martes, 15 de agosto de 2017

(Día 460) En el camino de vuelta recuperan a Molina, que les comunica una invitación de una ‘cacica’ para que visiten su isla. Pizarro envía a cuatro hombres en su nombre, entre ellos Halcón, heroico como uno de los 13 de la fama, pero al que un trastorno de amor le desencadenará un brote de locura.

     (50) Misión cumplida: habían añadido notables descubrimientos a lo que ya se conocía gracias al piloto Bartolomé Ruiz, y conseguido una confirmación progresiva de la extraordinaria importancia y riqueza del pueblo inca; estaban, además, a  1000 km al sur de la línea del ecuador y a 2.400 de su punto de partida, Panamá. Querían también respetar escrupulosamente el plazo de seis meses de exploración que les concedió el gobernador Pedro de los Ríos.
     El viaje de vuelta siguió placentero, aunque no faltaron incidentes, algunos cómicos y otros tristes, pero sin ningún conflicto con los indios, y observaban siempre con atención cualquier novedad reseñable. Echaron el ancla otra vez en Santa Cruz. Allí estaba el ‘abandonado’ Alonso de Molina, feliz entre los indios y muy entretenido. No había cacique, sino ‘cacica’, y lo trataba con mucha consideración. Cuando el barco llegó a aquellas tranquilas aguas, subió a bordo Molina, acompañado de algunos indios; el encuentro con los suyos fue emocionante y les dio una amplia información muy favorable de todo lo que había conocido en aquel puerto, así como una invitación de la cacica para que los españoles fueran a visitarla. “A Pizarro le pareció bien, y le daba gracias a Dios porque se había descubierto aquella tierra, pues sería su santa fe plantada entre aquellas gentes que tan buena razón tenían. Mandó que saltasen en tierra cuatro españoles, Nicolás de Ribera, que es el que de todos es vivo en el año que yo voy escribiendo lo que leéis (murió en 1563, con 76 años), Francisco de Cuéllar, Halcón y el mismo Alonso de Molina”. Aunque Halcón era uno de los 13 héroes de la fama, tenía alguna fragilidad de carácter, y todos le vieron demasiado ‘entusiasmado’: “Halcón llevaba puesto un escofión de oro con gorra y medallas y, vestidos, un jubón de terciopelo y calzas negras, y también espada y puñal, de manera que tenía más manera de soldado de Italia que de descubridor de manglares”. Es decir, haciendo el ridículo con su relamida ostentación. Pero el ‘cante’ iría en aumento: “Los indios les dieron de comer, y por los honrar, la cacica se levantó y les dio a beber  con un vaso. A Halcón pareciole bien la cacica y echole los ojos, porque además de la avaricia que acá nos tiene, es mucha causa la lujuria para que hayan sido muchos tan malos (Cieza moraliza, pero nos muestra lo que era de suponer en la vida de los conquistadores). Halcón, mientras más la miraba, más perdido estaba de sus amores. Dijo esta señora que quería ver al capitán. Cuando llegaron a la nao, Pizarro la recibió muy bien a ella y a los indios que la acompañaban La señora, con mucha gracia, le dijo que, si ella siendo mujer había osado entrar en el navío, él siendo hombre y capitán no había de rehusar saltar en tierra, y para su seguranza, quería dejar cinco de sus principales en el navío de rehenes. Pizarro le contestó que lo haría y sin querer más rehenes que su palabra. La cacica se lo agradeció muy contenta y se volvió a su tierra, sin que Halcón apartase los ojos de ella mientras daba suspiros y gemidos”.


     (Imagen) En las Indias hubo hombres de gran sensatez, incluso algunos de gran humanidad, pero también abundancia de trastornados. Algunos fueron pobres infelices a los que se les fundieron los plomos por la enorme tensión que soportaban continuamente, como  Halcón, uno de los trece de la fama, que se volvió literalmente loco de amores, o el desquiciado fray Francisco de la Cruz, un inocente dominico que murió achicharrado por la Inquisición de Lima. Otros fueron personajes de carácter extremo que encontraron el sitio ideal para satisfacer su sadismo, como Francisco de Carvajal, el llamado ‘Demonio de los Andes’, Beltrán de Guzmán con sus salvajadas en México, Pedrarias con sus barbaridades, y alguien que lo superó en crueldad y con el que compartió el apodo de ‘La Cólera de Dios’, el monstruoso Lope de Aguirre.


No hay comentarios:

Publicar un comentario