martes, 9 de agosto de 2022

(1797) A pesar de las derrotas frente al mestizo Alejo, de las catástrofes naturales, y de las críticas que tuvo que soportar, finalmente todos reconocieron los extraordinarios méritos de Pedro Porter de Casanate.

 

     (1397) A pesar de las rachas de éxitos, era de suponer que los sobresaltos continuos serían inevitables: “Otro caudillo indígena, llamado Inaqueupu, recorría los campos vecinos al río Maule, robaba los ganados y caballos que encontraba y luchaba contra los pequeños destacamentos que salían a su encuentro. El capitán Juan de la Barrera sufrió una desastrosa derrota, en la que perdió quince soldados muertos en el combate y seis prisioneros que los indios se llevaron consigo. Para mayor desgracia, la viruela se propagó en el ejército español, y causó dolorosas pérdidas. Porter Casanate, sin embargo, no perdió su confianza en el buen resultado de su empresa, y, reclamando del cabildo de Santiago nuevos auxilios, creía poder hacer frente a tantas contrariedades. Pero le había tocado gobernar en una de las épocas más difíciles de la historia de Chile. Las hostilidades de los indios y los desastres sufridos por algunos destacamentos no eran más que una parte de los desastres ocurridos durante su gobierno. Desgracias como el terremoto que destruyó Concepción y la epidemia de viruela que diezmó a su ejército en 1660 habrían doblegado otro ánimo menos entero que el suyo. En los últimos días de agosto, otro percance que nadie podía prever causó gran dolor en todo el reino. Un buque salido de Valparaíso, con un cargamento de víveres para el ejército de Concepción, naufragó antes de llegar a su destino con pérdida de toda la gente que lo tripulaba. En esos mismos días, el mestizo Alejo, astuto e incansable enemigo de los españoles, obtuvo una de sus más señaladas victorias (a la que acabamos de hacer una breve referencia). El Gobernador había fundado un fuerte en las alturas de Chepe, a corta distancia  de la ciudad de Concepción, y había colocado allí cuatrocientos soldados para que cerraran el paso a los indios. El caudillo Alejo concibió el atrevido proyecto de sorprender de improviso a Concepción, que consideraba mal guarnecida. Partió con trescientos indios sigilosamente y llegó hasta el valle de Palomares. Pero sus movimientos no pasaron desapercibidos a los españoles que defendían el fuerte de Chepe. El capitán don Juan de Zúñiga, que mandaba en él, salió rápidamente con doscientos soldados para impedirles  avanzar. Al avistarse los dos bandos, el capitán Zúñiga, creyendo segura la victoria, emprendió el ataque de frente sin tomar en cuenta las dificultades del terreno. Cuando sus tropas se hallaban en la mitad de su camino. los indios descendieron de sus alturas con un empuje irresistible. Los españoles, cortados por todas partes y sin poder organizar la defensa, eran envueltos y atropellados por los contrarios. Sesenta quedaron muertos en el campo, y, entre ellos, su capitán, Juan de Zúñiga. Se cuenta que, habiendo perdido su caballo y hallándose herido en una pierna, le pedía a su teniente que lo llevase en ancas, pero que este, por vengar antiguos agravios, no quiso socorrer a su jefe, lo insultó villanamente, y lo dejó abandonado. El mestizo Alejo, después de perseguir a los fugitivos sin perdonar la vida a ninguno de los que cayeron en sus manos, repartió entre los suyos las armas y las ropas recogidas en el campo de batalla, y, satisfecho con el feliz resultado de esta audaz correría, atravesó el Biobío a la cabeza de su gente”.

 

     (Imagen) El extraordinario Gobernador de Chile PEDRO PORTER CASANATE murió después de una brillante batalla de la que más tarde hablaremos: “No pudo gozar largo tiempo de la satisfacción de este triunfo. Estaba en Concepción postrado por una grave hidropesía. Recibió a muchos caciques que querían la paz, pero sus males se agravaron notablemente y, por fin, falleció el 27 de febrero de 1662, tras haber hecho cuanto era posible para la recuperación de Chile, pero con el pesar de que sus servicios no eran estimados en su justo valor. La Real Audiencia de Santiago le llegó a decir al Rey en mayo de 1658 que no se había mejorado nada con el gobierno de Pedro Porter Casanate. Felipe IV, dando crédito a estos informes, decidió nombrar un nuevo gobernador. La orden era casi ofensiva. Le decía al virrey que,  ‘en el momento mismo en que llegue a la ciudad de Lima, busque a la primera persona de más crédito e inteligencia que hubiera, y nómbrela  Gobernador de Chile’. Pero fue en octubre de 1660 cuando el propio rey escogió para tal fin a don Jerónimo Benavente y Quiñones. Como Benavente no podía partir pronto, el Rey encargó al conde de Santisteban, nuevo virrey, que escogiera a otro en su lugar. En cumplimiento de una orden tan terminante, el Virrey, al llegar a Lima en 1661, se ocupó en buscar la persona que fuera  a Chile a apartar del gobierno a Porter Casanate (finalmente lo sería Diego González Montero Justiniano). La muerte le libró a Porter de ese injusto desaire, y pocos años más tarde se reconoció la importancia de sus grandes servicios. En agosto de 1668, la Real Audiencia dio cuenta al Rey del resultado de los preceptivos juicios de residencia tomados a los últimos mandatarios. ‘Se ha probado, se informaba, que, gracias a don Pedro Porter Casanate cuando vino a gobernar, después del alzamiento general de los indios mantuvo Chile lo mejor que se podía, y estableció algunas poblaciones por entonces necesarias’. Además, tuvo que luchar con grandes dificultades, soportando desgracias terribles, como terremotos, pestes y naufragios. Recuperó con rapidez el territorio perdido y la pacificación del reino. Por otra parte, sus contemporáneos tributaron los más cumplidos elogios al carácter personal de Porter Casanate. ‘Fue, decía el cronista Rojas y Fuentes, muy vigilante y celoso del real servicio y del bien común. Así como legítimo padre de los soldados en sus derechos, y enemigo de hacer esclavos a los indios para venderlos en provecho propio, lo cual demuestra su desinterés, pues estaba permitido comerciar con los que se apresaban, siendo esta intervención el más solicitado lucro de los que gobiernan”. La imagen muestra en su expediente de méritos que, ya en 1646, PEDRO PORTER era Almirante de todo el Pacífico y Caballero de Santiago.




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