lunes, 8 de febrero de 2016

(169) - Gabon, Felitxu: vamos a presentar a Álvaro de Mendaña.
     - Ongi etorri, Santxotxu. Por fin hemos dado con  la solución al tornaviaje; así que hay que aprovecharlo. El rey, eufórico por la reducción de costos y tiempo, hizo que partiera dos años después, en 1567, otra expedición hacia la zona de las Molucas, bajo el mando de este discutido personaje gallego-leonés, nacido en 1542.
     - Tienes ahí una pequeña prueba, desconfiado investigador, de que es tan fácil pillarse los dedos con los datos históricos como con  las juguetonas erratas. Se da por hecho que Mendaña estuvo casado con Andrea Cervantes, la hermana del ilustrísimo manco, porque ella lo afirmaba, a pesar de que su biografía encajaba difícilmente con esa posibilidad. ¿Mentira interesada? ¿Silencio del marido? Era todo más sencillo: Andrea estuvo casada con Álvaro de Mendaña, pero se trataba de otro del mismo nombre, los dos generales y los dos parientes entre sí, como puestos de acuerdo para confundir a los cronistas.
     - Certo, dottore. El “nuestro” llegó a Perú en 1564 con su tío (por cierto, de los dos) Lope García de Castro, un letrado miembro del Consejo de Indias que iba con un curioso encargo del soberano, ejercer de virrey sin serlo, quitándole el puesto al titular, don Diego López de Zúñiga y Velasco, que fue destituido por su fe ciega en que lo que vale es el linaje y no la persona. Además de corrupto y endiosado, cortejaba rijosamente sin parar. Cuando don Lope llegó, el picaflor acababa de morir, corriendo el rumor de que se lo había cargado un marido engañado pero que no se engañaba. Fue poco después cuando se descubrió el tornaviaje (aleluya), magnífica ocasión para que se fantaseara con la idea de salir de correría por el Pacífico, explorar  nuevas tierras y volver “a” (que no me riña el purista colombiano Daniel Samper) por los laureles. Tu turno.
     - Ah, perillán: me dejas a  mí la presentación de tu amigo Pedro Sarmiento de Gamboa, el gallego-bilbaíno, que nos vuelve a visitar. Tiene mucho, pero mucho que ver con ese viaje. Su extraordinaria valía, con un toque de iluminado, su cultura (gran latino, escritor, poeta, cosmógrafo, humanista…) y la experiencia militar de este empedernido soñador, que, además, probablemente fue muy honesto, hacían que tuviera una merecida confianza en sí  mismo, pero se  diría que el destino estaba empeñado en que fracasara casi en todo, aunque, eso sí, como un glorioso perdedor. Tenía la seguridad de que por ese inmenso océano había tierras por descubrir, y convenció a las autoridades para que se saliera a buscarlas. Para darle un empujoncito de entusiasmo a Lope García de Castro, le animó a que nombrara como jefe a su sobrino, Álvaro de Mendaña, que, con apenas 25 años, carecía totalmente de experiencia, siendo Pedro un zurrado veterano de 35. Agur, txiki.
     - Y García de Castro aceptó encantado: en mala hora. Bihar arte.


     Todos queremos mucho a los nuestros (recuerda que hasta yo dejé como posible heredero a mi desastroso sobrino Juan Ortiz de Matienzo, el oidor de la Audiencia de México), así que no le podía faltar un monumento a Mendaña en el pueblo leonés donde nació, Congosto, aunque su segundo apellido, Neyra, confirma el origen gallego de su madre. Lo mismo pasa con Pedro, que era Sarmiento por su familia pontevedresa, con la que se crio (había nacido en Alcalá de Henares), y Gamboa como hijo de una bilbaína. Pero “el niño pijo” era Mendaña, y Pedro tuvo que tragar mucha quina bajo su mando durante la expedición.


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