(172) - Ya veo en la
mesa la botella de Rémy Martin y la caja de Cohibas: puedes comenzar cuando
quieras, que no perderé detalle, pimpollo.
- Vamos allá, marchosa sombra. El sagaz
virrey Francisco de Toledo vio en Sarmiento un personaje de primera fila, y se
demostró que, cuando el jefe sabía mandar, este vasallo rendía al máximo. Así
que se entregó de lleno. Intervino en acciones militares y colaboró
intelectualmente. Redactó un estudio acerca de la historia de los incas, muy
bien hecho, pero cargando las tintas sobre la crueldad de los nativos y la
“bondad” española (Pedro solo se volvía sumiso ante los deseos del rey). Don
Francisco le protegió de los ataques de la Inquisición, que no olvidaba sus
veleidades mágicas y estuvo a punto de enchironarle, pero tuvo la fortuna de
que el virrey le consideró imprescindible para poner freno a una nueva amenaza:
el pirata Francis Drake (héroe nacional inglés, nombrado “Sir” por la reina),
que, tras hacer la machada de pasar el Estrecho de Magallanes, se acercaba a
Perú rapiñando por toda la costa. Incluso tuvo la osadía de merodear por el
puerto del Callao y saquear una nave cargada de plata. Don Francisco de Toledo,
contando con Sarmiento, organizó su persecución, sin conseguir capturarlo, y se pensó en encontrar la manera
de cerrarle para siempre el paso. ¿Qué opinas?
- Que tuviero una buena idea, insigne
literato: tapado el agujero, adiós ratones. De manera que en octubre de 1579 partieron
del Callao dos naos dotadas de 112 hombres, para hacer realidad un proyecto del
propio Sarmiento: poblar la zona del estrecho. Fue quizá la única vez que
ostentó el cargo de jefe, jefe, como general, y supo hacerse respetar,
siguiéndole en el mando, como almirante, Juan de Villalobos (es probable que se
tratara de algún pariente del López de Villalobos que fracasó en lo del
tornaviaje del Pacífico). Pedro tenía la misión de reconocer todo el territorio
del estrecho, tomar posesión oficial y seguir viaje a España para organizar
desde allí un retorno equipado a lo grande, con el fin de que el paso de
Magallanes quedara definitivamente bien
poblado y fortificado. Pero la vida es dura, hijo mío, sobre todo para
los héroes. Sarmiento era resistente como el granito y se mantenía firme hacia
el objetivo como un gran jefe; lo malo es que la tropa suele desanimarse si las
dificultades van en aumento, como ocurrió durante el viaje, y, en este caso,
tuvo que ser especialmente penoso porque incluso el almirante Villalobos quería
dar la vuelta. Pedro, como narró
después, le echó la bronca: “So pena de la vida, no se aparte de mi nave ni de
día ni de noche”. Tuvo que poner las tripulaciones a media ración. Y comenta:
“Más vale que digan que Fulano pasó hambre e hizo lo obligado a Dios y a su
Rey, que por desordenado no efectuó aquello a lo que se le había enviado”.
Prepárense vuesas mersedes, porque vamos a acompañar unos cuantos días más a este fenómeno en sus peripesias
vitales. E tengan fe, fijos míos, que mereserá la pena. Pax bobis.
- Amén, querido Sancho: tú que conociste a
tanto superhombre de Indias, habrías estado encantado de abrazarle a este, que
también pasó por “tu” Casa de la Contratación de Sevilla, pero años después de
que fallecieras, ilustre menés. Seguiremos.
Aprendamos todos cosas curiosas, hijos
míos, viendo ese plano. En el Estrecho de Magallanes, cerca de donde está ahora
Punta Arenas (Chile), Pedro Sarmiento fundó, como veremos, dos poblaciones para
cortar el paso a los piratas, pero no prosperaron. El corsario Drake
sospechaba, con razón, que se podía alcanzar el Pacífico más al sur, pero no
fue confirmado hasta 1616, por una expedición holandesa, financiada por Jacob
Le Maire, que encontró el acceso que lleva su nombre, y después descubrió el
Cabo de Hornos (el nombre no tiene nada que ver con pirotecnia alguna, sino con
un patrocinador de navegaciones que se apellidaba Hoorn). Constataron que por
ahí se llegaba al inmenso océano, pero, dada su legendaria peligrosidad,
pasarían muchos años hasta que los barcos utilizaran esa ruta. De nada, cuates.
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