(42) La llegada de Almagro a Panamá estuvo
a punto de producir el fracaso total de la expedición de Perú. El gobernador,
Pedro de los Ríos, asustado por las noticias camufladas que venían en el barco,
lo preparó todo para que fuera otra nave, bajo el mando de Juan Tafur, con la
única misión de traerse a Pizarro y a todos sus hombres, liquidando el asunto.
Esa fue su orden oficial, pero “Diego de Almagro y el maestrescuela (era un cargo clerical) don Hernando de
Luque (haciendo nuevamente de bomberos),
hablaron con Pedro de los Ríos intentando con todas sus fuerzas que no
estorbase el descubrimiento que estaba haciendo Pizarro”. Quizá para
quitárselos de encima, les contestó, ‘solo de palabra’, que, en el mejor de los
casos, le permitiría a Pizarro que siguiera descubriendo, pero con un máximo de
veinte voluntarios y sin estar más de seis meses dedicados a aquella locura. Es
decir: Pizarro, una vez más (y las que le quedaban) contra las cuerdas y medio
sonado por los golpes. Juan Tafur zarpó con dos navíos, y, por lo que se vio
después, iba no solo determinado a cumplir su misión, sino, además, a hacerlo
con malas maneras y sin ningún respeto a Pizarro. Afortunadamente, Almagro y
Luque le comunicaban a su socio en una carta privada ese permiso verbal que le
habían arrancado al gobernador, y le decían que “no volviera a Panamá aunque
supiese morir, pues, si no descubría algo que fuese bueno, quedarían para
siempre perdidos y afrentados”. Era algo que ocurría frecuentemente en la
tremenda vida de los descubridores de Indias. Tenían pánico a la ruina y al
ridículo del fracaso porque financiaban casi totalmente sus aventuras, en gran
parte con préstamos leoninos, y, además, apostaban al todo o nada, a la gloria
o al desprecio, y con frecuencia perdían su vida. Era la Corona la que sacaba,
con gran diferencia, un mayor beneficio y arriesgando mucho menos. Cuando
atracó Tafur en la isla del Gallo y dijo que recogería a todos para volver a
Panamá, “los españoles lloraban de alegría, porque les parecía que salían de un
cautiverio peor que el de Egipto, pero Pizarro no dejaba de tener congoja
grande al ver que todos se querían ir. Mas, viendo lo que sus compañeros le
escribían, determinó perseverar en su empeño, confiando que Dios le daría
aliento y aparejo para ello. Y con semblante reposado, les dijo a todos que
pensasen cómo los indios que tomó Bartolomé Ruiz decían tantas maravillas de la
tierra de adelante, que lo considerasen y le siguiesen para descubrir navegando
lo que hubiese. Pero no le quisieron oír sino solamente trece que, de compasión que le tuvieron, y por no querer
volver a Panamá, dijeron que le tendrían compañía para vivir o morir con él, de
lo que se alegró mucho Pizarro, dando gracias a Dios por ello, pues había sido
servido de ponerles en el corazón la quedada”. El estúpido Tafur (faltando al
deseo de Pedro de los Ríos) no se privó de humillar a Pizarro y ponerle en
situación desesperada: “Habló con Juan Tafur para que le diese uno de los
navíos, como el gobernador había mandado, para los que querían seguir a
descubrir lo de adelante. No quiso dar el navío, que fue otro dolor para el
acongojado Pizarro; y no bastó requerírselo ni protestárselo ni rogarlo”.
(Imagen) Juan Tafur quiso llevarse a
Panamá a todos los hombres de la isla del Gallo. Pizarro, a la desesperada,
logró que se quedaran trece. Quizá lo de la raya y el discurso sea una
fabulación posterior, pero seguro que les hizo ver ardorosamente que, siguiendo
adelante, había grandes esperanzas de alcanzar la gloria y las riquezas, y volviendo
a Panamá, solamente miseria, fracaso y vergüenza. Pero, injusticias de la vida,
algunos, como Juan Tafur, tienen bula para hacer el imbécil. Saltándose la
orden del gobernador, le negó a Pizarro el pequeño barco que necesitaba para
poder mantener viva una aventura que corría riesgo de entrar en coma
irreversible. Me recuerda a lo que años después le ocurrió al gran Pedro
Sarmiento con el miserable Diego Flores de Valdés, responsable del fracaso de
su expedición al Estrecho de Magallanes.
La llegada de Almagro a Panamá estuvo a punto de producir el fracaso total de la expedición de Perú. El gobernador, Pedro de los Ríos, asustado por las noticias camufladas que venían en el barco, consejoscomunales.net/cultura-chachapoyas/
ResponderEliminare habría sido del mundo si esto o lo otro hubiera ocurrido. Su respuesta fue la siguiente: «Si pensamos que los procesos históricos evolucionan estocásticamente, los antecedentes contrafactuales no implican resultados determinados para los escenarios contrafactuales». En resumidas cuentas, el profesor sugirió (muy a su manera) que no perdiéramos el tiempo con especula vikingpressagency.com/por-que-el-marketing-digital-es-importante-para-mi-empresa/
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