(179) - Tu querido Sarmiento es sorprendente,
sentimental mancebo. Indirectamente, le lanza una pedrada a Valdés. Resume lo
mínimo.
- Pedro
es un artista, docto Sancho, diciendo mucho con pocas palabras. No lo veas como
un “acusica”: ten en cuenta que está solo contra el mundo. El pasaje no tiene
desperdicio; es como un flash vivo de aquella época. Dice Sarmiento (saltando
de la 3ª a la 1ª persona) que, “con palabras dulces y secretamente trataba de
animarle (a Valdés) mostrándole el bien que se recibiría poblando aquellas
tierras (del Estrecho), y respondió tan mal que dijo que no sabía con qué
título tenía el rey las Indias. Y viendo Sarmiento una brutalidad tan grande, y
queriéndole convencer, cada vez se exasperaba más. Entonces le hice patentes
todos los títulos divinos y humanos que V. M. tiene a las Indias, como fray
Francisco de Vitoria (dominico humanista: se le considera el fundador del derecho internacional) en sus Relaciones
escribe, y otras muchas más que yo abrigué cuando hice la probanza del Perú de
las behetrías antiguas (libertades que tenían los primeros pobladores) y
tiranía de los incas (cuando lo ocuparon), de que envié a V. M. su historia
antigua por escrito y pintura, a través de (¡atención!, todos en pie y
destocados) don Francisco de Toledo, Mayordomo de vuestra Real Casa, que tanto
trabajó en paz y en guerra y visitas generales durante su virreinato de Perú. Y
todo esto no bastó a persuadir a Diego Flores. Pedro Sarmiento le mostró la
bula y motu proprio del papa Alejandro
VI, que fue la primera concesión de las Indias a los muy altos Reyes Católicos,
de gloriosa memoria, bisabuelos de V. M., y a sus sucesores. Y, diciéndole que
quien contradijese aquello, contradecía la potestad del Papa y mancillaba la
conciencia real, y era sospechoso en ambas cosas, calló y no concedió. De lo
cual se puede colegir con cuánto amor andaba en el real servicio de V. M.”.
-
Respira un poco, abuelete: te tomo el relevo. Sarmiento solo tenía un móvil en
su vida: servir al rey y a su país. Llegaron a
Río de Janeiro en marzo de 1582, y continuó el sufrimiento: “estuvieron
allí hasta fin de noviembre, donde murieron muchos que ya venían enfermos, y
enfermaron otros muchos más de un mal del sieso (parte final del intestino),
que es peste de aquella tierra, fácil de curar entendiéndose, y, si no, pasados
dos días, mata con bascas (náuseas)”. Como de costumbre, Flores no estuvo a la
altura. El gobernador y los vecinos ayudaron con lo que pudieron. “Y así
murieron más de 150. Y otros, viendo esto, huyeron. Pedro Sarmiento, viendo el
peligro en la mano, hizo alojar a los pobladores por las casas de los vecinos
de la tierra, donde fueron curados, y solo murieron cuatro”. Se ocupó de los
oficiales enfermos “a los que medicinaba, y no murió sino uno de más de 50”. Be happy, my dear.
- If possible, as you in Quántix. Muy didáctico
Sarmiento. Bye, bye.
¡Río
de Janeiro! Qué hermosa bahía. Al piadoso Pedro Sarmiento le habría encantando
verlo así, bajo la sombra de Nuestro
Señor. En su trágica aventura, tuvo que recalar maltrecho varias veces en estas
acogedoras aguas, entonces españolas. Se sentiría orgulloso como un romano,
dueño del mundo. Su rey, Felipe II acababa de añadir a su imperio el de
Portugal enterito, y permanecieron unidos ¡durante sesenta años! En 1640, la
nobleza portuguesa dio un golpe de estado y puso en el trono luso al Duque de
Braganza, con el nombre de Juan IV. Bye, bye: fue bonito mientras duró.
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