(237) No vendrá mal leer la versión que da
el cronista Pedro Pizarro sobre el comienzo de la rebelión de Manco Inca: “El
marqués don Francisco Pizarro le envió al
Cuzco a Hernando Pizarro dándole poder sobre su hermano Juan Pizarro, a quien
no le quitó el cargo de corregidor. Llegado, pues, al Cuzco, y estando preso
Manco Inca, procuró hacerse amigo suyo, y así lo hizo, soltándole y
halagándole, y también por parecerle que, con los españoles que había traído,
no osaría seguir su mal propósito de alzarse. Suelto Manco Inca, al cabo de
unos días le pidió licencia a Hernando Pizarro, diciéndole que quería traerle
la estatua de oro de un hombre que estaba enterrada en cierta parte. Hernando
se la dio, y al cabo de ocho días volvió con la estatua, que era pequeña y
hueca, y se la dio a Hernando Pizarro, diciéndole que quería ir a por otro indio
de oro macizo, y dándosela, se fue y no volvió, sino que empezó a alzar la
tierra, y los indios, los orejones y las mamaconas (mujeres del templo) que habían quedado en el Cuzco se fueron tras
él. Se metió este Manco Inca en las grandes montañas de los Andes, de muy malos
pasos por los que no pueden andar los caballos, y envió a muchos orejones por
toda la tierra para que, juntando a todos los naturales que pudiesen tomar
armas, cercasen el Cuzco y matasen a los españoles que allí estábamos”.
Volvamos a la narración de Inca Garcilaso en
el punto en que nos cuenta lo que le
contestaron sus notables a Manco Inca: “Los capitanes y curacas (caciques) eligieron a un capitán de los
más ancianos para que hablase por todos. El cual le dijo a Manco Inca que debía
desconfiar de las promesas de los españoles y mandar con toda diligencia reunir
el mayor número de gente de guerra posible, sin perder la ocasión de que los
españoles se habían dividido por todas partes, siendo así más fácil degollarlos
a todos que estando juntos. Después de hablar el capitán, empezaron la
sublevación. Enviaron mensajeros a todo el reino para movilizar a la gente de
guerra, y para que acudiesen en un día señalado a degollar a los advenedizos de
Castilla (aunque Inca Garcilaso no lo dice, está claro que Manco Inca no
volvió al Cuzco). Con este mandato del Príncipe Manco Inca se levantó la
gente de guerra que había desde la Ciudad de los Reyes hasta los chichas, que
son más de trescientas leguas. En Quito, que es la otra parte del reino, no se
pudo levantar gente por haber perecido casi toda con las guerras de Atahualpa.
También envió Manco Inca mensajes (a Chile)
que parecieran ser para saber de la salud del infante Paullo y del sumo
sacerdote Villahoma, y que, en secreto, fuesen para darles cuenta del
levantamiento general y para pedirles que ayudasen degollando a don Diego de
Almagro y a todos los suyos, porque así convenía para restituirse en su
imperio, que de aquellos hombres no se podía esperar que se lo diesen voluntariamente.
Mandó además que los de la costa del territorio del Chinchasuyo acudiesen a
Lima para matar al Gobernador y a los
que con él estaban, y los del Cuntisuyo, el Collasuyo y el Antisuyo fuesen al
Cuzco para degollar a Hernando Pizarro, a sus hermanos y a los demás españoles,
que en total eran doscientos”.
(Imagen) Vidas fulgurantes, en las que todo
salió bien durante un largo tiempo, pero
que desembocaron en un mar de lágrimas: Napoleón, Isabel la Católica, de alguna
manera también Cortés, en este caso,
PIZARRO y ALMAGRO… Pero pongámonos ahora en la piel de Pizarro, puesto que fue más grande que su socio y tuvo mucho más
mérito en el gran triunfo. Ya no va a pelear en la vanguardia de las batallas,
ni a correr grandes peligros (hasta que lo asesinaron), porque era un anciano
achacoso (lo dicen los cronistas). Pero vivirá abrumado por un constante
tormento íntimo y por el peso de sus responsabilidades como gobernador. Manco
Inca se acaba de rebelar enardeciendo a su pueblo. Morirá Juan, el hermano de Pizarro, y las vidas de
los otros dos, Hernando y Gonzalo, penderán de un hilo. Llegará Almagro de
Chile, derrotará a Pizarro y le arrebatará el Cuzco, aunque más tarde será
vencido y ejecutado. Mientras tanto, Pizarro estaba en la lejana Lima
reconcomido por la falta de noticias y tratando de resolver constantes
problemas de su administración, sin saber si era o ya no era el gobernador de
Perú. Allá a lo lejos, en la norteña zona de Quito, había otro peligro añadido:
¿Qué estaría haciendo el eficaz y ambicioso capitán SEBASTIÁN DE BELALCÁZAR? Pizarro
tiene miedo de que le arrebate aquel territorio y envía a
LORENZO DE ALDANA para que lo aprese. Cuando en 1541 asesinaron a PIZARRO,
peleó con todas las fuerzas que le quedaban, y hasta mató a alguno de los
confabulados, pero seguro que no le importó mucho morir.
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