domingo, 7 de agosto de 2022

(1795) Lo que no podía imaginar el Gobernador Pedro Porter era que un mestizo español, resentido por verse despreciado, se convirtiera en temible líder de los mapuches. Se trataba del inteligente y heroico Alejo Vivar del Risco.

 

     (1395) El mes de abril, empezado el otoño chileno, y contando con que la situación  militar con los mapuches se había tranquilizado, Pedro Porter Casanate se puso en marcha para presentarse en la capital, Santiago:  “El Cabildo de la ciudad lo recibió el 13 de mayo de 1656 con las solemnidades acostumbradas. Sus relaciones con los otros poderes públicos fueron esmeradamente atentas. Seis días después, al presidir por primera vez la sesión del Cabildo, le dio cortésmente las gracias por la puntualidad con que lo había socorrido en las necesidades de la guerra. Todo hace creer que Porter Casanate era un mandatario tan discreto como bien intencionado, pero le tocó gobernar en circunstancias verdaderamente terribles, en que todas las dotes de su carácter y de su inteligencia se habían de estrellar contra un encadenamiento de desgracias que apenas le fue posible reparar. Durante su permanencia en Santiago, y cuando se ocupaba en preparar sus tropas para iniciar el verano siguiente una campaña eficaz, la guerra del sur tomó proporciones muy alarmantes. Un soldado del ejército español, al que se le conocía solamente con el nombre de Alejo, mestizo oscuro, pero distinguido por su audacia y por su maestría en el manejo de las armas. se hallaba entonces a la cabeza de las huestes mapuches, y comenzaba a obtener señaladas victorias. Había pedido poco antes a sus jefes que, en premio de sus buenos servicios a la causa del Rey, se le diese el rango de oficial, pero sus exigencias fueron desatendidas, y se le trató con el desprecio con que eran mirados por los españoles hombres como él. Jurando tomar venganza de este ultraje, abandonó las filas españolas, y fue a refugiarse entre los indios. Conocía perfectamente la lengua y las costumbres de los bárbaros, sabía incitarlos a la guerra, y, por el conocimiento que tenía de la táctica y de los recursos de los españoles, podía resultarles un terrible enemigo. Su deserción, a la que se dio poca importancia en un principio, iba a causar en breve grandes males, y así, desde mediados de 1656, la impaciencia de los indios llegó a ser más amenazadora. El Gobernador se ocupaba en organizar en Santiago una columna de voluntarios con que engrosar el ejército, consiguió que algunos vecinos se alistaran y partió en los primeros días de octubre para reparar los desastres de la guerra. Aunque los indios intentaron sorprenderlo en el distrito de Cauquenes, el Gobernador los dispersó sin dificultad, y llegó a Concepción el 30 de octubre con toda su gente. Para escarmentar a los indios con operaciones más eficaces, Porter Casanate organizó dos divisiones que debían entrar en campaña simultáneamente. Una de ellas, mandada por el capitán don Martin de Erizarri, recibió el encargo de actuar en la comarca vecina al fuerte de Conuco. La otra fue destinada, bajo las órdenes de don Ignacio Carrera, a hacer una entrada al territorio mapuche por la región de la costa. Ambas obtuvieron algunas ventajas sobre el enemigo, terminando su campaña en marzo de 1667. Pero los bárbaros contaban ya entonces con un caudillo tan audaz como astuto, que supo aprovecharse de esta misma división de las fuerzas españolas para acometer una atrevida empresa”.

 

     (Imagen) Diego Barros nos está anunciando que un mestizo llamado Alejo (nacido el año 1635), soldado muy valioso pero desertor del ejército español por no ser premiado como realmente merecía, le va a complicar la vida al gobernador Pedro Porter Casanate. Su historia es de película. Era hijo de una española llamada Isabel, la cual, apresada por los mapuches, lo tuvo con uno de sus caciques. Cinco años después, logró escapar con Alejo, llegaron a Concepción, y allí, sin    que se sepa por qué, Isabel ingresó en un convento y dejó a su hijo a cargo de la familia Vivar del Risco. Desde entonces, el mestizo pasó a llamarse ALEJO (o Alejandro) VIVAR DEL RISCO, y, siendo muy joven, se alistó en las tropas españolas, destacando pronto por su capacidad militar como arcabucero y su extraordinaria valentía. Llevaba dentro también la semilla de un líder nato, y lo demostró bajo el mando del gobernador Pedro Porter Casanate en la batalla de Conuco (enero de 1656), que acabamos de contemplar. Fue entonces cuando le arrebató la ira porque no le concedieron el premio que merecía su brillante actuación, y tomó la decisión de vengarse implacablemente liderando a los mapuches, que enseguida se dieron cuenta de que era el jefe ideal, por sus propias cualidades y porque conocía como nadie los puntos fuertes y los débiles de los españoles. No tardó mucho en organizar a los guerreros mapuches y obtener victorias espectaculares sobre sus antiguos compañeros de armas, con gran pesar del gobernador Pedro Porter Casanate. Al frente de un millar de indios, atacó en San Rafael a los doscientos soldados de Pedro Gallegos, matando a todos menos a unos diez que fueron apresados, cuyo destino quizá resultara peor que el de los muertos. Tras otra victoria parecida en Los Perales, el Gobernador consiguió pararles los pies, y comenzaría el declive de Alejo de Vivar. Pero no dejó de intentar algo que podría haber sido catastrófico para los españoles. A finales de 1660, acometió la amenazante aventura de apoderarse de Concepción, que, afortunadamente y por dudosas razones, no la remató. Teniendo ya a su merced la ciudad, renunció al ataque definitivo. Se dice que su propia madre salió del convento para hablar con él y rogarle que desistiera de su objetivo, aunque es posible que tuviese demasiadas bajas para poder adueñarse de toda la ciudad. Justo después, lo mataron dos mujeres mapuches, esposas suyas, por celos  de que tuviera relaciones sexuales con dos españolas cautivas. Las autoras huyeron con las españolas y se entregaron al gobernador, quien les concedió una pensión vitalicia. En la imagen vemos un libro que ganó en Chile el Premio Nacional de Literatura el año 1954, y que cuenta la vida y milagros de ALEJO VIVAR DEL RISCO.







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