(1395) El mes de abril, empezado el otoño chileno,
y contando con que la situación militar
con los mapuches se había tranquilizado, Pedro Porter Casanate se puso en
marcha para presentarse en la capital, Santiago: “El Cabildo de la ciudad lo recibió el 13 de
mayo de 1656 con las solemnidades acostumbradas. Sus relaciones con los otros
poderes públicos fueron esmeradamente atentas. Seis días después, al presidir
por primera vez la sesión del Cabildo, le dio cortésmente las gracias por la
puntualidad con que lo había socorrido en las necesidades de la guerra. Todo
hace creer que Porter Casanate era un mandatario tan discreto como bien
intencionado, pero le tocó gobernar en circunstancias verdaderamente terribles,
en que todas las dotes de su carácter y de su inteligencia se habían de
estrellar contra un encadenamiento de desgracias que apenas le fue posible
reparar. Durante su permanencia en Santiago, y cuando se ocupaba en
preparar sus tropas para iniciar el verano siguiente una campaña eficaz, la
guerra del sur tomó proporciones muy alarmantes. Un soldado del ejército
español, al que se le conocía solamente con el nombre de Alejo, mestizo oscuro,
pero distinguido por su audacia y por su maestría en el manejo de las armas. se
hallaba entonces a la cabeza de las huestes mapuches, y comenzaba a obtener
señaladas victorias. Había pedido poco antes a sus jefes que, en premio de sus
buenos servicios a la causa del Rey, se le diese el rango de oficial, pero sus
exigencias fueron desatendidas, y se le trató con el desprecio con que eran
mirados por los españoles hombres como él. Jurando tomar venganza de este
ultraje, abandonó las filas españolas, y fue a refugiarse entre los indios. Conocía
perfectamente la lengua y las costumbres de los bárbaros, sabía incitarlos a la
guerra, y, por el conocimiento que tenía de la táctica y de los recursos de los
españoles, podía resultarles un terrible enemigo. Su deserción, a la que se dio
poca importancia en un principio, iba a causar en breve grandes males, y así,
desde mediados de 1656, la impaciencia de los indios llegó a ser más
amenazadora. El Gobernador se ocupaba en organizar en Santiago una columna de
voluntarios con que engrosar el ejército, consiguió que algunos vecinos se alistaran
y partió en los primeros días de octubre para reparar los desastres de la guerra.
Aunque los indios intentaron sorprenderlo en el distrito de Cauquenes, el
Gobernador los dispersó sin dificultad, y llegó a Concepción el 30 de octubre
con toda su gente. Para escarmentar a los indios con operaciones más eficaces, Porter
Casanate organizó dos divisiones que debían entrar en campaña simultáneamente.
Una de ellas, mandada por el capitán don Martin de Erizarri, recibió el encargo
de actuar en la comarca vecina al fuerte de Conuco. La otra fue destinada, bajo
las órdenes de don Ignacio Carrera, a hacer una entrada al territorio mapuche
por la región de la costa. Ambas obtuvieron algunas ventajas sobre el enemigo,
terminando su campaña en marzo de 1667. Pero los bárbaros contaban ya entonces
con un caudillo tan audaz como astuto, que supo aprovecharse de esta misma
división de las fuerzas españolas para acometer una atrevida empresa”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario