(1416) Pero el tramposo y seductor primo
del Gobernador Pedro de Mendoza tuvo su castigo: “Después de todo esto, dejamos
en tierra a Jorge de Mendoza y a su mujer, porque nuestro capitán (Paimen)
no quería tenerlos más a bordo. Reparamos nuestro navío y
navegamos hasta llegar a una isla que se llama Santiago (en Cabo Verde)
y depende del rey de Portugal. Los portugueses mandan allí y los negros les
sirven (como esclavos). Esta ciudad está a 300 leguas de la dicha
isla de Palma, permanecimos allí 5 días, y así, toda la flota de 14 navíos se
volvieron a reunir. Después navegamos por dos meses hasta que arribamos a una
isla en la que solo había aves que matábamos a garrotazos. La isla está del
todo despoblada y dista de la susodicha isla de Santiago 1.500 leguas”.
A Ulrico, hombre de curiosidad científica, le encantaba tomar
notas de lo que observaba: “En este mar hay peces voladores,
otros muy grandes, de la especie de las ballenas, y otros también grandes,
llamados ‘pez sombrero de paja’, porque
les tapa la cabeza un disco con el que pueden atacar a los demás peces.
Son peces de mucha fuerza y muy malos. Otros hay de cuyo lomo nace una especie
de cuchilla de hueso de ballena, y se llaman en castellano pez
espada, y otros llamados pez sierra. Después navegamos hasta Río de Janeiro,
que depende del rey de Portugal, y los indios se llaman tupís (de
raza guaraní). Allí nos quedamos unos 14 días. Aquí don
Pedro de Mendoza, nuestro capitán general, dispuso que Juan de Osorio,
que era cono su hermano adoptivo, nos mandase en calidad de su lugarteniente,
porque él seguía siempre sin acción, tullido y enfermo. Así las cosas, Juan
Osorio, no tardó en ser mal visto por algunos y calumniado ante Pedro
de Mendoza. La acusación se refería a que trataba de sublevarle la gente. Con
este pretexto, Pedro de Mendoza ordenó a otros 4 capitanes llamados Juan
de Ayolas, Juan de Salazar, Jorge Luján y Lázaro Salvago (este
nombre es dudoso) que matasen al dicho Juan de Osorio a puñaladas, o
como mejor pudiesen, y que lo tirasen al medio de la plaza por traidor. Más aún:
hizo publicar por bando que nadie osase compadecerse de Osorio so pena de
correr la misma suerte, fuere quien fuere. Se le hizo
injusticia, como lo sabe Dios el Todopoderoso, y que Él lo favorezca, porque
fue aquel un hombre piadoso y recto, buen soldado, que sabía mantener el orden
y disciplina entre la gente de pelea”.
Tras la injusta y cruel ejecución de Juan
de Osorio, los españoles continuaron navegando. “Después seguimos hacia el Río
de la Plata, y dimos con una corriente de agua dulce, que se llama río Paraná
Iguazú (el de las famosas cataratas), y tiene de ancho en la boca, donde
deja de ser mar, una extensión de 42 leguas. Enseguida
arribamos a una bahía llamada San Gabriel, y allí echamos las anclas de
nuestros 14 navíos. Como teníamos que dejar los navíos mayores a un tiro de
arcabuz de la tierra, nuestro general, don Pedro de Mendoza mandó que los
marineros desembarcasen a la gente en los pequeños esquifes. Así pues, con el
favor de Dios, llegamos a Río de la Plata el año 1535. Allí
nos encontramos con unos indios llamados charrúas, que eran unos dos mil, y que que solo tenían para
comer pescado y carne. Al llegar nosotros, ya habían abandonado el pueblo con
mujeres e hijos, de manera que no pudimos dar con ellos. Estos indios andan en
cueros vivos, pero sus mujeres se tapan las vergüenzas con un paño de
algodón que les cubre desde el ombligo hasta la rodilla”. Una curiosidad: al peleón
jugador de fútbol uruguayo Luis Suárez le llaman (Charrúa) por la bravura de
esos indios.
(Imagen) Nos ha contado Ulrico Schmídel la
triste muerte de JUAN DE OSORIO (nacido el año 1511 en Morón de la
Frontera-Cádiz, ver imagen), que pasó de figurar como el amigo preferido del
gobernador Pedro de Mendoza a ser ejecutado por orden suya fundándose en
sospechas de traición. Hay dos pruebas inapelables de que el Gobernador fue
engañado por capitanes envidiosos. Una de ellas es el comentario inapelable de
Ulrico: “Se le hizo injusticia, como lo sabe Dios Todopoderoso, y ojalá Él lo
favorezca, porque fue un hombre piadoso y recto, buen soldado, que sabía
mantener el orden y disciplina entre la gente de pelea”. Ulrico va demostrando
que era un hombre recto, compasivo y muy religioso, lo que no obsta para que,
vuelto a su ciudad natal, la alemana Ratisbona, abrazara voluntariamente las creencias
luteranas. La otra prueba lo aclaró todo: su padre, ya muerto el gobernador
Pedro de Mendoza, entabló un pleito contra la ejecución de Juan de Osorio, y,
aunque fue muy largo, lo ganó, quedando evidente aquella injusticia. Hay un
asunto que Ulrico deja algo confuso. Pedro de Mendoza, sumamente airado, ordenó
a Juan de Ayolas, Juan de Salazar, Jorge Luján y Lázaro Salvago que se
ejecutase de inmediato a Juan de Osorio, lo que haría suponer que estos cuatro
fueron los calumniadores de la víctima. Pero, en realidad, los intrigantes eran
Ayolas (que ya había tenido un enfrentamiento con Osorio en Canarias), Galaz de
Medrano y Juan de Cáceres. Los ejecutores de su muerte fueron Ayolas y Galaz de
Medrano. El 3 de diciembre de 1535 tomaron de improviso a Juan de Osorio y lo
mataron a puñaladas. El cadáver fue abandonado en la playa con un letrero que
decía: "A éste mandó matar don Pedro de Mendoza por traidor y
amotinado". Me alegra que quede excluido de ambas actuaciones Juan de
Salazar, ya que era de mi cercana Espinosa de los Monteros (Burgos). Todos los
citados partieron de España con Pedro de Mendoza, y nombro de paso a otros
tres, Domingo Martínez de Irala, Rodrigo de Cepeda (hermano de Santa Teresa de
Jesús) y Domingo de Mendoza, quien, como su hermano, el Gobernador, va a morir
pronto. Del gran protagonismo en esta historia de Río de la Plata por parte de Domingo Martínez de Irala y de Juan de Salazar
(fundador de Asunción) ya hablé hace mucho tiempo largo y tendido, pero Ulrico
aportará, sin duda alguna, sabrosos detalles. Lo contado no impide que Juan de
Ayolas fuera un heroico conquistador. Él fundó el Fuerte de La Candelaria. En
su afán de descubrir nuevas tierras, y tras dejar al mando en La Candelaria a
Domingo Martínez de Irala, logró llegar casi hasta Perú. Retornó a La
Candelaria, pero el fuerte estaba ya abandonado, y los indios paraguayos lo
mataron en aquel lugar el año 1538.