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- Nos viene “como de molde”, ilustre cronista, abandonar de momento al gran
Pedro Sarmiento para hablar del que le acaba de dejar tirado a él: el
gobernador de Chile don Alonso de Sotomayor.
- Dignum et justum est, reverendus. A pesar de esta
faena, el personaje tuvo una biografía
apasionante y lustrosa. Incluso veremos en una carta suya que su decisión de
apartarse de la armada de Flores parecía tener razones de mucho peso. Alonso de
Sotomayor y Valmediano (1545/1610) era de Trujillo, como tantos héroes de
Indias. Precoz aventurero, con 15 años ya estaba jugándose el tipo en las
guerras de Italia y Flandes bajo las órdenes de tres “gloriosos”, el Duque de
Alba, don Juan de Austria y Alejandro Farnesio, que alabaron su valentía y
habilidad. De esa experiencia obtuvo prestigio, grado de capitán, nombramiento
de Caballero de Santiago y… unas heridas de guerra que le dejaron hecho un
santocristo: quedó cojo de un arcabuzazo, y otro en la boca casi lo mató,
llevándole media quijada, ocho dientes y parte de la lengua. Pero su proyecto
de vida militar siguió adelante porque todo eso no le hizo perder autoridad
sino aumentarla. Felipe II no tuvo dudas: vio en él al hombre ideal para que,
con el cargo de Gobernador de Chile, se ocupara de someter a los indios
mapuches, muy belicosos, y especialmente temibles porque montaban bien a
caballo. No tuvo demasiado éxito debido a que sus escasos soldados estaban
hartos de tanta dificultad. Pronto le dieron otro destino. Te gustará contarlo,
juvenil ectoplasma.
-
Con muy grande plaser, pulido mansebo. Ya tenía yo ganas de ajustarle las
cuentas a Francis Drake. Ese hijo de la Pérfida Albión, donde ennoblecían a los
piratas, tuvo la osadía de andar incordiando por todas las costas de Indias;
luego se moriría de risa participando en la derrota de le Armada invencible. Se
envaneció tanto que consiguió de la Reina Virgen (¡ya, ya!) que le pusiera al
frente de otra apabullante flota para asolar las mismísimas costas españolas, y
sufrió un descalabro total. Entonces, el
fatuo se dijo: “Vámonos a Panamá y establezcamos allí un fuerte con la bandera
de Inglaterra ondeando gloriosamente”. Y el tío se fue, pero le salió al paso
un extremeño cojo, desdentado, con media mandíbula y dificultades en el habla,
al que le habían ordenado machacarlo: sí, señor, ese mismo don Alonso de
Sotomayor y Valmediano. El veterano mutilado de guerra cumplió a la perfección:
desbarató por completo la armada de Drake, que
no superó el trauma, perdió su sentido del humor inglés y falleció allí
mismito de disentería, en Panamá, en 1596. Después Sotomayor seguiría peleando,
pero en Granada contra los moriscos sublevados. Deléitanos mañana con dos
cartas suyas. Ciao, caro.
- Nos dará importantes datos de la flota
de Sarmiento. Buona notte.
Sigamos didácticos, docto burgalés de la
calle San Mamés (de Bilbao). ¿Qué
bandera pensaba poner el filibustero Drake en Panamá? ¿La Union Jack? No padre
(quizá la más apropiada fuera la de la calavera con dos tibias). Su intención
era izar la de Inglaterra (cruz roja sobre fondo blanco, en honor a San Jorge).
En 1606 (ocho años después de la muerte de Sir Francis), Escocia aportó su cruz
blanca aspada de San Andrés, naciendo así la primera Union Flag o Union Jack,
bandera oficial de Gran Bretaña. Hubo que esperar hasta 1801, con la
incorporación de Irlanda, para que se formara la Union Jack añadiendo la cruz
aspada roja de San Patricio, representando al actual Reino Unido. Pero (ay,
Dios mío) ya sabes que la moviola de la Historia puede dar marcha atrás, y
parece que los nacionalistas vuelven a enredar por todas partes.
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