(1411) El juicio de residencia de don
Francisco de Meneses, por la gravedad de los hechos, la cuantía de dinero que
estaba en juego y por la posición social de las personas que le acusaban,
preocupó a todos los pobladores de Chile durante casi tres años, y fue causa de
desavenencias sociales que duraron aún más tiempo: “El gobernador interino, Marqués
de Navamorquende (Diego Dávila Coello), se empeñó en mantenerse alejado
de esas luchas, y consiguió conservar incólume su prestigio y la rectitud e
independencia de su carácter. ‘Caballero de buen celo, desinteresado, de gran
talento y con deseos de servir a su Rey’, dice un escritor que lo conoció de
cerca, el Marqués se centró seriamente en normalizar la administración pública durante
el corto tiempo que dirigió el gobierno de Chile. La Reina, doña Mariana de
Austria, al asumir la regencia, había redactado
dos cédulas dirigidas a los virreyes, obispos y gobernadores de las Indias. Les
recomendaba que velasen por la recta administración de justicia, y ‘que se
cultiven las buenas costumbres, castigando los pecados públicos con los medios
más justos y eficaces para su eliminación’. Aunque esta intervención de las
autoridades era absolutamente ineficaz, no se podía dejar de lado tal encargo. ‘Al
cumplimiento de esas órdenes -decía el gobernador marqués de Navamorquende- atenderé
con la puntualidad que debo, encargando a los ministros espirituales y
temporales que cumplan exactamente su deber’. Pero él tenía otro campo en el que
podía actuar con más eficacia. Anuló la venta que se había hecho de cinco
plazas de regidores del cabildo de Santiago, manejo fraudulento que había efectuado
Francisco de Meneses para entregar ese cargo a sus más fieles partidarios. Cortó
también otros abusos fomentados por la gobernación
anterior. ‘He prohibido totalmente -le comunicaba a la Corte- el abuso de las
licencias que se daban a los soldados para venir a Santiago con el pretexto de pertrecharse, de
lo cual protestaban los vecinos debido a los graves daños que se producían, y a
los inconvenientes que causaban al ausentarse de sus tropas, llegando muchos al
extremo de desertar. Los latrocinios tienen aquí tan profundas raíces, especialmente
en los cinco últimos años, que me he dedicado sobre todo al castigo de este
comportamiento con las penas que se han ejecutado’. El marqués de Navamorquende,
además, conociendo la falta que había en Chile de gente de servicio para el
cultivo de los campos, prohibió el envío de negros, mulatos e indios esclavos que se hacía para venderlos
en el Perú”.
Ordenó, además, la Reina que se devolvieran
a España a todos los extranjeros que habían partido para Chile sin la
preceptiva licencia: ‘Habiendo hecho el escrutinio conveniente -contestó el
marqués de Navamorquende-, no he hallado que en este reino de Chile haya
extranjero alguno, porque a los portugueses no los tengo por tales, sino por
vasallos de Vuestra Majestad’. La Reina también anunciaba que Luis XIV de
Francia, inventando pretextos para apoderarse de las provincias españolas de
los Países Bajos, había roto la paz con España, por lo cual mandaba que se
hiciera un embargo general de los bienes que poseyesen en Chile los súbditos de
aquel soberano”.
(Imagen) Llevamos mucho tiempo sumergidos
en el casi eterno conflicto entre españoles y mapuches, mientras avanzamos poco
a poco por la atormentada historia de ese país. Creo que será conveniente
acelerar la narración destacando lo más importante, y ponerle fin cuando
lleguemos al punto en el que ese infierno quede apagado, o al menos mitigado,
definitivamente. Hemos visto que el fanfarrón y corrupto gobernador de Chile
Francisco de Meneses acabó despreciado, destituido y procesado, muriendo antes
de que se dictara sentencia. Ninguno de sus colegas tuvo tan ignominioso final.
A él lo sustituyó JUAN HENRÍQUEZ DE VILLALOBOS, del que Diego Barros hace el
siguiente comentario: “La Reina regente, Doña Mariana de Austria, sin esperar
siquiera el resultado de la investigación que se le hacía a Francisco de
Meneses, le quitó el cargo de gobernador de Chile, y nombró a don Juan
Henríquez en agosto de 1668. Era este un militar acreditado por 19 años de valiosos
servicios. Hijo de padres españoles, había nacido en Lima hacia el año 1630,
pero siendo niño todavía, pasó a España. Hizo sus estudios de leyes en la
universidad de Salamanca, lo que no le impidió iniciar su carrera militar
cuando apenas tenía veinte años de edad. ‘Empezó a servir en septiembre de 1649
-indica su relación de méritos-. Sirvió cuatro años en la armada del océano,
tres meses como capitán en la guerra de Burdeos, cinco meses en Milán, y luego,
como capitán de caballería, en el ejército de Extremadura, siendo dos veces maestre de campo hasta junio
de 1663. Hallándose en la toma de Ébora (Portugal), fue hecho prisionero,
y lo estuvo durante más de cuatro años, hasta marzo de 1668’. La paz celebrada
entonces con Portugal, reconociéndose su independencia, le permitió volver a
Madrid. Sus antiguos jefes, entre los cuales figuraban los militares más
distinguidos que España tenía en esa época, certificaban por escrito que
Henríquez se había hallado en centenares de combates o batallas, que había
recibido peligrosas heridas, y que en todas las ocasiones había probado el
valor y la discreción de un buen capitán. Contaban, además, otras personas que,
en vez de perder el tiempo de su cautiverio y las horas de ocio de la vida
militar en las diversiones a que eran tan inclinados sus camaradas, Henríquez
las ocupaba en leer, adquiriendo mucha cultura. Fue nombrado Caballero de
Santiago, y, al llegar a Chile como gobernador, se esperaba de él que pondría
término a los desórdenes de la mala administración de don Francisco de Meneses.
Pero, por desgracia, también su gobierno (1670-1682) tuvo fama de muy corrupto.
Murió en Madrid, siendo soltero, el año 1689, y fue sepultado en la Iglesia
Imperial y Noviciado de los Jesuitas”.
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