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- Buenas noches, pequeña ameba. ¡Qué relativo es todo! Nadie había visto el
mundo como Darwin: él tropezó con la evolución.
- Hola, Sancho. Quieres que ponga la casi
mística frase que soltó el inglés al tener esa experiencia. Voilà: “Qué
innumerables formas bellísimas y prodigiosas han evolucionado a partir de un
origen tan simple, y continúan haciéndolo”. Lo escribió yendo en el bergantín Beagle
por la misma ruta de Sarmiento, el Estrecho de Magallanes, con la diferencia de
que el suyo fue un viaje de feliz creatividad. Por su parte, el pobre Pedro
siguió contando las miserables estrategias de Flores para abortar la
expedición, y sus errores: “navegó tan rústicamente (sin parar, de noche y cerca de la costa) que se perdió la
nao Santa Marta (y siguió adelante como si tal cosa)”. Dice que se les había
unido un barco de frailes franciscanos saqueado por el pirata inglés Edward
Fenton. Al llegar al puerto de Don
Rodrigo, Sarmiento “le animó a Flores a perseverar en la jornada porque
todo el mundo nos estaba mirando y los enemigos de la Iglesia y de V. M. se
regocijarían de nuestra flaqueza y perdición”. En vano: Diego se alió con
varios oficiales para convencerle a Pedro de que él también renunciara a
seguir. “A lo cual P. Sarmiento dijo que, mientras hubiese una tabla en que ir,
no desistiría, y que más obligación tenía Diego Flores por tener más autoridad
en el viaje, y que se acordase que era caballero e hiciese como tal, que ‘un
bel morire tutta la vita honora’ (qué tío)”.
- Ahí lo tienes: ¡citando a Petrarca! Eso
explica, jovencito, la heroica y sufrida vida del culto Sarmiento. Tú sabes,
socio mío, que el lema de mi escudo era similar: “Bien vivir y mejor
morir”. Pero, pobre de mí, me extravié
bastante, no como Pedro. Loor y gloria para este Don Quijote.
- También tu vida fue grande, reverendo. En
cuanto a Flores, continuó la labor insidiosa de utilizar a gente importante de
la expedición para hacerle desistir a Pedro. Y hay algo que da pie para pensar
que Sarmiento podría ser demasiado obcecado, de piñón fijo. Quizá sus
contrarios tuvieran parte de razón, intuyendo que la empresa estaba condenada
al fracaso. Me siembra la duda el hecho de que uno de los que mediaron a favor
de Flores fue el que iba con el nombramiento de gobernador de Chile, el
prestigioso Sotomayor. Oigamos a Pedro: “Le envió a don Alonso de Sotomayor
como amigo que se fingía de P. Sarmiento, el cual comenzó a aconsejarle como
marinero sin serlo, y le contestó que no
le tratase de tan vil y baja cosa quien fuese su amigo, que antes perdería mil
vidas que consentir en tal bajeza. Y con esta respuesta se fue bien triste. Y,
porque sin el parecer de P. Sarmiento no se podían tornar honestamente,
trataron otro modo bien desordenado para empachar el viaje (que mañana
veremos)”. Adío, caro babbo.
- Como en las películas antiguas:
“Continuará”. Y se llenará el salón, hijo mío: ten fe.
Año 1582. En la costa brasileña de Santa
Catarina, Sarmiento recogió a fray Juan de Rivadeneyra (con algún compañero) de
una pequeña nave asaltada por el pirata Edward Fenton en el Río de la Plata. El
frailuco iba a España con una carta de Juan de Garay anunciando (nada menos) la fundación de B. Aires. Una nave de la flota
de Fenton se separó, al mando de otro “patapalo”: John Drake, sobrino del gran
Francis. Naufragó, y, en territorio uruguayo, toda la tripulación fue
esclavizada por los indios “charrúas” (les han tomado el nombre los futboleros
de Uruguay). Jhon y otros dos hicieron la machada de huir en piragua hasta B.
Aires. Fueron apresados y enviados a Lima para que los juzgara la inquisición,
lo que dice mucho del respeto protocolario de aquellos españoles. Acusados de
luteranos, John Drake y John Butler
fueron ejecutados. Otro impresionante guión de película. Serían piratas,
pero también heroicos personajes.
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