(1399) Al virrey de Perú, Diego de
Benavides y de la Cueva, Conde de Santisteban, le había ordenado el Rey que se
esforzara para conseguirle al nuevo gobernador el mayor número posible de
soldados, pero solamente logró proporcionarle unos cuatrocientos hombres. El
gobernador Ángel de Peredo se embarcó con ellos, y llegó a Concepción el día 22
de mayo de 1662. Entonces se enteró de que tres meses antes había fallecido el destituido
gobernador Pedro Porter: “Este funesto acontecimiento lo eximía de comenzar su
gobierno teniendo que poner en ejecución una orden que era desagradable cumplir
y que suponía, además, una grave injusticia (porque, en realidad, lo que
Pedro Porter merecía no era ser destituido, sino ser premiado)”. Ángel de
Peredo se centró de inmediato en conocer la verdadera situación militar de
Chile para mejorarla al máximo posible. Le resultó deprimente el estado en que
se encontraban los soldados, e hizo un informe con estas palabras: ‘Lo primero
que me llamó la atención fue su desnudez y miseria. Me preocupé de vestirlos y ayudarlos,
y, a dos meses mi llegada, lo tuve hecho. Visité también las tropas y los
fuertes, cosa que no hicieron mis antecesores, y que tuvo más mérito por ser en
lo más riguroso del invierno. Los
soldados han quedado contentos y pagados, pues, al estar acostumbrados a
recibir los socorros en verano, y no necesitando entonces el abrigo de la ropa,
la vendían y se la jugaban, quedándose desnudos’. Ángel de Peredo se trasladó
pronto a Santiago para tomar posesión oficial de su cargo como Gobernador de
Chile. El 30 de junio de 1662 fue recibido por la Real Audiencia, lo que trajo
como consecuencia que se disolvieran de inmediato los roces que habían surgido
durante el corto mandato del anterior gobernador interino, Diego González
Montero, como presidente de ella. Y, como era habitual que los gobernadores
tuvieran su centro de operaciones militares en Concepción, se dirigió allí de
inmediato”.
El gobernador Ángel Peredo planificó
enseguida su campaña militar, y lo hizo de forma modesta, lo cual, en
principio, parece que era una prueba de sensatez: “No pensaba, como sus antecesores, en consumar
la conquista definitiva de todo el territorio. Sus aspiraciones en los primeros
meses no eran desmedidas. Quería sólo que las cosas volvieran al estado que
tenían antes del levantamiento general de los indios en 1655, restableciendo la
misma línea de frontera para asegurar la paz y la tranquilidad en los campos
comprendidos entre los ríos Maule y Biobío, a fin de que ‘estos vecinos -decía-
vayan a sus estancias, siembren y cojan abundancia de bastimentos, sin
necesidad de traerlos por mar con tantos costos y peligros’. Los gastos de este
ejército -decía en otra carta- son muchos después del alzamiento, no sólo por
el pago de la tropa sino en los costos de los bastimentos que se traen de
Santiago y fletes de los bajeles que los conducen, de modo que una fanega de
trigo que antes costaba doce reales (peso y medio), cuesta hoy seis pesos, y
siempre hay falta de comidas’. Esta era la situación que Peredo quería remediar
por entonces, mediante el restablecimiento de la tranquilidad en el territorio
que habían ocupado los españoles”.
(Imagen) Da gusto escucharle al breve gobernador interino ÁNGEL DE PEREDO. Solamente ejercerá en Chile durante dos años (más tarde será Gobernador de Tucumán), pero el balance de su estancia chilena fue muy positivo. Pensó en refundar los fuertes de Arauco y Yumbel, aunque sus capitanes no lo consideraban oportuno. Peredo tenía las ideas claras, y partió con setecientos hombres para aquella zona. Al llegar, se le ocurrió algo más conveniente: vio claro que era mejor hacer el fuerte un poco más lejos, en Lota, donde ya había establecido algunos cimientos el gobernador interino anterior, y, a principios de septiembre de 1662, Peredo inició la obra definitiva, aunque algo desplazada, a lo que hizo referencia en una carta: ‘Esta nueva población, a la que se ha dado el nombre de Santa María de Guadalupe (la actual LOTA que vemos en la imagen), la he situado a tres leguas de distancia, por ser este lugar de tan relevantes calidades, que parece que estaba destinado para este propósito (y disfruta describiéndolo). La fundación es hermosa, el país agradable y fértil, y con puerto de mar seguro junto a la misma muralla para proteger a la población con suma brevedad. El mar es abundante en pescados, hay mucha madera, agua y yerba para la caballería, así como todo lo necesario para su prosperidad”. Y añade Diego Barros: “Los indios comarcanos no pusieron la menor resistencia a las tropas españolas, las cuales, además, por su número y organización, hacían imposible cualquier tentativa hostil. Y lo que es más: los nativos ratificaron los compromisos de paz que le habían hecho a Pedro Porter Casanate, mostrándose totalmente dispuestos a servir a los españoles. El gobernador Peredo, deseando corresponder a estas buenas manifestaciones de los indios, prohibió a los capitanes y soldados que los apresaran para venderlos como esclavos”. Ángel de Peredo era además un hombre de espíritu religioso, lo que explicaría, en parte, su actitud humanitaria. Todo el mundo le apreciaba, y hasta la Real Audiencia de Santiago hizo un informe muy elogioso: “Se mostraron los oidores muy satisfechos de él, y le hablaron al Rey de los buenos resultados de su administración. Como desplegó mucha prudencia en el gobierno y fue, también, un activo realizador de obras, Peredo se ganó la confianza y el afecto de sus gobernados. Alababan su generosidad, su suavidad de carácter y, sobre todo, su piedad. De hecho, contaban que diariamente dedicaba horas a la oración, sin que por ello descuidase las obligaciones de su cargo”. Como contraste, ya hemos visto anteriormente que lo habitual en la relación entre los gobernadores y los miembros de la Real Audiencia eran los conflictos sobre sus respectivas competencias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario