(1405) Desde Cuyo, el obispo Diego de
Humanzoro le escribió al Rey una carta para darle cuenta de los atropellos que
Meneses cometía en Chile: “Pero ese
documento cayó en manos de los agentes de Meneses, y, cuando la pudo leer, se
hizo más profundo e irreconciliable el odio que sentía por él. Sin embargo, se
había salvado de correr igual suerte la carta que el obispo había escrito en
Santiago en noviembre anterior, y ella iba a determinar, como veremos más
adelante, la caída en desgracia de don Francisco de Meneses”. La gestión
del gobernador Francisco de Meneses en
Chile va a resultar progresivamente deteriorada, ya que, junto a sus muchos
defectos ya conocidos, salió a flote otro especialmente odioso para los
vecinos: la corrupción. Según parece evidente en numerosos documentos de la
época, el Gobernador se aprovechó económicamente de casi todos los servicios públicos: “Los capitanes de buques
estaban obligados a pagarle una gruesa suma para obtener el permiso de salir
del puerto. La provisión de trigo para el ejército dio lugar a manejos muy
escandalosos, y hasta las carnicerías fueron convertidas en especulación del
Gobernador y de sus cómplices. ‘De los soldados hemos sabido -escribían los
oidores en 1665- que, aunque el ‘situado’ (fondo económico para los soldados)
de este año fue muy crecido, los ha dejado el Gobernador desnudos, porque
el corto dinero que han recibido apenas les ha alcanzado para hacer un
capotillo, mientras que al Gobernador se le ve descargar ropa públicamente, a
carretadas, en la tienda que tiene en la plaza de Santiago, provocando que el
ejército se halle desesperado’. Sin duda alguna, bajo otros gobernadores se vieron
en Chile actos semejantes, pero jamás la especulación se había ejercido con
tanto descaro ni había tomado tan vastas proporciones”.
El Gobernador le confió la gestión de todo
el negocio sucio a una persona en concreto: “Su principal cómplice era el
sargento mayor Melchor de Cárdenas, un hombre de mala fama, que, sin embargo,
fue amigo y confidente de Meneses y desempeñó bajo su administración el puesto
de alguacil mayor de la Caja Real, esto es, recaudador de impuestos y sancionador
de los quienes estaban en deuda con el fisco. ‘Es don Melchor de Cárdenas -escribían
los padres franciscanos de Santiago- el que agencia los negocios al dicho
Gobernador, y tan mal hombre y de tan perverso natural, que, haciendo ya dos
años que llegó el dicho Gobernador, ha
hurtado el dicho Cárdenas, sólo para sí, casi ochenta mil pesos, y el
gobernador don Francisco de Meneses más de cuatrocientos mil pesos, todo ello
efectuado por este don Melchor de Cárdenas. que es de malísima intención’. Por mucha
pasión que se suponga en estas durísimas acusaciones, la persistencia con que
fueron hechas, el número considerable de los acusadores, hombres de todos
rangos y condiciones, y la uniformidad en los cargos que se formulaban, obligan
a aceptarlas como hechos verdaderos, y, además, muchas de ellas fueron
comprobadas posteriormente. Meneses creía, sin duda, que la complejidad del
gobierno en España, y más que todo la distancia que lo separaba de la Corte,
aseguraban su estabilidad en el de Chile, haciendo muy difícil que las quejas
de sus gobernados llegasen hasta el Rey, y más difícil todavía el que se les
diese crédito”.
(Imagen) Estamos viendo que el obispo de
Santiago de Chile DIEGO DE HUMANZORO tuvo un enfrentamiento total con el
prepotente gobernador Francisco de Meneses. El clérigo demostró mucha valentía
y firmeza contra la actitud abusiva del político. Pero fue, además, un obispo
ejemplar en muchos aspectos. Tras profesar como franciscano, le enviaron para
trabajos misioneros a la zona de Charcas (actual Bolivia). De vuelta a España,
y residiendo en Vitoria, el papa Alejandro VII, a propuesta del rey Felipe IV,
lo nombró Obispo de Santiago de Chile, siendo luego consagrado en Lima. De camino hacia su sede episcopal, a mediados de
diciembre de 1661 llegó a Coquimbo, puerto chileno, donde reedificó el colegio
de los franciscanos y la catedral, que habían quedado destruidos por el espantoso
terremoto del año 1647. Por fin, el día 5 de julio de 1662 llegó a Santiago de
Chile y tomó posesión de su obispado. Con gran conocimiento de las
purificadoras normas del Concilio de
Trento, que iba a terminar el año 1663, las tuvo en cuenta para organizar su
labor pastoral en un largo recorrido que llegó hasta las tierras situadas más
allá de los Andes. De ese viaje regresó el año 1666, y le escribió de inmediato
al Rey pidiéndole, con la mejor intención, que ordenara la supresión del
servicio personal de los indios a los españoles (por su dureza y porque
entorpecía la evangelización), aunque, como sabemos, se impuso la dura
realidad, ya que habría traído como consecuencia la ruina de los encomenderos,
y, quizá, hasta un motín popular en contra. Como hemos visto, tuvo por esa
época graves conflictos con el gobernador Francisco de Meneses, que le
escatimaba hasta la escasa paga que recibían los sacerdotes por su labor de
evangelización. Pero fray Diego de Humanzoro superaba todas las dificultades,
aunque se veía en la necesidad de pedir ayuda debido a sus achaques y a lo
avanzado de su edad. En 1669, le solicitó al Rey que gestionara el nombramiento
de un obispo coadjutor para que se encargara de cumplir las obligaciones apostólicas en los
lugares apartados de su sede. En diciembre de 1673, envió a la Curia Romana un
informe en el que indicaba que muchos sacerdotes ignoraban el idioma de los
indios, aunque esto podía subsanarse porque los nativos de su jurisdicción ya
entendían el español. En cuanto a los duros enfrentamientos que tuvieron el
Gobernador y el Obispo, ambos presentaron sus quejas ante el Rey, pero, como
veremos más adelante, y por ser tan evidente su mala catadura, se le dio la
razón al clérigo, y fueron tan graves las culpas constatadas del gobernador
Francisco de Meneses, que resultó destituido y llevado preso a Lima. El ejemplar obispo DIEGO DE HUMANZORO falleció
en Santiago de Chile el día 29 de mayo de 1676.
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