(46) Los indios marcharon a su poblado y
contaron maravillas de los extraños visitantes,
del barco y de su contenido. “Volvieron luego más indios sin ningún
engaño ni malicia, antes con alegría y
placer de ver tal gente. El capitán les recibió con semblante amoroso; entre
los indios venía un orejón”. Esto supone un hecho muy relevante en el proceso
del descubrimiento. Los orejones eran personajes aristocráticos, fáciles de
distinguir porque alargaban sus orejas con el peso de los pendientes. Solían
tener altos cargos en el imperio inca, como el de gobernadores de los pueblos
sometidos. Este sería el caso en Tumbes, y el orejón, mediante veloces
corredores de posta por su asombrosa red de calzadas, pudo informar rápidamente
de todo lo visto a quien tenía entonces el poder supremo, HUAYNA CÁPAC. “El
orejón tantas cosas miraba y preguntaba para enviar relación cierta a Quito
al rey Huayna Cápac, su señor y de
aquellas gentes, que los españoles se admiraban de ver tan avisado y entendido
indio. Y luego le preguntó al capitán que de dónde eran, qué buscaban con su
pretensión de andar por la mar y por la tierra sin parar”.
Pizarro no sabía leer pero recordaba de
memoria un texto ‘especial’, y lo utilizó resumido para contestarle al orejón.
Allá por el año 1513, Fernando el Católico, achuchado por las críticas que los
frailes hacían sobre los abusos de la ‘conquista’, que, al principio, llevaba
sin escrúpulos a la esclavización de los indios, decidió poner ‘algún’ límite a
esa brutalidad. Un famoso jurista, Juan López de Palacios Rubios, fue encargado
de redactar, para tal fin, unas normas de control. Tal documento ha pasado a la
historia como el ‘Requerimiento’, porque obligaba a los capitanes a leérselo
como ultimátum a los indios antes de someterlos (curiosamente, el primero que
tuvo que utilizarlo fue el sanguinario Pedrarias Dávila). El texto comenzaba
por justificar la ocupación, ya que el Papa lo permitía para la cristianización
de los infieles. Era la abusiva mentalidad de la época y el planteamiento no
resulta sorprendente. Seguía después autorizando la esclavización de los indios,
pero con un impedimento: solamente en el caso de que, después de hacerles el
requerimiento de someterse, se negaran y hubiera que derrotarlos en batalla. No
sabemos (aunque nos imaginamos) qué pensó el orejón de lo que oía a través del
intérprete, pero Pizarro le dijo cosas como estas: “Que venían de España, donde
había un rey grande y poderoso, llamado Carlos y que ellos habían venido a
descubrir y a poner debajo de la sujeción de aquel rey lo que hallasen; y
principalmente a darles noticia de que los ídolos que adoraban eran falsos, y
de que, para salvarse y ser moradores del cielo, habían de se volver cristianos
y creer en Jesucristo, Dios, porque los que
no le adoraren y cumpliesen sus mandamientos, irían al infierno, lugar
oscuro y lleno de fuego. El orejón se admiraba de lo que oía, y estuvo en el
navío desde la mañana hasta la hora de vísperas (al atardecer). Y ya que se iba, le rogó al capitán que les dejase
ir con él a dos o tres españoles, que se holgarían de los ver. El capitán le
mandó a Alonso de Molina y a un negro que fuesen”.
(Imagen) Mejor una ley chapucera que
ninguna. El llamado ‘Requerimiento’ hoy nos parece la esencia de la hipocresía
diplomática, pero desde el punto de vista de aquella época era impecable: con
el aval del papado los cristianos tenían derecho a ocupar tierras paganas para
convertirlas. Fue también el fruto de la mala conciencia de los reyes, sobre
todo por la sistemática esclavización que se practicó durante años. Supuso un
progreso porque quedó para siempre prohibido esclavizar a los indios pacíficos, y era obligatorio ofrecerles siempre, antes de
atacar, la posibilidad de aceptar el dominio español. Huayna Cápac se informó
bien, y se puede asegurar que, de vivir lo bastante, habría barrido a los
españoles, que interpretaron su buena suerte como un verdadero milagro de Dios.
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