(38) Dejémosle un momento a Almagro en
Panamá con sus apuros administrativos (lo repescaremos de inmediato). Conviene
explicar algo de la importancia del inca HUAYNA CÁPAC, del que trajo las
primeras noticias Bartolomé Ruiz (tomaré datos del historiador Jorge Salvador
Lara). Le quedaba entonces muy poco de vida al gran emperador, tras un
historial extraordinario. Fue, sin duda, el más brillante rey de Perú. A
principios del siglo XIII hubo una fuerte rivalidad expansiva entre varios
pueblos peruanos, siendo todos vencidos por los incas, que situaron la
capitalidad de su imperio en dos puntos,
El Cuzco al sur (la principal), y Quito al norte. Nunca dejaron de guerrear y
someter. Huayna Cápac, nacido hacia 1460 en Tomebamba, fue nombrado emperador, teniendo
pocos años (su nombre significa ‘el muy joven príncipe’), tras las habituales
disputas hereditarias, asumiendo el poder y la responsabilidad de mantener vigoroso el dominio de su pueblo. Los
nativos de Quito eran difíciles de sujetar y, durante mucho tiempo, fueron una
pesadilla para los incas. También se le sublevaron a Huayna Cápac, pero los volvió
a someter rápidamente y de forma definitiva.
Tomó después como una de sus esposas, en sabia decisión política, a una
princesa de los quitus (el pueblo vencido) llamada Paccha, de la que tuvo a
Atahualpa, el que iba su ser su hijo más estimado.
Huayna Cápac siempre sintió un amor
especial por Quito, embelleciéndola y residiendo en ella muchos años, por lo
que se convirtió en la verdadera corte del ‘Tahuantinsuyo’ (la denominación
oficial del imperio inca). La
palabra proviene
de un nombre compuesto por dos vocablos quechuas: Tawa, que significa cuatro, y Suyo, que quiere decir estado,
ya que el inmenso territorio, que fue el más grande y antiguo imperio
desarrollado en el continente americano, estaba dividido administrativamente en
cuatro partes. A este personaje se le podría haber llamado Huayna Cápac
el Magnífico por haber superado en todo a los demás emperadores, no solo en
dotes de gobierno sino también en espíritu emprendedor. Cieza recoge una
descripción del gran inca: “Era Huayna Cápac, según dicen muchos indios que lo
conocieron, de no muy gran cuerpo, pero bien hecho; de buen rostro y muy grave;
de pocas palabras y muchos hechos; era justiciero y castigaba sin templanza.
Quería ser tan temido que de noche le soñaran los indios”.
Hacia el año 1526 Huayna Cápac decidió
inspeccionar el imperio y empezó el viaje por Tomebamba. En ella se encontraba
cuando recibió noticias de la aparición en la costa de Esmeraldas de una
extraña embarcación y unos misteriosos hombres de rostros blancos y muy
barbudos. Las noticias preocuparon al ya anciano monarca, regresó a Quito,
siendo recibido por su hijo Atahualpa, quien, en su ausencia, estaba encargado
del gobierno. Fue súbitamente afectado por una grave enfermedad y murió pronto,
pero dejando claras sus últimas voluntades. Dividió el imperio en dos partes
entre su hijos Huáscar y Atahualpa, ordenó que su cuerpo fuera enterrado en el
Cuzco, como sus antepasados, pero, con un gesto sentimental, dispuso que se
depositara su corazón en el Templo del Sol situado en Quito. Como uno más de
los actos solemnes de su funeral, se sacrificaron a mil personas.
(Imagen) No sospechaba el
piloto Bartolomé Ruiz que, cuando avanzaba por la costa ecuatoriana, estuvo a
punto de abrasarse: a corta distancia, en Tomebamba, residía habitualmente el
semidiós Huayna Cápac, el más grande emperador de los incas. Pero pronto
supieron el uno del otro. Quizá con inconsciencia, a Bartolomé le pareció una
gran noticia, y, paradójicamente, al gran emperador, algo funesto. Y así fue: murió
y sus herederos entraron en guerra,
careciendo de la grandeza y sensatez del difunto. Solo así pudo llegar
el increíble éxito de Pizarro (y, en parecidas circunstancias, el de Cortés).
Cieza vio en este proceso la mano de la Providencia. Pero quizá tenga razón
esta vez el aguafiestas Stephen Hawking al decir que, si existen los
extraterrestres, más nos valdría que no vinieran.
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