miércoles, 14 de marzo de 2018

(Día 641) Diego de Almagro el Mozo se encuentra con su padre. Todo iba bien con los indios, hasta que huyeron por la nefasta influencia de Felipillo. Apresaron a Felipillo, y Almagro, recordando pasadas traiciones suyas, manda ejecutarlo mediante el terrible método de hacerle cuartos.


     (231) Además de la nao San Pedro, hubo otra que había conseguido con dificultades llegar hasta Chincha, y sus ocupantes siguieron por tierra en busca de Almagro, a quien le esperaba una alegría especial. Al frente de aquellos hombres estaba Ruy Díaz, y lo acompaña el joven hijo del gobernador, Diego de Almagro el Mozo, a quien su padre lo envió por camino seguro. (Ya comenté que Inca Garcilaso se equivocaba al decir que Ruy Díaz había ido por los Andes).
     El entendimiento entre españoles e indios en el valle del Aconcagua era una delicia, logrado gracias a la positiva influencia de Gonzalo Calvo de Barrientos. Pero un indio de mala condición, astuto y cizañero, consiguió enturbiarla. Un indio que en Cajamarca se inventó chismes que influyeron en la muerte de Atahualpa, al parecer en venganza porque no le concedió una princesa india de la que se había enamorado. Un indio que ya estuvo a punto de perder la cabeza cuando traicionó a Almagro en Quito y se pasó al bando de Pedro de Alvarado. Entonces Almagro lo perdonó, pero ahora no.  Se trataba (no podía ser otro) del intérprete Felipillo, quizá el único de su oficio que resultó un taimado maniobrero, porque, en general, los intérpretes (las ‘lenguas’) valoraban el hecho de ser muy bien tratados, aunque corrieran peligros como el resto de los españoles. Lo raro es que Almagro lo tuviera todavía a su servicio.
     Todo iba bien, pero terminadas con el día las efusiones y alegrías, los españoles vieron sorprendidos al amanecer que los indios se habían esfumado. La labor de zapa de Felipillo insistiendo en la crueldad de los españoles les metió el miedo en el cuerpo y huyeron. Felipillo se fue con ellos, pero fue apresado. Veamos la versión de Inca Garcilaso, quien, como hombre culto, no lo llama ‘lengua’, sino intérprete: “El intérprete Felipe también huyó, porque después de la muerte de Atahualpa siempre anduvo temeroso y quería estar muy lejos de los españoles. Se escapó por verse libre de los que aborrecía, pero fue desdichado, pues, no conociendo bien la tierra, cayó en poder de los de Almagro. El cual, acordándose de su escapada al bando de don Pedro de Alvarado, y sospechando que lo sabía y no le había querido avisar cuando el sacerdote Villahoma huyó, ordenó que le hiciesen cuartos”.
     Con esa breve frase muestra Inca Garcilaso la fulminante y terrible reacción de Almagro, sin duda harto de la doblez del indio. Pocas cosas pueden ser más  brutales que una ejecución llevada a cabo ‘haciendo cuartos’, en la que cuatro caballos tirando de las extremidades del condenado, lo destrozaban. Un verdadero espanto.
     Inca Garcilaso cita un cometario del cronista López de Gómara sobre la mala condición de Felipillo: “Confesó el malvado al tiempo de su muerte haber acusado falsamente a su buen rey Atahualpa por yacer seguro con una de sus mujeres. Era un mal hombre, liviano, inconstante, mentiroso, amigo de revueltas y sangre, y aunque bautizado, poco cristiano”. Y añade el muy cristiano Inca Garcilaso: “Se debe llorar que el primer intérprete que tuvo aquel imperio para la predicación de la fe católica hubiese sido de tal condición”. El caso es que la terrible ejecución les convenció a los indios huidos de que era mal asunto crearles problemas a los españoles, siendo llevaderos cuando se aceptaban sus condiciones, y volvieron en son de paz.

       (Imagen) A medida que avanzamos sobre la desmesurada historia de la conquista de Perú, se  nos va quedando atrás el glorioso resplandor  de lo que Pizarro y Almagro consiguieron, y  vemos a lo lejos negros nubarrones que anuncian lo peor (lo peor que ocurrió en las Indias). Si hubo una figura especialmente torturada por los acontecimientos, fue la de DON DIEGO DE ALMAGRO EL MOZO. Era mestizo, y su padre, Don Diego de Almagro, lo preparó para alcanzar las más altas cumbres de la milicia. Aunque no lo llevó a través de los durísimos Andes, sí quiso que se juntara con él en Chile por otra ruta más segura. Vemos hoy que por fin se encuentran, y con gran alegría. El ‘mozo’ solo tiene  14 años, y no volverá a saber lo que es la tranquilidad. No se va a perder ni una sola batalla hasta que su padre muera dos años más tarde; los almagristas seguirán conspirando contra Pizarro, y  él tendrá que aceptar un liderazgo más bien simbólico. Pero cuando lograron asesinarlo, el Mozo, a sus 19 años, ya era un bravo capitán curtido en mil amarguras. Lo que vino después roza el dramatismo de las tragedias griegas. Sus partidarios lo proclamaron gobernador de Perú, el puesto que había dejado vacante Pizarro al morir, y el Mozo lo asumió con todas las consecuencias, hasta el punto de enfrentarse a Cristóbal Vaca de Castro, el enviado del rey, en la guerra de Chupas, la más sangrienta de todas las civiles. Perdió, lo ejecutaron y, por serena petición suya, lo enterraron junto a su padre. Es difícil encontrar documentación sobre los que fueron rebeldes (también esto parece una conspiración). Así que hoy toca poner, al menos, una imagen de la villa de Almagro, el pueblo natal de su padre.




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