(169) - Gabon,
Felitxu: vamos a presentar a Álvaro de Mendaña.
- Ongi etorri, Santxotxu. Por fin hemos
dado con la solución al tornaviaje; así
que hay que aprovecharlo. El rey, eufórico por la reducción de costos y tiempo,
hizo que partiera dos años después, en 1567, otra expedición hacia la zona de
las Molucas, bajo el mando de este discutido personaje gallego-leonés, nacido
en 1542.
- Tienes ahí una pequeña prueba,
desconfiado investigador, de que es tan fácil pillarse los dedos con los datos
históricos como con las juguetonas
erratas. Se da por hecho que Mendaña estuvo casado con Andrea Cervantes, la
hermana del ilustrísimo manco, porque ella lo afirmaba, a pesar de que su
biografía encajaba difícilmente con esa posibilidad. ¿Mentira interesada?
¿Silencio del marido? Era todo más sencillo: Andrea estuvo casada con Álvaro de
Mendaña, pero se trataba de otro del mismo nombre, los dos generales y los dos
parientes entre sí, como puestos de acuerdo para confundir a los cronistas.
- Certo, dottore. El “nuestro” llegó a
Perú en 1564 con su tío (por cierto, de los dos) Lope García de Castro, un
letrado miembro del Consejo de Indias que iba con un curioso encargo del
soberano, ejercer de virrey sin serlo, quitándole el puesto al titular, don Diego
López de Zúñiga y Velasco, que fue destituido por su fe ciega en que lo que
vale es el linaje y no la persona. Además de corrupto y endiosado, cortejaba
rijosamente sin parar. Cuando don Lope llegó, el picaflor acababa de morir,
corriendo el rumor de que se lo había cargado un marido engañado pero que no se
engañaba. Fue poco después cuando se descubrió el tornaviaje (aleluya),
magnífica ocasión para que se fantaseara con la idea de salir de correría por
el Pacífico, explorar nuevas tierras y
volver “a” (que no me riña el purista colombiano Daniel Samper) por los
laureles. Tu turno.
- Ah, perillán: me dejas a mí la presentación de tu amigo Pedro
Sarmiento de Gamboa, el gallego-bilbaíno, que nos vuelve a visitar. Tiene
mucho, pero mucho que ver con ese viaje. Su extraordinaria valía, con un toque
de iluminado, su cultura (gran latino, escritor, poeta, cosmógrafo, humanista…)
y la experiencia militar de este empedernido soñador, que, además,
probablemente fue muy honesto, hacían que tuviera una merecida confianza en
sí mismo, pero se diría que el destino estaba empeñado en que
fracasara casi en todo, aunque, eso sí, como un glorioso perdedor. Tenía la
seguridad de que por ese inmenso océano había tierras por descubrir, y
convenció a las autoridades para que se saliera a buscarlas. Para darle un
empujoncito de entusiasmo a Lope García de Castro, le animó a que nombrara como
jefe a su sobrino, Álvaro de Mendaña, que, con apenas 25 años, carecía
totalmente de experiencia, siendo Pedro un zurrado veterano de 35. Agur, txiki.
- Y García de Castro aceptó encantado: en
mala hora. Bihar arte.
Todos queremos mucho a los nuestros
(recuerda que hasta yo dejé como posible heredero a mi desastroso sobrino Juan
Ortiz de Matienzo, el oidor de la Audiencia de México), así que no le podía
faltar un monumento a Mendaña en el pueblo leonés donde nació, Congosto, aunque
su segundo apellido, Neyra, confirma el origen gallego de su madre. Lo mismo
pasa con Pedro, que era Sarmiento por su familia pontevedresa, con la que se
crio (había nacido en Alcalá de Henares), y Gamboa como hijo de una bilbaína.
Pero “el niño pijo” era Mendaña, y Pedro tuvo que tragar mucha quina bajo su
mando durante la expedición.
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