(56) Cieza nos estaba esperando, y va a
explicarnos con más amplitud el viaje de Pizarro a España. Igual que hacía
Bernal Díaz del Castillo con Cortés, respetaba los tiempos, dándole a Pizarro
el tratamiento que tenía en cada momento, mientras que Pedro Pizarro,
adelantándose a la concesión de los honores, siempre le trata de don, de
gobernador o de marqués. Cieza continúa narrando: “Francisco Pizarro le encargó
a Diego de Almagro que le buscase algunos dineros para ir a España. Aunque los
dos estaban ya obligados a mil deudas, Almagro era tan diligente que, a pesar
de estar tullido, puesto en una silla en hombros de esclavos anduvo por la
ciudad buscando dinero entre sus amigos, y juntó mil quinientos castellanos.
Con ello, se aprestó Pizarro. Fue a Nombre de Dios y se embarcó para España”. Conviene
recordar que Nombre de Dios, como ya vimos, fue establecida por el
desafortunado Diego de Nicuesa el año 1510 en la costa panameña del Atlántico.
Actualmente es la población más antigua de las fundadas por los españoles en el
continente americano. Y nada menos que hasta la construcción del canal de
Panamá, fue punto obligado de desembarco de los viajeros que, para continuar
después hacia Perú, tenían que alcanzar por tierra la costa panameña del
Pacífico. Sigue contando Cieza: “Ido Pizarro, Almagro no se descuidó, sino que
determinó enviar un navío a la gobernación de Nicaragua, que entonces estaba a
cargo de Pedrarias Dávila, yendo a bordo el gran piloto Bartolomé Ruiz y Francisco
de Ribera (el de los 13 de la fama que
tanta información le facilitó a Cieza)”.
La gestión de Almagro tenía como fin
principal conseguir en Nicaragua hombres y fondos para la futura campaña de
Perú, dadas las pegas que ponía el gobernador de Panamá. Anteriormente Pizarro,
Almagro y Luque le habían comprado a Pedrarias la pequeña participación que
tenía en sociedad con ellos, y al saber a qué iba a su gobernación el navío, se
arrepintió de haberlo hecho.
La compra había tenido lugar tiempo atrás,
en febrero de 1527, cuando Almagro, sabiendo que estarían conformes sus otros compañeros,
se presentó ante Pedrarias (menudo socio) y le echó en cara que solo le
interesaban los posibles beneficios de la empresa, sin apoyarles en absoluto
para poder soportar los crecientes gastos y las bajas de hombres que iban
teniendo. Estaba casualmente presente el
gran cronista Gonzalo Fernández de Oviedo (cuya vida fue tan apasionante que
será necesario reservarle un hueco en algún momento para resumirla). Como era
de suponer, brotó la soberbia de Pedrarias y le contestó que tenían suerte de
que no siguiera él de gobernador de Panamá, porque, de lo contrario, les
pediría cuentas por haber “destruido la tierra del Rey (al morir muchos de los
que reclutaron)”. Almagro no se mordió la lengua, y Fernández de Oviedo dice
que le contestó al sanguinario Pedrarias: “Muy bien está que todos demos cuenta
de los vivos o de los muertos, y no os faltará a vos, señor, que también la
deis”. Le sulfuró a Pedrarias que hiciese alusión a sus crueldades, pero
Almagro, muy consciente de que cualquier cosa era mejor que seguir en sociedad
con el viejo tirano, llevó el asunto al terreno de los negocios ofreciéndole la
compra de su parte con una propuesta económica tentadora, y llegaron a un acuerdo
liberador para Pizarro, Almagro y Luque, aunque fuera al precio de aumentar sus
ya crecidas deudas.
(Imagen) Hernando de Luque fue un
magnífico socio para Pizarro y Almagro por su aportación, no solo de dinero,
sino también de sensatez y mesura, aunque no logró evitar los graves conflictos
que iban a llegar más tarde. Pero los principales protagonistas de aquella
aventura fueron Pizarro y Almagro, por ese orden. Cuando Pizarro partió para
España, Almagro no se quedó ni un segundo cruzado de brazos, sino que lo
preparó todo para la próxima conquista.
Pizarro se puso en marcha dispuesto a triunfar ante el emperador.
Recorrió por tierra los difíciles 120 km de Panamá a Nombre de Dios. Se embarcó
en octubre de 1528 para uno de aquellos azarosos viajes y llegó a Sevilla dos
meses después, donde tuvo que superar un grave percance. Tras otro largo viaje,
se presentó en Toledo para ver cara a cara a Carlos V, el Emperador de Romanos.
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