(1407) No estará de más comentar algún
aspecto positivo del retorcido gobernador FRANCISCO DE MENESES, y eso solo lo
encontramos en varias victorias que tuvo contra los mapuches. Fundamentalmente
llevó a cabo tres campañas militares, que las capitaneó antes de lo que
acabamos de contar acerca del triste episodio
en el que ejecutó con saña al veedor Manuel de Mendoza por haber
intentado matarle, sin duda debido a los atropellos que había tenido que
aguantarle. La primera campaña la inició el mes de diciembre de 1664 en el
difícil territorio mapuche de la zona de Arauco, y, en general, le salieron
bien las cosas. Llevaba un ejército considerable, y los indios no se atrevieron
a plantarle cara. Jugó también con la ventaja de que los mapuches no habían
ocupado los fuertes de los que obligaron a huir a los españoles. Así que no le
fue difícil rehacer y poner en condiciones los de Arauco, Nacimiento, Santa Fe
y Santa Juana. Dado su carácter fanfarrón, presumía de que sus victorias
estaban asentando la paz definitiva de Chile, y no descuidó el detalle de tener
un escribano que había de redactar la crónica de sus méritos. Al recibir una
carta del Rey en la que valoraba mucho lo conseguido por el gobernador anterior,
Ángel de Peredo, el gran mezquino Francisco de Meneses le respondió al Rey con
otra suya llena de desprecios a Peredo valiéndose de opiniones de testigos
comprados. Durante su segunda campaña, iniciada a principios de 1666, Meneses
tuvo unos resultados de mediano interés, y siguió acosando intensamente a
quienes no eran de su confianza, por lo que algunos se vieron obligados a
refugiarse en dependencias eclesiásticas. Por entonces hizo una maniobra que le
salió mal. Estando vacante el virreinato de Perú, intrigó para que la ciudad de
Valdivia (que estaba en la jurisdicción del virrey), pasase a depender de él,
como gobernador de Chile, pero fracasó en el intento, ya que le pararon los
pies las autoridades peruanas. La tercera campaña fue asimismo un avance poco
problemático porque los indios seguían temiendo al numeroso ejército español, y
el Gobernador repitió su estrategia de fundar fuertes, a uno de los cuales le
puso el nombre de San Carlos de Virquén, en honor a Carlos II, rey titular por
el fallecimiento de Felipe IV el 17 de septiembre de 1665. Meneses se había
enterado en Concepción del fallecimiento del Rey, y de que heredaba el trono su
hijo Carlos, quedando bajo la regencia de su madre, Mariana de Austria, debido
a la corta edad del sucesor. La noticia le inquietó al Gobernador, ya que había
estado disfrutando del apoyo de Felpe IV, y temía que todo fuera peor si su
mujer ejercía como regente.
Tras estas campañas que, aunque no habían
sido espectaculares, daban como resultado un balance positivo, Francisco de
Meneses, sacando conclusiones triunfalistas por lo que consideraba cimientos de
una paz definitiva en Chile, hacía una propaganda exagerada de sus éxitos. Sin
embargo no pasaría mucho tiempo hasta que en ese fuerte de San Carlos de
Virquén se produjera una tragedia. El 20 de mayo de 1667 hicieron los mapuches
un asalto por sorpresa, y mataron cruelmente al capitán Paredes y a los sesenta
españoles que estaban bajo su mando. Poco después, FRANCISCO DE MENESES dejó de
ser Gobernador de Chile.
(Imagen)
El gobernador FRANCISCO DE MENESES se había hecho odioso en Chile. Llegaron a
finales de 1665 contundentes protestas a la Corte de Madrid enviadas por el
obispo de Santiago, los oidores de la Audiencia, los funcionarios y algunos
vecinos, a las que adjuntaron los informes del fallecido virrey del Perú: “Sin embargo, la reina doña
Mariana de Austria, que desde la muerte del Rey (septiembre de 1665) ostentaba
la regencia por la menor edad de Carlos II, no decidió tomar medidas para
remediar los males que se denunciaban. Quizá se debiera a que la Corte de
España estaba dividida en bandos. Don Juan de Austria, el hijo natural de
Felipe IV, que era el protector de Meneses, se oponía a los planteamientos del
jesuita alemán Everardo Nithard, confesor y consejero de la Reina, el cual ganó
la partida. En octubre de 1666, don Juan de Austria, viendo perseguidos a sus
partidarios y temeroso de ser apresado, abandonó la Corte y se puso al frente
de un levantamiento armado. La Reina, aunque inquieta por estos disturbios, se vio
entonces con más libertad de acción. En esos momentos, doña Mariana de Austria
tenía que nombrar un virrey para el Perú. Su elección recayó en don PEDRO
FERNÁNDEZ DE CASTRO Y ANDRADE, Conde de Lemos, descendiente de san Francisco de
Borja (vamos viendo a varios parientes suyos con protagonismo en Perú y en
Chile), tan amigo de los jesuitas, que, según un padre de la orden, ‘solo
faltaba la sotana para ser un perfecto jesuita’. Conocedora de las violencias
que el Gobernador de Chile había hecho contra los eclesiásticos, así como de
los perjuicios causados a los vasallos de aquellas tierras, y dado que los
oidores de la Audiencia de Santiago habían huido para no hacer lo que les
exigía, la Reina, por cédula de 12 diciembre de 1666, le otorgó al conde de
Lemos las más amplias facultades para zanjar aquellos asuntos. Le encargaba que,
al llegar a Perú, nombrara a un letrado encargado de redactar un extenso
informe sobre el comportamiento de Francisco de Meneses como gobernador de Chile. La Reina añadió en el documento: ‘Dado
que al dicho letrado se le ha de dar autorización para que, durante el tiempo
de su inspección, le quite el gobierno a don Francisco de Meneses, os ordeno
que, en su lugar, enviéis a que gobierne interinamente aquel reino de Chile la
persona de más experiencia militar y de mayor prudencia que hallaseis para este
propósito’. El Conde de Lemos, provisto de instrucciones preparadas por el
Consejo de Indias para este asunto, partió de Cádiz el 3 de marzo de 1667, y tomó
en Lima posesión como Virrey de Perú el día 21 de noviembre del mismo año”. En
la imagen (que se ve fatal) el Virrey anotó el día de su partida la relación de
sus acompañantes. En la hoja completa aparecen más de sesenta.
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