(47) Un negro que, por supuesto, era
esclavo. La llegada de los africanos a Indias tuvo una explicación
‘humanitaria’. Las autoridades españolas fueron, de forma creciente, sintiendo
escrúpulos de conciencia por el maltrato a los indios; con el tiempo, se impidió tajantemente su esclavitud, incluso
tras ser vencidos en batalla, y hasta se prohibió que las encomiendas
(servidumbre en beneficio de los españoles) fueran hereditarias. La buena
voluntad de las autoridades (siempre acuciadas por los religiosos) resulta
evidente. Sin embargo no era fácil imponer esas leyes, como lo prueba el hecho
de que tuvieron mucho que ver con la rebelión de Gonzalo Pizarro y numerosos
encomenderos de Perú contra la corona española. Pero en la Historia no ha
habido raza más desamparada que la negra. Hasta Bartolomé de las Casas, el
máximo defensor de los indígenas, apoyó el envío de esclavos negros a Las
Indias para evitar la explotación de los nativos, algo de lo que se arrepintió
en su vejez reconociéndolo como un gran error moral. Como contrapeso, apareció
por aquellos lugares mucho después el ‘bicho raro’ de san Pedro Claver: un caso
extremo de entrega total al servicio de los esclavos negros que llegaban
continuamente al puerto de Cartagena de Indias. Fue un hombre consecuente: contra
la opinión general, él tenía claro que el mensaje cristiano era otra cosa.
Alonso de Molina (andaluz) y su
acompañante negro, quizá con una confianza temeraria, fueron con el orejón (un
exótico trío) hasta el poblado de Tumbes, y se presentaron ante el indio
principal con varios regalos: “Cuando el cacique vio el presente, túvolo en
mucho, llegando todos a ver la puerca y el verraco (puerco) y las gallinas, y holgándose de oír cantar al gallo. Pero
eso no era nada para el espanto (asombro)
que tenían con el negro, haciéndolo lavar para ver si era color suyo o pintura,
mas él se reía mostrando sus dientes blancos; miraban que el otro español tenía
barbas y era blanco, y todo les daba mucha alegría”. Molina, por su parte,
también lo observaba todo, y comprobó que Tumbes era una población muy
importante, con numerosos edificios, una fortaleza y una cultura avanzada. No
sospechaba que una tentadora casualidad iba a cambiar su vida en el futuro.
“Venían a hablar con Molina muchas indias muy hermosa y galanas, y le daban
frutas y de lo que tenían para que lo llevase al navío. Una de las indias
díjole que se quedase con ellos y que le darían por mujer una de ellas, la que
él quisiese”. Volvió después con su compañero al barco, pero ‘tocado’ por el
éxito que había tenido entre las nativas; esto, y sin duda una empatía
espontánea con los indígenas, fue más tarde causa de que, por voluntad propia,
decidiera quedarse a vivir con ellos. Veremos que les ocurrió algo parecido a
otros dos españoles. Lo triste fue que les duró poco la estancia: los tres
murieron sin que se sepa con certeza la causa, aunque es probable que a alguno le
ocurriera liderando a sus indios amigos en lucha contra los de otros poblados,
como nos contará Cieza.
(Imagen) Para los indios fue ‘alucinante’
ver a un negro. En las crónicas aparecen multitud de españoles, y los
indígenas, en general, solo como contendientes rivales, porque apenas se los
mencionaba cuando iban al lado de los ‘conquistadores’, sufriendo tanto a más
que ellos. La terrible vida de los esclavos negros permaneció tan oscura como
su piel: nunca se hablaba de ellos. Se prohibió esclavizar a indios, y fue
fatal para los negros porque ocuparon su lugar. Un negro esclavizado ya era
‘cosa normal’ desde la Edad Media. En lo profundo del mensaje cristiano estaba
la solución para esa injusticia. Y fueron cristianos ‘consecuentes’ los que, muchos
años después y con gran esfuerzo, removieron las conciencias. Como lo hizo San
Pedro Claver en Colombia.
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