jueves, 31 de agosto de 2017

(Día 474) Pizarro parte precipitadamente hacia las Indias para que no vean los funcionarios reales que va con menos gente de la exigida. Almagro, al comprobar que le había engañado, “se amohinó”.

     (64) Como esto fue un tema de filias y fobias, el cronista Pedro Pizarro se pone incondicionalmente a favor de Pizarro y carga las tintas sobre la supuesta mezquindad de Almagro. Lo mismo le ocurrió al  asombroso Charles F. Lummis (fallecido en 1928), quien tuvo la rareza de que, siendo norteamericano, estudiara con pasión la historia de Las Indias. Y lo explicó: ‘Porque amo la justicia y admiro el heroísmo, he escrito este libro (Los exploradores españoles del siglo XVI); si  no hemos hecho justicia a los exploradores españoles, es sencillamente porque hemos sido mal informados’. Su libro y su vida fueron admirables, pero llama la atención con qué virulencia se refiere siempre a Almagro. Quizá se deba a que era Francisco Pizarro el personaje de Indias al que más admiró, y, ante la duda, prefirió evitarle un borrón. Creo que merecía la pena aprovechar la ocasión con este pequeño regate para dejar constancia de la rareza y la importancia de ese casi desconocido personaje: Charles F. Lummis.
     Si he empezado mencionando al cronista Pedro Pizarro es, sobre todo, porque completa lo que Cieza deja en blanco, algunos detalles de la salida de Pizarro hacia Indias, que tienen además el valor de haberlos presenciado directamente (iba por primera vez al Nuevo Mundo). Como Francisco Pizarro (cosa habitual en el gremio de los grandes conquistadores) se vio en serias dificultades para reunir el mínimo de soldados que, según lo dispuesto por el rey,  tenía que llevar a Indias, recurrió a la ‘trampita’ de los hechos consumados. Dice el cronista: “Vino a la ciudad de Sevilla, fletó dos navíos y una zabra y se embarcó con alguna gente, pero no con los trescientos hombres que le eran mandados que pasase. Estando en San Lúcar, le avisaron que venían a tomar alarde (recuento) de la gente que traía. Sabido lo cual, Francisco Pizarro se embarcó en la zabra, salió por la barra de San Lúcar y fue a aguardarnos en la isla de La Gomera. A los que tenían que hacer el alarde se les hizo entender que había ido en la zabra la demás gente que faltaba allí. Dende a pocos días, salimos de San Lúcar en los dos navíos con Hernando Pizarro, su hermano, al cual había dejado por capitán de ellos”. Primer aviso del protagonismo de Hernando, sin duda el ‘jefe’ de sus hermanos, por legitimidad y por currículo militar, y, de algún modo, con algún ascendiente psicológico sobre el mismo Francisco, aunque este, de hecho, era ya en todos los sentidos el todopoderoso gobernador del Perú conocido y por conocer. Llegaron a La Gomera, y todos juntos zarparon rumbo a Indias. “Tomamos puerto en Santa Marta (Colombia), donde estaba por gobernador Pedro de Lerma, y nos quitaron alguna gente de la que traíamos echando fama de que íbamos a una tierra tan mala que no había que comer en ella más que culebras, lagartos y perros, y así se nos huyeron algunos y se quedaron allí. Luego llegamos al puerto de Nombre de Dios, donde Diego de Almagro vino a recibir a su compañero don Francisco Pizarro, y, al entender que no traía la gobernación para ambos, como la habían capitulado, y no obstante que don Francisco le dijo las diligencias que sobre ello había hecho, don Diego de Almagro se amohinó”.


     (Imagen) ‘Si oyes a alguien hablar mal de un español, es un español’. Frase exagerada que, sin embargo, encierra una cierta verdad. El ‘gringo’ Carlos F. Lummis (fallecido en 1928) demostró con sus libros que amaba la justicia y admiraba el heroísmo. Su propia vida puso ambas cosas en práctica. Superó muchas dificultades personales, fue un humanista amante de los indios, y sin embargo, supo reconocer el increíble mérito de los españoles en América. Llegó a escribir: La razón de que no hayamos hecho justicia a los exploradores españoles es, sencillamente, porque hemos sido mal informados. Su historia  no tiene paralelo’. Valoró en especial el mestizaje de la cultura española frente el racismo anglosajón de su tiempo. Para amar, hay que conocer, y Lummis, cuando la descubrió, quedó perdidamente rendido ante la grandeza de lo que hicieron los españoles en Indias. Admiró a Pizarro más que a nadie, y eso le llevó a juzgar con injusta dureza a Almagro; pero los pecados por amor son perdonables.


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