sábado, 6 de febrero de 2016

(167) - Bonne nuit, mon petit enfant. Siguiendo el rastro del tornaviaje tenemos que dar nombres ilustrísimos, de peliculeras vidas, pero, quien esto lea, busque sus biografías y se quedará pasmado, e, si  no lo fisiere, que Dios se lo demande. Habla,  insigne escribano.
     - D’accord, vieux patron. El primer virrey de Indias (y uno de los mejores), Antonio de Mendoza, que lo fue de México  y de Perú, también quiso enviar una expedición al tentador Pacífico. Le confió la misión a Pedro de Alvarado, brillantísimo personaje lleno de gloria por sus hazañas, y de miseria por su crueldad. Su falta de tacto provocó la rebelión de los aztecas estando Cortés fuera de México, que volvió a uña de caballo para salvar la situación, pero sin éxito: aquella “noche triste” tuvieron que escapar de Tenoctitlán, sufriendo una escabechina en la que los dos se salvaron de milagro. Cortés  ocupó nuevamente la ciudad con una estrategia “a lo grande”: construyó varias naves y las metió en las lagunas mejicanas.
     - No te me desvíes, pequeño saltarín (que lean, dita sea). Alvarado murió en una escaramuza militar, aplastado por el caballo de un jinete torpe, y Mendoza  nombró para el viaje del Pacífico a Ruy López de Villalobos. La flota (6 barcos y 370 hombres) salió en 1542. Tres meses después llegó a Mindanao, pero fracasó en sus objetivos por un sinfín de dificultades, incluida la deserción de bastantes desesperados. Ruy murió en 1546, pero mucho antes (en 1543) había encargado a un grupo, dirigido por Bernardo de la Torre, la azarosa tarea de buscar  en el inmenso pajar del Pacífico la aguja del tornaviaje. Se le atribuye a Bernardo cambiarle el nombre a lo que se conocía como Islas del Poniente llamándolas per in secula Filipinas, en honor del Príncipe de Asturias, el luego rey Felipe II. Como bautizador no tuvo precio, pero no encontró ni rastro de un acuático camino  directo por el este hasta las Indias. Tras su regreso con las orejas gachas, el todavía vivo Ruy López de Villalobos, sabiendo que descubrir el tornaviaje salvaría el desastroso balance de su empresa, volvió a la carga, escogió a otros “voluntarios” y les mandó con la misma misión el año 1545, poniendo al frente a un “casi” menés (que no se  mosqueen los alaveses), Íñigo Ortiz de Retes, nacido en Retes de Llanteno. Otro fiasco: en 1546, llegaron a España los únicos 143 supervivientes. Encontrar esa ruta ‘imposible’era vital para las relaciones directas entre Asia y las Indias, por lo que los españoles seguirían en su empeño. Sayonara, baby.
     - Así avanza la historia, mon cher ectoplasme. No solamente se acortarían extraordinariamente las distancias, sino que, además, la ruta quedaba al margen de las zonas del dominio portugués. Mañana nos dará la solución al gran enigma del tornaviaje el ilustrísimo Andrés de Urdaneta, aunque veremos un detalle que desluce algo su gloria. Bye, bye.



     Alguien debería estudiar el porcentaje de españoles que morían violentamente, o por extenuación y enfermedades en Indias: sería espeluznante. Eran muy previsores haciendo testamento, y yo fui albacea de muchos de ellos (como Magallanes y la mala bestia de Pedrarias Dávila), de lo que me siento orgulloso. Este plano marca la ruta de la flota de Álvaro de Saavedra, partiendo de Acapulco, y sus dos intentos de descubrir el tornaviaje. Como se ve, llegó hasta mitad de camino; la línea acaba en el punto en que él murió, pero, no pudiendo seguir, solamente lograron volver a las Molucas una veintena de supervivientes.


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