(175) - Culebrón
habemus, eminentísimo Decano de la Facultad de Historia: nos vamos a meter
hasta el cuello en la gloriosa, desastrosa y grandiosa aventura de Pedro de
Sarmiento. ¿Listo?
- Todo preparado, jefe áulico. Seguiremos
su propia crónica, y nos van a acusar de parciales, pero es lo que tenemos;
además, en lo esencial, el testigo resulta creíble. Hay un protagonista que
sale muy mal parado, porque, aun rebajando las críticas de Pedro, da una
pobrísima imagen; el caso es que, no solo su catadura moral, sino también su
competencia profesional resulta dudosa. Se trata de Diego Flores Valdés, nacido
en Las Morteras, un barrio de Somiedo
(Asturias), hacia 1530 (más o menos, de la edad
de Sarmiento).
- Aunque, mon petit, hemos de reconocerle
grandes méritos por su larga experiencia marítima, los importantes puestos que
ocupó y el simple hecho de vivir en aquellos ambientes tan borrascosos, donde
estaba siempre presente la amarga sombra de la muerte. Pero en el tribunal de
la historia, ha quedado manchado por sus errores y sus cobardes egoísmos (nos
van a prohibir visitar Las Morteras).
- De acuerdo: a cada uno lo suyo. Con solo
veinte años, ya navegaba por las bélicas aguas del Canal de la Mancha
transportando tropas y equipo a las conflictivas tierras de Flandes. Se lo
piensa mejor, y va a Sevilla, donde se enrola como piloto de los viajes a
Indias. Sigue ascendiendo: todavía casi mancebo (25 años), ya es un flamante
capitán de nao incrustado en la expedición (arriesgada, como todas) que
trasportaba por el Atlántico al gobernador de Chile y al virrey de Perú en
1555. Diez años más tarde, demostró valía y audacia en un problema terrible. Un
grupo de hugonotes franceses, protegidos por soldados compatriotas suyos,
cometió la insensatez de instalarse en La Florida, territorio español, y a
Felipe II el insulto amenazante de los “herejes” le revolvió el estómago. Para
arrancarlos de cuajo, puso toda su confianza en Pedro Menéndez de Avilés,
militar expeditivo y de demostrada eficacia, que, curiosamente, contó con su
paisano asturiano Diego Flores Valdés para que fuera el segundo en el mando, y
acertó, porque esta vez se portó magníficamente. Llegaron a la zona y el fuerte
de los hugonotes no resistió ni la
primera embestida. Por orden del rey, los degollaron a todos menos a los que
eran católicos. Una y no más: ningún otro europeo se atrevió a repetir
semejante provocación.
- Y que nadie se ría del apellido Flores,
pequeño bromista, porque no se trata de una cursilada: es una variante de Fruélez
o Fróilez. Con esto, hemos hecho la presentación del que va a sacar de quicio a
Sarmiento durante todo el viaje. Dorme bene, piccolino.
- Tanta epopeya olvidada: somos ingratos.
Quántix te espera. Ciao.
Felipe II: a este gigante los franceses le
hicieron la peor provocación, ocupar territorio en Florida y poblarlo con
hugonotes. Nunca reaccionó de forma más implacable: mandó destruir el pequeño
fuerte y degollar a todos los odiosos “herejes”. Pedro Menéndez de Avilés (of
corse, asturiano) fue el encargado de llevar a cabo el “trabajito”, y lo hizo
rápido y a la perfección. Su paisano Diego Flores Valdés (la pesadilla de
Sarmiento) iba con él; esta vez actuó tan heroicamente que el rey lo nombró
caballero de Santiago.
Fotos 1 y 2: Los gringos le han dedicado
una estatua a Pedro Menéndez, a pesar de la terrible historia; tal “olvido” se
debe a que están orgullosos de que fundara su población más antigua, San
Agustín, y la misión Nombre de Dios; con cierto pudor, no se han atrevido a precisar
que, en inglés, el nombre de la capilla
sería el de Our Lady of “the Milk”.
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