(1408) Al llegar a Lima el nuevo virrey de
Perú, Pedro Fernández de Castro, el asunto que más le acuciaba era la
aclaración y encauzamiento de los asuntos relativos a las denuncias que había
en Chile contra el autoritario y corrupto gobernador Francisco de Meneses, que
había provocado incidentes sumamente graves: “Sin vacilar un instante, el
Virrey adoptó la única determinación que podía poner término a tamaños males.
Nombró visitador (con carácter judicial) del reino de Chile a don Lope
Antonio de Munive, oidor de la audiencia de Lima y magistrado tan adusto como
laborioso, dándole poderes para investigar y juzgar a Meneses y a todos los que
aparecieren complicados en los excesos que se le achacaban. El Virrey suspendió
a Meneses en sus funciones, y dio el nombramiento de gobernador y capitán
general interino de Chile a un pariente cercano de su mujer, pero caballero de
honorables antecedentes y de espíritu sereno, llamado don Diego Dávila Coello. Pertenecía
a una familia que había prestado buenos servicios a la Corona, y debía a la
honrosa muerte de su padre en la guerra de Cataluña el título de marqués de
Navamorquende. La Reina gobernadora le confió en 1666 el puesto de general de
la plaza del Callao (puerto de Lima), adonde llegó en compañía
del Virrey de Perú. Al aceptar el gobierno interino de Chile en aquellas
circunstancias y cuando era de temerse que don Francisco de Meneses intentase
una rebelión armada contra los mandatos del Virrey, el marqués de Navamorquende,
esperaba vencer las dificultades con gran moderación, pero con entereza
incontrastable al servicio del Rey. Se embarcó en el Callao a mediados de enero
de 1668, acompañado por el maestre de campo don Ignacio Carrera y otros
militares. Desembarcado en Valparaíso el 19 de marzo, firmó el mismo día ante escribano un documento
que envió a Santiago dando poderes a don Antonio de Irarrázabal y Andía,
caballero de la orden de Alcántara, y, en su defecto, al maestre de campo
general Miguel Gómez de Silva, vecinos de la ciudad de Santiago, para que
pudieran hacerse cargo de la gobernación de Chile suspendiendo en su ejercicio
al titular, Francisco de Meneses. El mensajero del virrey llegó a Santiago el
día 20 de marzo. Meneses había partido para hacer campaña de guerra en el sur sin
sospechar que corría peligro su puesto de gobernador. El maestre de campo Gómez
de Silva, con los poderes del virrey de Perú, y apoyado por el oidor Juan de la
Peña Salazar, que asumió la representación de la Audiencia, decidió obrar con rapidez
y energía. Mandó tocar la campana que convocaba al Cabildo de la ciudad, y, al
saber los vecinos que se iba a tratar de la sustitución del Gobernador, corrían
por las calles con espontánea alegría. En el Cabildo había algunos parientes y
partidarios del Gobernador, pero nadie se atrevió a oponerse a un nombramiento
que, aunque firmado por el virrey de Perú, estaba basado en una orden expresa
del Rey. Por lo que, sin ninguna oposición, el maestre de campo Gómez de Silva
quedó reconocido como representante y apoderado del nuevo Gobernador, don Diego
Dávila Coello. La noticia se extendió esparcida por toda la ciudad, y fue
celebrada como el final de un régimen de violencias que habían producido hondas
perturbaciones. El primer acto del mandatario accidental fue destituir al
corregidor Calderón, y confiar este cargo a don Pedro de Prado, que lo había ejercido
en años anteriores”.
(Imagen) Le enviaron aviso al corrupto FRANCISCO
DE MENESES de que le habían destituido como Gobernador de Chile, y, con alguna
esperanza de solución, volvió rápidamente a Santiago, pero, al llegar, se enteró
de que su destitución estaba ordenada por la propia regente de España, Mariana
de Austria, de manera que, visto el panorama, se retiró para reflexionar: “A
las puertas de su casa -dice un cronista-, llegó mucha gente para ultrajarle con burlas ignominiosas. Aquella
misma noche, desesperado, salió a caballo aceleradamente en busca de sus soldados, esperando encontrar
su apoyo”. La noticia de la fuga de Meneses produjo una gran alarma en la
ciudad, porque se creía que iba a Concepción para organizar una resistencia. El
nuevo corregidor de Santiago puso en armas a los soldados y les mandó salir en
persecución de Meneses. Otros vecinos, que habían sufrido sus malos tratamientos,
partieron en su busca capitaneados por don Juan Fernández Gallardo, a quien el
exgobernador había destituido. Mientras Meneses huía con algunos acompañantes,
le fueron abandonando poco a poco, temerosos de comprometerse en un asunto que
parecía descabellado, ya que implicaba un desacato a la autoridad real. Viéndose
Meneses desamparado, decidió regresar a la ciudad. Según volvía, fue hallado
por sus perseguidores, lo llevaron preso a Santiago, y, al llegar, se vio cubierto
de insultos por la población. Meneses fue encerrado en la cárcel, y el alguacil
mayor, que era uno de sus peores enemigos, lo amarró con cadenas para evitar su
fuga. Y añade Diego Barros: “El orgulloso caballero, que jamás había tolerado
la menor oposición, que en Santiago paseaba en lujoso carruaje, luciendo
riquísimas vestimentas recamadas de oro, y que mostró gran desprecio a las
gentes que el Rey había puesto bajo su autoridad, tuvo que soportar grandes
ofensas. Dos días después entraba a Santiago su sustituto, Diego Dávila Coello.
El Cabildo había despachado a Valparaíso a dos de sus miembros para darle la
bienvenida, y le había preparado un pomposo recibimiento. El entusiasmo con que
el pueblo saludó al nuevo gobernador debió de hacerle comprender cuan intenso y
general era el odio que le tenían a don Francisco de Meneses. El maestre de
campo don Ignacio Carrera, encargado del mando del ejército, partió rápidamente
para Concepción, donde se temía que los partidarios de Meneses organizasen una
resistencia, pero fue recibido sin que la tranquilidad pública se alterase por
un solo instante. El gobierno de DIEGO DÁVILA COELLO, marqués de Navamorquende,
parecía iniciarse bajo los auspicios más favorables”. En la imagen se ve que le
comunican a la Corte su prometedora toma de posesión.
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