miércoles, 30 de agosto de 2017

(Día 473) Pizarro no encontraba suficientes hombres que quisieran acompañarlo a Perú. Mandó por delante algunos con la noticia de los títulos conseguidos para que en Panamá fuera más fácil reclutarlos. Pero esas noticias lo hundieron a Almagro. Costó convencerlo para que no abandonara.

     (63) Y sigue diciendo Cieza: “Procuró Pizarro conseguir gente, mas como lo veían tan pobre (qué contraste con el relumbrón de Cortés, que por allí andaba), no creían que había riqueza donde los quería llevar. Iban con él cuatro hermanos; el principal era Hernando Pizarro, hombre de buena calidad (categoría) y de gran pundonor, hijo legítimo del capitán Gonzalo Pizarro, padre de todos ellos; y Juan e Gonzalo Pizarro, hermanos suyos de padre, bastardos, porque solo Hernando era legítimo; y Francisco Martín de Alcántara, su hermano de madre”. Además de la decepción por las miserables concesiones, los socios de Pizarro iban a tener el ‘regalito’ de sus hermanos, una ‘piña’ familiar que suponía una grave amenaza para su importancia en la empresa, como luego ocurrió. El gran peligro eran los Pizarro; no tardaron en ocupar los puestos más prominentes. La figura de Francisco Martín de Alcántara fue otra cosa. Lo tuvo su madre, Francisca González, estando  casada (era soltera cuando nació Pizarro), y, aunque apenas aparece como protagonista directo en las crónicas de Perú, da la impresión de que fue el más querido de Pizarro, porque lo conservó siempre cerca como su hombre de total confianza y constante asesor. No puede haber mejor confirmación de esta proximidad que el hecho de estar juntos y morir juntos cuando asesinaron a Pizarro.
     Le costaba a Pizarro encontrar gente para la campaña, y, por no esperar más, envió a Indias adelantados a algunos españoles con el fin de que informaran del resultado de sus gestiones para que, prendiendo el entusiasmo en Nicaragua y Panamá, se animaran muchos a enrolarse. Pero esto suponía también que Almagro, Luque y Bartolomé Ruiz se enteraran rápidamente de la ‘estafa’. Almagro, lógicamente, se hundió: “El capitán Diego de Almagro supo por los que habían venido que Francisco Pizarro venía como gobernador de la tierra y que también el adelantamiento lo procuró para sí mismo; quejábase de su compañero públicamente, y decía que le dio mal pago por todo lo que había hecho”. Total: no quería ni volver a verlo. Luque (que se lo tomó con más filosofía, quizá por no salir tan perjudicado) le recordó que fue él quien insistió en que Pizarro fuera solo a España, y trató de serenarlo, pero no hubo manera: se desentendió de todo y se largó a las minas que tenía en explotación en Nicaragua. Hasta allá fue, desde Nombre de Dios, el impagable Nicolás de Ribera, y le llenó la cabeza de buenas razones para que pensara en el bien general de la campaña, y hasta le inoculó la esperanza de que las informaciones recibidas no fueran correctas, pudiendo resultar que el adelantamiento le hubiese correspondido a él. Y resultó. Almagro decidió continuar con sus responsabilidades y se entregó de lleno, como siempre hizo, a preparar concienzudamente todo lo necesario para ir bien organizados a la conquista de Perú. Por su parte, también Bartolomé Ruiz se había sentido estafado “porque Pizarro no le había negociado ante rey la vara de alguacil mayor, habiéndolo prometido y jurado”.  


     (Imagen) Es natural que, al saber Almagro lo poco que Pizarro le había conseguido ante el rey, estuviera dispuesto a tirar por la borda su compromiso con la campaña. Pero también lo es que, tras pensarlo mejor, se tragara ‘el sapo’ y siguiera colaborando porque Pizarro era un hombre insustituible. Luego se vio que guardaba en su interior la esperanza de poder resarcirse. Pero no se imaginaba que eso le iba a costar la vida ocho años después, y, al poco,  también a Diego de Almagro el Mozo, su hijo. Era mestizo y, cuando su padre fue burlado por Pizarro, tendría unos once años. Su madre era una india de Panamá, bautizada como Ana Martínez. Igual que Pizarro (que lo hizo de forma repetida, y de nuevo con una hermana de Atahualpa bautizada como Angelina), prefirió Almagro a una nativa como compañera, algo bastante frecuente entre los españoles. Nos puede servir de ejemplo la alianza del gobernador de Chile Martín García de Loyola (sobrino nieto de San Ignacio) con la princesa inca Beatriz Clara Coya; años después, murió batallando contra los temibles mapuches, los indios más bravos de toda América.


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