miércoles, 21 de marzo de 2018

(Día 647) Manco Inca huye a las montañas y desde allí organiza la sublevación general de los indios con orden de cercar el Cuzco y Lima, mandando incluso a Chile un mensaje a Paullo y Villahoma para que maten a Almagro y a sus hombres.


     (237) No vendrá mal leer la versión que da el cronista Pedro Pizarro sobre el comienzo de la rebelión de Manco Inca: “El marqués  don Francisco Pizarro le envió al Cuzco a Hernando Pizarro dándole poder sobre su hermano Juan Pizarro, a quien no le quitó el cargo de corregidor. Llegado, pues, al Cuzco, y estando preso Manco Inca, procuró hacerse amigo suyo, y así lo hizo, soltándole y halagándole, y también por parecerle que, con los españoles que había traído, no osaría seguir su mal propósito de alzarse. Suelto Manco Inca, al cabo de unos días le pidió licencia a Hernando Pizarro, diciéndole que quería traerle la estatua de oro de un hombre que estaba enterrada en cierta parte. Hernando se la dio, y al cabo de ocho días volvió con la estatua, que era pequeña y hueca, y se la dio a Hernando Pizarro, diciéndole que quería ir a por otro indio de oro macizo, y dándosela, se fue y no volvió, sino que empezó a alzar la tierra, y los indios, los orejones y las mamaconas (mujeres del templo) que habían quedado en el Cuzco se fueron tras él. Se metió este Manco Inca en las grandes montañas de los Andes, de muy malos pasos por los que no pueden andar los caballos, y envió a muchos orejones por toda la tierra para que, juntando a todos los naturales que pudiesen tomar armas, cercasen el Cuzco y matasen a los españoles que allí estábamos”.
     Volvamos a la narración de Inca Garcilaso en el punto en que nos cuenta  lo que le contestaron sus notables a Manco Inca: “Los capitanes y curacas (caciques) eligieron a un capitán de los más ancianos para que hablase por todos. El cual le dijo a Manco Inca que debía desconfiar de las promesas de los españoles y mandar con toda diligencia reunir el mayor número de gente de guerra posible, sin perder la ocasión de que los españoles se habían dividido por todas partes, siendo así más fácil degollarlos a todos que estando juntos. Después de hablar el capitán, empezaron la sublevación. Enviaron mensajeros a todo el reino para movilizar a la gente de guerra, y para que acudiesen en un día señalado a degollar a los advenedizos de Castilla (aunque Inca Garcilaso no lo dice, está claro que Manco Inca no volvió al Cuzco). Con este mandato del Príncipe Manco Inca se levantó la gente de guerra que había desde la Ciudad de los Reyes hasta los chichas, que son más de trescientas leguas. En Quito, que es la otra parte del reino, no se pudo levantar gente por haber perecido casi toda con las guerras de Atahualpa. También envió Manco Inca mensajes (a Chile) que parecieran ser para saber de la salud del infante Paullo y del sumo sacerdote Villahoma, y que, en secreto, fuesen para darles cuenta del levantamiento general y para pedirles que ayudasen degollando a don Diego de Almagro y a todos los suyos, porque así convenía para restituirse en su imperio, que de aquellos hombres no se podía esperar que se lo diesen voluntariamente. Mandó además que los de la costa del territorio del Chinchasuyo acudiesen a Lima para matar al Gobernador y  a los que con él estaban, y los del Cuntisuyo, el Collasuyo y el Antisuyo fuesen al Cuzco para degollar a Hernando Pizarro, a sus hermanos y a los demás españoles, que en total eran doscientos”.

     (Imagen) Vidas fulgurantes, en las que todo salió bien durante un largo  tiempo, pero que desembocaron en un mar de lágrimas: Napoleón, Isabel la Católica, de alguna manera también Cortés,  en este caso, PIZARRO y ALMAGRO… Pero pongámonos ahora en la piel de  Pizarro, puesto que  fue más grande que su socio y tuvo mucho más mérito en el gran triunfo. Ya no va a pelear en la vanguardia de las batallas, ni a correr grandes peligros (hasta que lo asesinaron), porque era un anciano achacoso (lo dicen los cronistas). Pero vivirá abrumado por un constante tormento íntimo y por el peso de sus responsabilidades como gobernador. Manco Inca se acaba de rebelar enardeciendo a su pueblo. Morirá  Juan, el hermano de Pizarro, y las vidas de los otros dos, Hernando y Gonzalo, penderán de un hilo. Llegará Almagro de Chile, derrotará a Pizarro y le arrebatará el Cuzco, aunque más tarde será vencido y ejecutado. Mientras tanto, Pizarro estaba en la lejana Lima reconcomido por la falta de noticias y tratando de resolver constantes problemas de su administración, sin saber si era o ya no era el gobernador de Perú. Allá a lo lejos, en la norteña zona de Quito, había otro peligro añadido: ¿Qué estaría haciendo el eficaz y ambicioso capitán SEBASTIÁN DE BELALCÁZAR? Pizarro tiene  miedo  de que le arrebate aquel territorio y envía a LORENZO DE ALDANA para que lo aprese. Cuando en 1541 asesinaron a PIZARRO, peleó con todas las fuerzas que le quedaban, y hasta mató a alguno de los confabulados, pero seguro que no le importó mucho morir.



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