jueves, 25 de agosto de 2022

(1811) El desastroso gobernador Francisco de Meneses fue sustituido interinamente por el juicioso Diego Dávila, a quien sucedió el heroico Juan Henríquez de Villalobos, el cual, sin embargo, pecó de corrupto.

 

     (1411) El juicio de residencia de don Francisco de Meneses, por la gravedad de los hechos, la cuantía de dinero que estaba en juego y por la posición social de las personas que le acusaban, preocupó a todos los pobladores de Chile durante casi tres años, y fue causa de desavenencias sociales que duraron aún más tiempo: “El gobernador interino, Marqués de Navamorquende (Diego Dávila Coello), se empeñó en mantenerse alejado de esas luchas, y consiguió conservar incólume su prestigio y la rectitud e independencia de su carácter. ‘Caballero de buen celo, desinteresado, de gran talento y con deseos de servir a su Rey’, dice un escritor que lo conoció de cerca, el Marqués se centró seriamente en normalizar la administración pública durante el corto tiempo que dirigió el gobierno de Chile. La Reina, doña Mariana de Austria, al  asumir la regencia, había redactado dos cédulas dirigidas a los virreyes, obispos y gobernadores de las Indias. Les recomendaba que velasen por la recta administración de justicia, y ‘que se cultiven las buenas costumbres, castigando los pecados públicos con los medios más justos y eficaces para su eliminación’. Aunque esta intervención de las autoridades era absolutamente ineficaz, no se podía dejar de lado tal encargo. ‘Al cumplimiento de esas órdenes -decía el gobernador marqués de Navamorquende- atenderé con la puntualidad que debo, encargando a los ministros espirituales y temporales que cumplan exactamente su deber’. Pero él tenía otro campo en el que podía actuar con más eficacia. Anuló la venta que se había hecho de cinco plazas de regidores del cabildo de Santiago, manejo fraudulento que había efectuado Francisco de Meneses para entregar ese cargo a sus más fieles partidarios. Cortó también otros abusos  fomentados por la gobernación anterior. ‘He prohibido totalmente -le comunicaba a la Corte- el abuso de las licencias que se daban a los soldados para venir  a Santiago con el pretexto de pertrecharse, de lo cual protestaban los vecinos debido a los graves daños que se producían, y a los inconvenientes que causaban al ausentarse de sus tropas, llegando muchos al extremo de desertar. Los latrocinios tienen aquí tan profundas raíces, especialmente en los cinco últimos años, que me he dedicado sobre todo al castigo de este comportamiento con las penas que se han ejecutado’. El marqués de Navamorquende, además, conociendo la falta que había en Chile de gente de servicio para el cultivo de los campos, prohibió el envío de negros, mulatos  e indios esclavos que se hacía para venderlos en el Perú”.

     Ordenó, además, la Reina que se devolvieran a España a todos los extranjeros que habían partido para Chile sin la preceptiva licencia: ‘Habiendo hecho el escrutinio conveniente -contestó el marqués de Navamorquende-, no he hallado que en este reino de Chile haya extranjero alguno, porque a los portugueses no los tengo por tales, sino por vasallos de Vuestra Majestad’. La Reina también anunciaba que Luis XIV de Francia, inventando pretextos para apoderarse de las provincias españolas de los Países Bajos, había roto la paz con España, por lo cual mandaba que se hiciera un embargo general de los bienes que poseyesen en Chile los súbditos de aquel soberano”.

 

    (Imagen) Llevamos mucho tiempo sumergidos en el casi eterno conflicto entre españoles y mapuches, mientras avanzamos poco a poco por la atormentada historia de ese país. Creo que será conveniente acelerar la narración destacando lo más importante, y ponerle fin cuando lleguemos al punto en el que ese infierno quede apagado, o al menos mitigado, definitivamente. Hemos visto que el fanfarrón y corrupto gobernador de Chile Francisco de Meneses acabó despreciado, destituido y procesado, muriendo antes de que se dictara sentencia. Ninguno de sus colegas tuvo tan ignominioso final. A él lo sustituyó JUAN HENRÍQUEZ DE VILLALOBOS, del que Diego Barros hace el siguiente comentario: “La Reina regente, Doña Mariana de Austria, sin esperar siquiera el resultado de la investigación que se le hacía a Francisco de Meneses, le quitó el cargo de gobernador de Chile, y nombró a don Juan Henríquez en agosto de 1668. Era este un militar acreditado por 19 años de valiosos servicios. Hijo de padres españoles, había nacido en Lima hacia el año 1630, pero siendo niño todavía, pasó a España. Hizo sus estudios de leyes en la universidad de Salamanca, lo que no le impidió iniciar su carrera militar cuando apenas tenía veinte años de edad. ‘Empezó a servir en septiembre de 1649 -indica su relación de méritos-. Sirvió cuatro años en la armada del océano, tres meses como capitán en la guerra de Burdeos, cinco meses en Milán, y luego, como capitán de caballería, en el ejército de Extremadura,  siendo dos veces maestre de campo hasta junio de 1663. Hallándose en la toma de Ébora (Portugal), fue hecho prisionero, y lo estuvo durante más de cuatro años, hasta marzo de 1668’. La paz celebrada entonces con Portugal, reconociéndose su independencia, le permitió volver a Madrid. Sus antiguos jefes, entre los cuales figuraban los militares más distinguidos que España tenía en esa época, certificaban por escrito que Henríquez se había hallado en centenares de combates o batallas, que había recibido peligrosas heridas, y que en todas las ocasiones había probado el valor y la discreción de un buen capitán. Contaban, además, otras personas que, en vez de perder el tiempo de su cautiverio y las horas de ocio de la vida militar en las diversiones a que eran tan inclinados sus camaradas, Henríquez las ocupaba en leer, adquiriendo mucha cultura. Fue nombrado Caballero de Santiago, y, al llegar a Chile como gobernador, se esperaba de él que pondría término a los desórdenes de la mala administración de don Francisco de Meneses. Pero, por desgracia, también su gobierno (1670-1682) tuvo fama de muy corrupto. Murió en Madrid, siendo soltero, el año 1689, y fue sepultado en la Iglesia Imperial y Noviciado de los Jesuitas”.




No hay comentarios:

Publicar un comentario