miércoles, 23 de agosto de 2017

(Día 467) Bartolomé Ruiz y Nicolás de Rivera van a Nicaragua por encargo de Almagro para conseguir provisiones. Tratan con Soto, Ponce de León y Compañón. Vuelven rápidamente a Panamá para evitar problemas con Pedrarias.

     (57) Justo cuando Bartolomé Ruiz y Francisco de Ribera entraron en el puerto de Nicaragua, al viejo peleón sin escrúpulos que era Pedrarias le surgió la tentación de enredar las cosas: “Estaban entonces en  Nicaragua hombres principales, entre ellos Hernando de Soto, Hernán Ponce de León y Francisco Compañón (los tres se habían asociado, especialmente en el tráfico de esclavos). Tenían aparejo para hacer navíos; informáronse por Ribera de lo que era Perú y pensaron hacer dos navíos y asociarse con Pedrarias para poblar aquella tierra”. Pedrarias se entusiasmó, pero les exigió demasiado: que la expedición estuviera bajo el control de un representante suyo. Los tres socios conocían bien sus artimañas por haber servido a sus órdenes, y se olvidaron del asunto. Fue la oportunidad de Bartolomé y Ribera: “Hablaron con Hernán Ponce pláticas secretas para que fuesen a Panamá a aguardar a que Pizarro viniese de España con la gobernación. Hernán Ponce dio la palabra de que lo harían, y con esto, Bartolomé Ruiz y Ribera se despidieron del gobernador para volver a Panamá, sospechando que Pedrarias quería tomarles el navío para enviar él a poblar en el Perú”. No se equivocaban. Como el ratón con el gato, tuvieron que espabilar para que los alguaciles de Pedrarias no les requisaran el barco. Llegaron, por fin a Panamá, y, tras saber lo ocurrido, “Almagro temió que Pedrarias o Ponce o Soto entrasen en la tierra del Perú  y lo ocupasen antes de que Pizarro volviese de España con la gobernación concedida”.
     Tanto Ponce como Soto y Compañón se dedicaron al negocio de los esclavos (algo habitual entonces), pero fueron, sobre todo, ‘conquistadores’. Los tres habían estado bajo el mando de Pedrarias y participado, como militares, en las barbaridades que llevó a cabo su jefe en Panamá y Nicaragua. De Hernando de Soto, ya he comentado algo de su importancia militar, pero veremos mucho más de su excepcional relieve, primero como capitán de Pizarro, y posteriormente, al mando de una expedición por Florida, donde murió. Lo curioso es que también Hernán Ponce de León y Francisco Compañón estuvieron junto a Pizarro en toda la campaña de Perú; no fueron figuras estelares, pero es significativo que, cuando mataron a Pizarro, le entregaron su cuerpo a Ponce, y de Compañón hay que decir que mereció un mayor reconocimiento del que tuvo por su constante heroísmo en multitud de batallas. Hernán Ponce cumplió su palabra de que colaborarían en la empresa de Perú, y veremos que trataron en firme el asunto cuando Pizarro estuvo de vuelta.
     Cuenta después Cieza cómo le fue a Pizarro en España: “Cuando llegó a Sevilla, luego se partió para la Corte, derramándose por toda España la noticia de que dejaban descubierta tan grande tierra y tan rica”. Nos hace saber, de paso, que le acompañaba el grandilocuente Pedro de Candía (uno de los trece de la fama), que explicaba a los curiosos las maravillas de Perú y no se las acababan de creer.


     (Imagen) Aparece en escena por primera vez Hernando de Soto. Va a tener mucho protagonismo en la campaña de Perú. Estará subordinado a Pizarro, con quien coincidió (y con Almagro) en las correrías militares de Pedrarias. Fue un tipo carismático que mereció un lugar entre los más grandes conquistadores de Indias, pero terminó siendo un glorioso perdedor. En Perú, Pizarro le adjudicó injustamente un rango inferior a su soberbio hermano Hernando. Soto fue después como gobernador a la campaña de La Florida, zona nefasta para todos los conquistadores españoles, donde lo que perdió fue su vida. Había llegado a las Indias con tan solo dieciséis años. Nacido en el 1500 en Barcarrota (Badajoz), allí permanece inmóvil una estatua desde hace 151 años  recordando a su mayor héroe local. Tampoco lo han olvidado en La Florida: dos condados del estado tienen su nombre.

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