viernes, 11 de agosto de 2017

(Día 457) El soldado Molina visita a los indios de Tumbes. El esclavo negro que le acompaña los asombra. El recibimiento es muy bueno y Molina vuelve entusiasmado.

     (47) Un negro que, por supuesto, era esclavo. La llegada de los africanos a Indias tuvo una explicación ‘humanitaria’. Las autoridades españolas fueron, de forma creciente, sintiendo escrúpulos de conciencia por el maltrato a los indios; con el tiempo, se  impidió tajantemente su esclavitud, incluso tras ser vencidos en batalla, y hasta se prohibió que las encomiendas (servidumbre en beneficio de los españoles) fueran hereditarias. La buena voluntad de las autoridades (siempre acuciadas por los religiosos) resulta evidente. Sin embargo no era fácil imponer esas leyes, como lo prueba el hecho de que tuvieron mucho que ver con la rebelión de Gonzalo Pizarro y numerosos encomenderos de Perú contra la corona española. Pero en la Historia no ha habido raza más desamparada que la negra. Hasta Bartolomé de las Casas, el máximo defensor de los indígenas, apoyó el envío de esclavos negros a Las Indias para evitar la explotación de los nativos, algo de lo que se arrepintió en su vejez reconociéndolo como un gran error moral. Como contrapeso, apareció por aquellos lugares mucho después el ‘bicho raro’ de san Pedro Claver: un caso extremo de entrega total al servicio de los esclavos negros que llegaban continuamente al puerto de Cartagena de Indias. Fue un hombre consecuente: contra la opinión general, él tenía claro que el mensaje cristiano era otra cosa.
     Alonso de Molina (andaluz) y su acompañante negro, quizá con una confianza temeraria, fueron con el orejón (un exótico trío) hasta el poblado de Tumbes, y se presentaron ante el indio principal con varios regalos: “Cuando el cacique vio el presente, túvolo en mucho, llegando todos a ver la puerca y el verraco (puerco) y las gallinas, y holgándose de oír cantar al gallo. Pero eso no era nada para el espanto (asombro) que tenían con el negro, haciéndolo lavar para ver si era color suyo o pintura, mas él se reía mostrando sus dientes blancos; miraban que el otro español tenía barbas y era blanco, y todo les daba mucha alegría”. Molina, por su parte, también lo observaba todo, y comprobó que Tumbes era una población muy importante, con numerosos edificios, una fortaleza y una cultura avanzada. No sospechaba que una tentadora casualidad iba a cambiar su vida en el futuro. “Venían a hablar con Molina muchas indias muy hermosa y galanas, y le daban frutas y de lo que tenían para que lo llevase al navío. Una de las indias díjole que se quedase con ellos y que le darían por mujer una de ellas, la que él quisiese”. Volvió después con su compañero al barco, pero ‘tocado’ por el éxito que había tenido entre las nativas; esto, y sin duda una empatía espontánea con los indígenas, fue más tarde causa de que, por voluntad propia, decidiera quedarse a vivir con ellos. Veremos que les ocurrió algo parecido a otros dos españoles. Lo triste fue que les duró poco la estancia: los tres murieron sin que se sepa con certeza la causa, aunque es probable que a alguno le ocurriera liderando a sus indios amigos en lucha contra los de otros poblados, como nos contará Cieza.


     (Imagen) Para los indios fue ‘alucinante’ ver a un negro. En las crónicas aparecen multitud de españoles, y los indígenas, en general, solo como contendientes rivales, porque apenas se los mencionaba cuando iban al lado de los ‘conquistadores’, sufriendo tanto a más que ellos. La terrible vida de los esclavos negros permaneció tan oscura como su piel: nunca se hablaba de ellos. Se prohibió esclavizar a indios, y fue fatal para los negros porque ocuparon su lugar. Un negro esclavizado ya era ‘cosa normal’ desde la Edad Media. En lo profundo del mensaje cristiano estaba la solución para esa injusticia. Y fueron cristianos ‘consecuentes’ los que, muchos años después y con gran esfuerzo, removieron las conciencias. Como lo hizo San Pedro Claver en Colombia.


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