(1396) Diego Barros nos detalla los inmediatos
y victoriosos ataques de los mapuches bajo el mando del hábil mestizo Alejo de
Vivar. Resumiré el texto: “El mestizo Alejo invadió con mil guerreros el
territorio de Concepción, y el 14 de enero de 1657 avistó un destacamento
español, compuesto de poco más de doscientos hombres, que habían salido de
Concepción bajo las órdenes del capitán don Pedro Gallegos, y avanzaban sin
sospechar la proximidad del enemigo. Sin embargo, al descubrir el ejército de
los indios, Gallegos se colocó ventajosamente en una loma, y, tras enviar a un
mensajero a pedir ayuda en el fuerte de Conuco, se mantuvo a la defensiva.
Estableció una línea de contención y rechazó sin gran dificultad la primera
embestida de los indios, pero el astuto Alejo encontró la manera de romperla. Por
orden suya, los indios dieron un rodeo, y, atacando con sus picas a los
caballos que los españoles tenían a sus espaldas, los precipitaron sobre la
línea de defensa, provocando en ella un espantoso desorden. Lanzados luego al
ataque los bárbaros, la batalla, aunque sostenida al principio con ardor, se
convirtió luego en una derrota completa de los españoles. Su desorganización fue
seguida por una horrible carnicería de la que sólo se exceptuaron unos pocos
soldados que quedaron prisioneros, y otros que, por estar cubiertos de heridas,
fueron dejados por muertos en el campo del combate. Los vencedores se alejaron
de esos lugares llevándose un copioso botín. En la mañana siguiente, cuando
llegó el socorro pedido a la plaza de Conuco, fueron recogidos de entre los
montones de cadáveres algunos heridos casi moribundos. Uno de estos era el
mismo capitán Gallegos, que falleció pocos días más tarde, estando sometido a
juicio como responsable de aquel doloroso desastre. Estas derrotas fueron
seguidas por otras. Un destacamento de 250 soldados, que salió de Conuco a las
órdenes del capitán Bartolomé Pérez de Villagrán, fue batido por Alejo, y
regresó destrozado, con la pérdida de su jefe y de muchos soldados. Otra tropa
de 280 hombres mandados por el sargento mayor Bartolomé Gómez Bravo, sostuvo
pocos días después un combate más reñido todavía a corta distancia de Yumbel,
en el que pudo defenderse resueltamente y obligar a los indios a tomar la
retirada. Este último suceso, a pesar de que los españoles no pudieron
perseguir al enemigo, lo celebraron como
una victoria que atenuaba en parte las derrotas anteriores. Junto con estos contratiempos,
que retardaban la pacificación del territorio que había estado sometido a los
españoles, ocurrieron ese mismo verano otros accidentes que hacían más azarosa su
situación. Así, pues, a pesar de la actividad y de la energía desplegadas por
Porter Casanate, este conjunto de desgracias complicaba su acción y minaba su
crédito de gobernante y de militar.
Pero Chile parecía padecer la maldición de
los dioses: “El jueves 15 de marzo ocurrió en la región del sur un terremoto
comparable en sus estragos con aquel que, diez años antes, había destruido
Santiago. La ciudad de Concepción quedó arruinada y asolada desde sus
cimientos. Sobrevino a este terremoto otro fracaso no menor, pues entró tres
veces la mar por las calles de dicha población, y siendo combatida por tan fuertes
elementos. cayeron los edificios, se perdieron los víveres y murieron unas
cuarenta personas".
(Imagen) No podía tener más obstáculos el valioso gobernador PEDRO PORTER CASANATE, pero, en realidad, estuvo por encima de las circunstancias. Su prestigio ante la Corte corría peligro injustamente, e incluso hubo quien pretendió que se aplicara de nuevo el absurdo sistema de la guerra defensiva: “A pesar de aquellos malos resultados, y sin hacer caso a criterios derrotistas, Pedro Porter Casanate continuaba pacientemente la obra de la recuperación del territorio perdido, y, venciendo las dificultades, recuperó la paz en la región de los ríos Maule y Biobío. Aunque las ayudas militares que conseguía de Perú y de la ciudad de Santiago eran muy escasas, comenzó a reconstruir y repoblar los fuertes que habían sido arruinados por el alzamiento de los indígenas. A finales de 1657 pasó el río Biobío a la cabeza de sus tropas, batió a los indios y rescató del cautiverio a unos veinte españoles, volviendo a Concepción satisfecho del resultado, y lo conseguido produjo un gran contento en todo el reino de Chile. Antes de que la noticia llegase a Santiago, los del Cabildo de la ciudad, temiendo la sublevación de los indios de su entorno, decidieron pedir angustiosamente ayuda al Virrey. Pero, enterados de lo ocurrido, le escribieron a Pedro Porter diciendo: ‘Por el buen éxito logrado con los enemigos, matando y apresando a muchos, y sacando más de veinte españoles del cautiverio, se deben dar gracias a Dios, a su señoría por su diligencia, y al señor Virrey por las ayudas que tan a tiempo ha enviado a este afligido y pobre reino’. Algunos meses más tarde, como llegaban nuevas noticias de que la guerra comenzaba a presentar un aspecto más agradable, el Cabildo decidió que se hicieran en Santiago algunas fiestas públicas, y que durante tres días se lidiaran toros. Porter Casanate continuó pacientemente la obra de pacificación durante todo el año siguiente de 1659, y despobló algunos fortines para establecer otros a mayor distancia. Aunque los indios seguían hostilizando, el Gobernador desplegó una constancia tenaz en la ejecución de su plan, y en sus comunicaciones al cabildo de Santiago se manifestaba satisfecho de los resultados que obtenía. A principios de 1660, emprendió una nueva campaña al sur del Biobío en busca del mestizo Alejo, que era el principal instigador de la resistencia de los indios. No tenemos muchas noticias acerca de las ventajas alcanzadas en esta expedición. Seguramente, el enemigo evitaría todo combate, y los españoles, después de destruirle sus sembrados, regresaron a Concepción”. Ser gobernador en Chile tenía gran mérito, y suponía arriesgar la vida al pie del cañón. En la imagen vemos (con su firma) que, en junio de 1659, PEDRO PORTER le suplicaba al Rey que le diera otro destino. (Chile era un lugar imposible).
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