domingo, 21 de febrero de 2016

(182) - Buenas noches, pequeña ameba. ¡Qué relativo es todo! Nadie había visto el mundo como Darwin: él tropezó con la evolución.
     - Hola, Sancho. Quieres que ponga la casi mística frase que soltó el inglés al tener esa experiencia. Voilà: “Qué innumerables formas bellísimas y prodigiosas han evolucionado a partir de un origen tan simple, y continúan haciéndolo”. Lo escribió yendo en el bergantín Beagle por la misma ruta de Sarmiento, el Estrecho de Magallanes, con la diferencia de que el suyo fue un viaje de feliz creatividad. Por su parte, el pobre Pedro siguió contando las miserables estrategias de Flores para abortar la expedición, y sus errores: “navegó tan rústicamente (sin parar, de  noche y cerca de la costa) que se perdió la nao Santa Marta (y siguió adelante como si tal cosa)”. Dice que se les había unido un barco de frailes franciscanos saqueado por el pirata inglés Edward Fenton. Al llegar al puerto de Don  Rodrigo, Sarmiento “le animó a Flores a perseverar en la jornada porque todo el mundo nos estaba mirando y los enemigos de la Iglesia y de V. M. se regocijarían de nuestra flaqueza y perdición”. En vano: Diego se alió con varios oficiales para convencerle a Pedro de que él también renunciara a seguir. “A lo cual P. Sarmiento dijo que, mientras hubiese una tabla en que ir, no desistiría, y que más obligación tenía Diego Flores por tener más autoridad en el viaje, y que se acordase que era caballero e hiciese como tal, que ‘un bel morire tutta la vita honora’ (qué tío)”.
     - Ahí lo tienes: ¡citando a Petrarca! Eso explica, jovencito, la heroica y sufrida vida del culto Sarmiento. Tú sabes, socio mío, que el lema de mi escudo era similar: “Bien vivir y mejor morir”.  Pero, pobre de mí, me extravié bastante, no como Pedro. Loor y gloria para este Don Quijote.
     - También tu vida fue grande, reverendo. En cuanto a Flores, continuó la labor insidiosa de utilizar a gente importante de la expedición para hacerle desistir a Pedro. Y hay algo que da pie para pensar que Sarmiento podría ser demasiado obcecado, de piñón fijo. Quizá sus contrarios tuvieran parte de razón, intuyendo que la empresa estaba condenada al fracaso. Me siembra la duda el hecho de que uno de los que mediaron a favor de Flores fue el que iba con el nombramiento de gobernador de Chile, el prestigioso Sotomayor. Oigamos a Pedro: “Le envió a don Alonso de Sotomayor como amigo que se fingía de P. Sarmiento, el cual comenzó a aconsejarle como marinero sin  serlo, y le contestó que no le tratase de tan vil y baja cosa quien fuese su amigo, que antes perdería mil vidas que consentir en tal bajeza. Y con esta respuesta se fue bien triste. Y, porque sin el parecer de P. Sarmiento no se podían tornar honestamente, trataron otro modo bien desordenado para empachar el viaje (que mañana veremos)”. Adío, caro babbo.
     - Como en las películas antiguas: “Continuará”. Y se llenará el salón, hijo mío: ten fe.



    Año 1582. En la costa brasileña de Santa Catarina, Sarmiento recogió a fray Juan de Rivadeneyra (con algún compañero) de una pequeña nave asaltada por el pirata Edward Fenton en el Río de la Plata. El frailuco iba a España con una carta de Juan de Garay anunciando (nada menos)  la fundación de B. Aires. Una nave de la flota de Fenton se separó, al mando de otro “patapalo”: John Drake, sobrino del gran Francis. Naufragó, y, en territorio uruguayo, toda la tripulación fue esclavizada por los indios “charrúas” (les han tomado el nombre los futboleros de Uruguay). Jhon y otros dos hicieron la machada de huir en piragua hasta B. Aires. Fueron apresados y enviados a Lima para que los juzgara la inquisición, lo que dice mucho del respeto protocolario de aquellos españoles. Acusados de luteranos, John Drake y John Butler  fueron ejecutados. Otro impresionante guión de película. Serían piratas, pero también heroicos personajes.


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