martes, 29 de agosto de 2017

(Día 472) Seguimos con la historia de Perú. Las concesiones del rey a Pizarro quizá fueran el resultado de una maniobra del conquistador, pero, posiblemente, siendo presionado por sus hermanos, y, sobre todo, por Hernando Pizarro.

     (62) Tras esta irresponsable escapada al Valle de Mena, sigámosle de nuevo la pista a Francisco Pizarro. Las exclusivas concesiones que le hizo el emperador fueron el primer combustible para cocer los gravísimos conflictos que  llegaron después, porque, con el tiempo, Almagro logró a su vez derechos para conquistar más allá de lo que tenía reservado Pizarro, quien, por su enorme empuje, había sobrepasado ya ampliamente esas 200 leguas que tanto parecían al principio. Por si fuera poco, también le birlaban a Almagro el título de Adelantado, cuya petición a su favor había sido acordada por los tres socios (otro dato que falseó el cronista Pedro Pizarro). Dice el documento: “Otrosí, vos facemos (a Pizarro) merced del título de nuestro adelantado de la dicha provincia del Perú”. ¿Qué había para Almagro?: una ridiculez. El rey le concedía la tenencia de la fortaleza que se hiciera después en Tumbes, con un salario y una ayuda económica (todo muy escaso para sus grandes méritos), más la dignidad de hidalgo. Me viene al pelo para reforzar mi opinión sobre este ‘robo’ un comentario al respecto con el que acabo de tropezar, escrito por el historiador Carmelo Sáenz de Santa María, y en el que acentúa la importancia que hubo de tener la influencia del soberbio Hernando Pizarro en semejante ‘faena’: ‘Pizarro faltó al compromiso adquirido con sus socios, y fue un ingenuo si creyó que Almagro se iba a conformar con una fortaleza todavía inexistente o con una hidalguía. En este vulgar escamoteo puede adivinarse la mano del clan Pizarro, que se incorporaba entonces a la expedición, y de su jefe, Hernando’. En cuanto a Hernando de Luque, el rey prometió pedirle al papa un obispado para él, y le asignó el cargo de Defensor de los Indios con su espléndida remuneración de mil ducados anuales (un puesto creado entonces para protección de los nativos, que dio buen resultado pero no tanto como se esperaba); a Bartolomé Ruiz se le nombró Piloto de la Mar del Sur y Caballero de la Espuela Dorada (paso previo para ser armado Caballero), pero tampoco le consiguió Pizarro lo que le había prometido y más le interesaba, ser Alguacil Mayor; y los trece de la fama fueron elevados a la categoría de hidalgos y, si ya lo eran, se les concedía la de Caballeros de la Espuela Dorada.
     Pizarro, el único que obtuvo del emperador cuanto quiso, hombre de hierro en las batallas pero quizá blando con sus hermanos, orgulloso de ser un Pizarro aunque subordinado a Hernando, el único legítimo y, por lo mismo, heredero de la familia, iba a presentarse con esta chapuza ante sus socios, olvidando que es más fácil prevenir que curar .
     La delimitada demarcación del territorio peruano que se le adjudicó a Pizarro recibió el nombre de Nueva Castilla, y Cieza, después de comentar que se dio prisa en partir para Indias por pura ansia de volver y por quedarle ya poco dinero, explica pormenores de la expedición. Como era preceptivo en todas, iban en esta tres funcionarios reales destinados al control general, un tesorero, un veedor y un contador. Cita como tesorero a Alonso de Riquelme, quien, pasado un tiempo, le daría bastantes disgustos a Pizarro.


     (Imagen) No cabe duda de que en algunas de las decisiones más importantes de Pizarro, tuvo mucho peso la influencia de Hernando Pizarro, y probablemente también en el gravísimo conflicto con Diego de Almagro, que iba a terminar en una guerra abierta. Hernando volvió a España el año 1539, y no pudo regresar a Indias porque fue procesado y encarcelado (durante más de 20 años), acusado, entre otras cosas, de la muerte de Almagro. Estando preso en el castillo de la Mota (en régimen muy laxo), vino a España Francisca Pizarro, la hija mestiza de Francisco Pizarro, y se casó con Hernando. Su madre fue Inés Huaylas Yupanqui, una princesa hermana de Atahualpa. En el solemne y bello palacio que construyeron en Trujillo Hernando Pizarro y su esposa figuran tallados los rostros de estos cuatro protagonistas. Nunca sabremos hasta qué punto habría sido diferente la historia de Perú si hubiese continuado allí el soberbio y bravo Hernando Pizarro.



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