viernes, 30 de marzo de 2018

(Día 655) Inca Garcilaso habla del enterramiento de Juan Pizarro en el Cuzco. La versión de cómo murió es algo diferente en Pedro Pizarro. Los indios también atacaron a Hernando Pizarro en el Cuzco, pero sin éxito.


     (245) Inca Garcilaso, de su propia cosecha, añade el dato anecdótico (que se agradece) sobre el triste final de Juan Pizarro: “Así acabó este buen caballero, con gran lástima que hizo entonces su muerte; y desde entonces la ha hecho su fama de que un hombre tan generoso, tan valiente, tan afable, tan amado por todas las virtudes que en un caballero se podían desear, muriese tan desgraciadamente. Su cuerpo quedó enterrado en la capilla mayor de la catedral de aquella ciudad, con una gran losa de piedra azul, que yo vi, sobre la sepultura, sin letra alguna, siendo así que habría que ponérsela como merecía; quizá se debiera a la falta de escultores, pues entonces, y muchos años después, no se usaron en mi tierra sino lanzas, espadas y arcabuces (crítica a las guerras civiles). A tanta costa y con tanta pérdida como la que se ha dicho, ganaron los españoles la fortaleza el Cuzco y echaron a los indios de ella. Los historiadores le dan más importancia a este hecho que a todos los demás que ocurrieron en aquel cerco”.
     Veamos cómo lo cuenta Pedro Pizarro, que tiene la ventaja de haber protagonizado aquella historia. Le habíamos dejado en el momento en que Juan Pizarro recibió la primera herida, y ahora nos habla de lo que ocurrió después: “Partimos todos los de a caballo para tomar la fortaleza llevando a Juan Pizarro por caudillo. Subimos por un camino bien estrecho en el que los indios habían hecho muchos hoyos, y desde una ladera nos hacían mucho daño. Aquí pasamos mucho trabajo porque íbamos parando y aguardando a que tapasen los hoyos y adobasen lo desbaratado del camino los pocos indios amigos que llevábamos, que no llegaban a cien. Llegamos a un poco de llano que había en lo alto  y fuimos a la parte donde la fortaleza tiene la puerta principal, y en estas quebradas tuvimos enfrentamientos con los indios, que casi prendieron a dos españoles que cayeron de los caballos”.
     Mientras, en el Cuzco también atacaban los indios: “Hernando Pizarro estaba en el Cuzco, pero los indios entraron por las calles creyendo que abandonábamos el pueblo, y al ver que Hernando Pizarro y los de a pie estaban junto a la puerta de su casa, se quedaron atónitos hasta que nos vieron asomar por un lado de la fortaleza, y así vieron lo que pasaba, y si Dios Nuestro Señor no los cegara, habrían comprendido que podían matar a Hernando Pizarro y a los que con él estaban antes de que nosotros volviéramos a socorrerlos”.
      De lo que nos ha dicho Inca Garcilaso se deduce que Pizarro recibió la pedrada cuando ya se habían retirado del cuerpo a cuerpo con los indios y él se quitó la celada de la cabeza. Pedro Pizarro, que lo vio, lo cuenta de otra manera: “A media noche, Juan Pizarro mandó a su hermano Gonzalo Pizarro y demás capitanes que entrasen en la fortaleza con la mitad de la gente de a caballo que mandó apear, y los demás estuviesen a caballo para ir a sus espaldas y socorrerlos, y él se quedó con los de a caballo a causa de que no se podía poner armadura en la cabeza por estar entrapajado por la herida que el día anterior le habían dado en la quijada”.

     (Imagen) Vimos ayer que Inca Garcilaso de la Vega, al hablar de las anécdotas del cerco del Cuzco que, cuando él tenía solo trece años, le contó Francisco Rodríguez de Villafuerte, afirmó que era uno de los “trece de la fama”. De hecho, como ya sabemos, no aparecía en la lista de los premiados por el rey, y hay historiadores que lo niegan. Pero en otros documentos se asegura que fueron más de trece, y he podido comprobar que Inca Garcilaso se basaba en datos fiables. Hay en PARES un voluminoso legajo, del año 1579,  que contiene una petición de mercedes al rey. La presenta un hijo de Villafuerte, y al hablar de su padre, cuenta como mérito suyo que, cuando estaba en la isla Gorgona, vio que muchos, por estar hartos de sufrir, querían volverse a Panamá, y se lo comunicó a Pizarro; quien de inmediato reunió a sus hombres, dijo que podían marcharse los que quisieran, y marcó una raya para que la atravesaran los demás, siendo Villafuerte el primero que lo hizo. El  documento de la imagen es parte de un escrito de Felipe II (del mismo legajo) en el que el rey hace referencia a lo que pide el hijo de Villafuerte. Transcribo, como curiosidad, el encabezamiento porque era el habitual: “Don Felipe, por la gracia de Dios Rey de Castilla, de León, de Aragón (da por supuesto que incluye Cataluña), de las Dos Sicilias, de Jerusalén (era un título honorífico, que hoy pertenece a Felipe VI), de Navarra, de Granada, de Toledo, de Valencia, de Galicia, de Mallorca, de Sevilla, de Cerdeña, de Córdoba, de Córcega, de Murcia, de Jaén, de los Algarves, de Algeciras, de Gibraltar, de las Islas de Canarias,  de las Indias, Islas y Tierra Firme del Mar Océano, Conde de Flandes y del Tirol”.



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