solucionar el conflicto: el Rey. Pero, por temor a salir perdiendo, ninguno quiso esperar, sino aferrarse a los hechos consumados. Dejemos, pues, que, locos de entusiasmo,
Almagro y los suyos partan hacia el encuentro de su destino.

     (Imagen) Sin la menor duda,  el capitán RUY DÍAZ fue uno de los hombres de confianza de Almagro, a quien sirvió fielmente hasta su muerte. Ahora le vemos llegando a Chile protegiendo con mimo  a Diego Almagro el Mozo. Cuando los almagristas volvieron de Chile y se apoderaron del Cuzco, Almagro, que también jugaba la baza de hacer una alianza con el gran Manco Inca, cometió el error de confiarle a Ruy Díaz la envenenada misión de ir a proponérselo. Pero el gran cacique estaba ya harto de todos los españoles, y no solo apresó a Ruy, sino que lo sometió a un trato brutal y vejatorio, estando a punto de que lo mataran. Antes de que ocurriera llegó el fuera de serie Rodrigo Orgóñez con varios hombres y lo rescataron. Ese Rodrigo Orgóñez que se hartó de decirle a Almagro que matara a Hernando Pizarro cuando lo tenían preso, porque si no lo hacía les iba a costar muy caro a todos. Pues no lo hizo, y les costó muy caro. En la batalla de las Salinas, los almagristas fueron derrotados, y allí murieron Almagro, Orgóñez y Ruy Díaz. El  documento de la imagen es una orden dada por Carlos V para que Hernando Pizarro declare sobre la acusación que le hacen unos familiares de Ruy Díaz por considerarle  responsable de su muerte. No tenían mucha razón, porque el único ejecutado fue Almagro (lo que le costó a Hernando un largo presidio); los otros dos, aunque se habían rendido, fueron los soldados quienes se tomaron la revancha matándolos. El documento nos descubre que su nombre completo era RUY DÍAZ LOBO, lo que denota una clara ascendencia portuguesa.



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