lunes, 22 de agosto de 2022

(1808) Al saber Francisco de Meneses que había sido sustituido como gobernador por Diego Dávila Coello, huyó, pero fue apresado, y, cuando lo llevaron a Santiago, fue abucheado porque casi todos lo odiaban.

 

     (1408) Al llegar a Lima el nuevo virrey de Perú, Pedro Fernández de Castro, el asunto que más le acuciaba era la aclaración y encauzamiento de los asuntos relativos a las denuncias que había en Chile contra el autoritario y corrupto gobernador Francisco de Meneses, que había provocado incidentes sumamente graves: “Sin vacilar un instante, el Virrey adoptó la única determinación que podía poner término a tamaños males. Nombró visitador (con carácter judicial) del reino de Chile a don Lope Antonio de Munive, oidor de la audiencia de Lima y magistrado tan adusto como laborioso, dándole poderes para investigar y juzgar a Meneses y a todos los que aparecieren complicados en los excesos que se le achacaban. El Virrey suspendió a Meneses en sus funciones, y dio el nombramiento de gobernador y capitán general interino de Chile a un pariente cercano de su mujer, pero caballero de honorables antecedentes y de espíritu sereno, llamado don Diego Dávila Coello. Pertenecía a una familia que había prestado buenos servicios a la Corona, y debía a la honrosa muerte de su padre en la guerra de Cataluña el título de marqués de Navamorquende. La Reina gobernadora le confió en 1666 el puesto de general de la plaza del Callao (puerto de Lima), adonde llegó en compañía del Virrey de Perú. Al aceptar el gobierno interino de Chile en aquellas circunstancias y cuando era de temerse que don Francisco de Meneses intentase una rebelión armada contra los mandatos del Virrey, el marqués de Navamorquende, esperaba vencer las dificultades con gran moderación, pero con entereza incontrastable al servicio del Rey. Se embarcó en el Callao a mediados de enero de 1668, acompañado por el maestre de campo don Ignacio Carrera y otros militares. Desembarcado en Valparaíso el 19 de marzo,  firmó el mismo día ante escribano un documento que envió a Santiago dando poderes a don Antonio de Irarrázabal y Andía, caballero de la orden de Alcántara, y, en su defecto, al maestre de campo general Miguel Gómez de Silva, vecinos de la ciudad de Santiago, para que pudieran hacerse cargo de la gobernación de Chile suspendiendo en su ejercicio al titular, Francisco de Meneses. El mensajero del virrey llegó a Santiago el día 20 de marzo. Meneses había partido para hacer campaña de guerra en el sur sin sospechar que corría peligro su puesto de gobernador. El maestre de campo Gómez de Silva, con los poderes del virrey de Perú, y apoyado por el oidor Juan de la Peña Salazar, que asumió la representación de la Audiencia, decidió obrar con rapidez y energía. Mandó tocar la campana que convocaba al Cabildo de la ciudad, y, al saber los vecinos que se iba a tratar de la sustitución del Gobernador, corrían por las calles con espontánea alegría. En el Cabildo había algunos parientes y partidarios del Gobernador, pero nadie se atrevió a oponerse a un nombramiento que, aunque firmado por el virrey de Perú, estaba basado en una orden expresa del Rey. Por lo que, sin ninguna oposición, el maestre de campo Gómez de Silva quedó reconocido como representante y apoderado del nuevo Gobernador, don Diego Dávila Coello. La noticia se extendió esparcida por toda la ciudad, y fue celebrada como el final de un régimen de violencias que habían producido hondas perturbaciones. El primer acto del mandatario accidental fue destituir al corregidor Calderón, y confiar este cargo a don Pedro de Prado, que lo había ejercido en años anteriores”.

 

     (Imagen) Le enviaron aviso al corrupto FRANCISCO DE MENESES de que le habían destituido como Gobernador de Chile, y, con alguna esperanza de solución, volvió rápidamente a Santiago, pero, al llegar, se enteró de que su destitución estaba ordenada por la propia regente de España, Mariana de Austria, de manera que, visto el panorama, se retiró para reflexionar: “A las puertas de su casa -dice un cronista-, llegó mucha gente  para ultrajarle con burlas ignominiosas. Aquella misma noche, desesperado, salió a caballo aceleradamente  en busca de sus soldados, esperando encontrar su apoyo”. La noticia de la fuga de Meneses produjo una gran alarma en la ciudad, porque se creía que iba a Concepción para organizar una resistencia. El nuevo corregidor de Santiago puso en armas a los soldados y les mandó salir en persecución de Meneses. Otros vecinos, que habían sufrido sus malos tratamientos, partieron en su busca capitaneados por don Juan Fernández Gallardo, a quien el exgobernador había destituido. Mientras Meneses huía con algunos acompañantes, le fueron abandonando poco a poco, temerosos de comprometerse en un asunto que parecía descabellado, ya que implicaba un desacato a la autoridad real. Viéndose Meneses desamparado, decidió regresar a la ciudad. Según volvía, fue hallado por sus perseguidores, lo llevaron preso a Santiago, y, al llegar, se vio cubierto de insultos por la población. Meneses fue encerrado en la cárcel, y el alguacil mayor, que era uno de sus peores enemigos, lo amarró con cadenas para evitar su fuga. Y añade Diego Barros: “El orgulloso caballero, que jamás había tolerado la menor oposición, que en Santiago paseaba en lujoso carruaje, luciendo riquísimas vestimentas recamadas de oro, y que mostró gran desprecio a las gentes que el Rey había puesto bajo su autoridad, tuvo que soportar grandes ofensas. Dos días después entraba a Santiago su sustituto, Diego Dávila Coello. El Cabildo había despachado a Valparaíso a dos de sus miembros para darle la bienvenida, y le había preparado un pomposo recibimiento. El entusiasmo con que el pueblo saludó al nuevo gobernador debió de hacerle comprender cuan intenso y general era el odio que le tenían a don Francisco de Meneses. El maestre de campo don Ignacio Carrera, encargado del mando del ejército, partió rápidamente para Concepción, donde se temía que los partidarios de Meneses organizasen una resistencia, pero fue recibido sin que la tranquilidad pública se alterase por un solo instante. El gobierno de DIEGO DÁVILA COELLO, marqués de Navamorquende, parecía iniciarse bajo los auspicios más favorables”. En la imagen se ve que le comunican a la Corte su prometedora toma de posesión.




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