(1394) El ambiente en Chile cuando fue
nombrado Gobernador Pedro Porter era desastroso: “Toda la amplia región que se
extiende entre los ríos Biobío y Maule, poblada hacía poco por los españoles, y
dividida en haciendas en las que progresaba la agricultura y la ganadería,
había sido asolada por los indios. El levantamiento de los indígenas le costó a
los españoles, además de su ruina económica, la pérdida de unos trescientos
hombres muertos, y de un número quizá mayor de mujeres y de niños que cayeron
en un espantoso cautiverio. En la región austral, Chiloé, la ciudad de Valdivia
y el fuerte de Boroa podían mantenerse a la defensiva, pero allí se había extendido
el alzamiento de los indios, y la guerra hacía considerables estragos. Ya a
principios de 1655, el corregidor de Chiloé, don Cosme Cisternas, alarmado por el
inicio de la peligrosa situación, desplegó contra los indígenas el más
desapiadado rigor. Apresó a muchos caciques, y en ese año y el siguiente les aplicó
la pena de muerte a más de veinte. En Boroa, mandaba el capitán don Miguel de
Aguiar, hombre de rara entereza, que, en aquella terrible crisis, supo cumplir
sus deberes mejor que la mayoría de los jefes militares. No tenía a sus órdenes
más que cien soldados escasos, pero decidió defenderse con ellos a todo trance,
convencido de que no había capitulación posible. Hizo salir a todos los indios amigos
que le servían como soldados auxiliares, no sólo porque no le inspiraban
confianza, sino para desembarazarse de bocas inútiles. Reforzó cuanto pudo las
defensas de la plaza y cubrió con cueros los techos pajizos para ponerlos a
cubierto de las flechas incendiarias de los indios. En la defensa desplegó
Aguiar una energía incontrastable, resistiendo denodadamente con sus mosquetes
y con dos pequeños cañones los reiterados ataques del enemigo. Pero, afortunadamente,
estos indios, a pesar de ser considerablemente numerosos, y aunque desplegaban gran ardor en esos
ataques, no supieron aprovecharse de las ventajas de su situación. De todos
modos, aquella plaza necesitaba un socorro rápido y eficaz, sin el cual se
vería irremisiblemente condenada a un final desastroso”.
Ese era el panorama que encontró el gobernador Pedro Porter al llegar a Chile. Los mapuches estaban eufóricos, convencidos de la victoria definitiva y teniendo acorraladas y sometidas a sus ataques las muy largo tiempo martirizadas poblaciones del sur: “El Gobernador, cuyo principal interés era aprovechar inteligentemente y al máximo la valentía de sus hombres, se propuso en primer lugar dominar la comarca vecina a Concepción para proveer de víveres a esta ciudad y para mantener libres sus comunicaciones con Santiago. Mandó por delante a parte de sus hombres hacia los campos vecinos, y consiguieron dispersar a los indios y apresar a los más inquietos. Luego, con el propósito de consolidar estas ventajas, el mismo Gobernador se puso en campaña con un cuerpo considerable de su ejército. En los campos de Conuco, a unas doce leguas al noreste de Concepción, atacó el 20 de enero de 1656 a los escuadrones de indios que allí se habían reunido, y después de una reñida pelea, los dispersó causándoles muchas pérdidas. Para mantener sometidos a los indios de esos lugares, fundó allí un fuerte, al cual dio el nombre de San Fabián, en honor del santo que la Iglesia celebra ese día, y al cual le atribuyeron la victoria. Luego regresó a Concepción sin experimentar ningún contratiempo”.
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