(168) - Al grano, peque, que hoy tienes que
meter mucha metralla.
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A sus órdenes, patrón; principales protagonistas, dos vascos:
1.-
Miguel López de Legazpi (Zumárraga, 1503) era ya un rico burócrata de México
cuando el carapalo Felipe II le puso en 1564 al frente de una armada (4 naos,
350 hombres) rumbo a las Molucas. El ‘guipuchi’ estaba lleno de cualidades
humanas: inteligente, con dotes de organizador, respetuoso y nada amigo de la
violencia gratuita. Financió el enorme gasto de la expedición y, cuando murió, en 1572, los escasos bienes que le
quedaron dieron prueba de su alergia a la corrupción (habría que resucitarlo).
Su sentido del deber tuvo buenos resultados históricos. Pobló San Miguel de
Cebú (primera ciudad española en Filipinas), conquistó Luzón, la isla más
grande, siguió ocupando el archipiélago y fundó Manila. Por si fuera poco, fue
entonces cuando se resolvió el enigma del tornaviaje. El bueno de Legazpi
estaba en apuros, y en 1565 dio una orden genial: mandar una nave de vuelta a
México en busca de ayuda; si salía bien, se conseguirían dos pájaros con un solo
tiro, los refuerzos y la ansiada ruta.
2.-
Andrés Ochoa de Urdaneta, otro guipuzcoano (Villafranca de Oria, 1508).
Personaje singular donde los haya, de biografía asombrosa: navegante,
cosmógrafo, militar, y… ¡fraile
agustino! Añádase su cúmulo de peripecias históricas, difíciles de creer en una
sola vida. Con 17 años escasos, ya surcaba el Pacífico al lado de Loaysa y
Elcano, que, en las Molucas, fallecieron de enfermedad. Semejante pipiolo fue
reconocido como jefe por los españoles supervivientes, resultando herido en
enfrentamientos con los portugueses, pero no paró de recorrer aquellas islas tomando
notas cartográficas y de las posibilidades comerciales, hasta el año 1535, en
el que Carlos V cedió (vendió) las Molucas a nuestros primos ibéricos. Entonces
se vino a España, convirtiéndose así en uno de los protagonistas de la segunda vuelta al mundo y la más larga (11 años). Después aparece en México con el
rumboso título de corregidor del virrey. En 1553, buscando la gloria eterna,
profesó como agustino, pero, igual que la cabra tira al monte, él se enroló
como cosmógrafo en la expedición de Legazpi (aunque con intenciones
evangelizadoras incluidas). Y fue él (¡sí, él!) quien partió desde las Molucas hacia México para obtener
refuerzos en ese viaje que ya hemos mencionado.
-
Déjame el remate, pequeñín. Urdaneta dio en la diana. Pero (¡santo Dios!) el
enrevesado enigma del tornaviaje acababa de solucionarlo otro bicho raro:
Alonso de Arellano. La buena fama de Urdaneta, su capacidad intelectual y
cosmográfica, así como la idea de que Arellano era un “trampas” y un desertor
de la armada de Legazpi, le arrebataron el glorioso mérito de ser el primero en
llegar a las costas mexicanas: era el año 1565, y el desprestigiado Arellano lo
había conseguido dos meses antes que Urdaneta. Así es la vida, querubín: muchas
patentes son un robo. Sayonara, plumífero.
El
afán de lucro, el consumismo, el trasvase cultural y religioso: todo se puso en
marcha de inmediato en cuanto se descubrió el “retroviaje”, evitando así el tortuoso
recorrido de la vuelta entera al mundo. En 1568, ya empezó a funcionar la línea
regular del galeón Manila- Acapulco, con
dos o tres salidas cada año (ida y vuelta), durante casi tres siglos. Hay cosas
que aceleran vertiginosamente la historia. Eterna gratitud a todos los que participaron
en el proyecto, los que brillaron con nombre propio y los que fueron olvidados.
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