(1415) Tras una larga travesía por la
historia de los españoles en Chile, ha llegado el momento de darle voz a un cronista muy especial, que, aun
siendo alemán, vivió una intensa aventura por la Gobernación de Río de la
Plata: ULRICO SCHMÍDEL. Fundamentalmente, voy a resumir su texto (traducido del
alemán) respetando sus expresiones. Es fácil seguir sus palabras porque habla
en primera persona: “En primer lugar, después de haber partido
de Amberes, llegué a los 14 días a una
ciudad que se llama Cádiz. Cerca de allí, estaban surtos
14 grandes navíos que iban a emprender viaje al Río de la Plata, en Las Indias.
También se hallaban allí 2.500 españoles y 150 alemanes, neerlandeses y
sajones, junto con el capitán general de todos nosotros, que se llamaba Don
Pedro de Mendoza”. Luego aclara que tres de los navíos eran de
comerciantes, uno de los cuales se llamaba Jacobo Welser, probablemente miembro
de una de las familias de banqueros que tanto dinero prestaron a Carlos V, y a
quienes el emperador les cedió para su conquista la zona de Venezuela. Dice a
continuación algo confuso, que solo tiene sentido si ese lugar en el que
estaban los 14 navíos era Sevilla: “Salimos de Sevilla en los 14 navíos, con
los susodichos caballeros y el capitán general, el año 1535 , y, el día
de San Bartolomé, llegamos a una ciudad llamada Sanlúcar de Barrameda.
Allí tuvimos que permanecer hasta el 1.º de septiembre por causa de los
temporales. Después salimos de allí y arribamos a tres islas llamadas Tenerife,
Gomera y La Palma. En estas islas se dispersaron los navíos. Arribamos también
con 3 de los navíos a la Palma y allí permanecimos unas 4 semanas reparando averías. Pero, mientras nuestro general, don Pedro de Mendoza, se
hallaba a unas 8 leguas de nosotros, resultó que habíamos tenido a bordo de
nuestro navío a don Jorge de Mendoza (primo de don Pedro), y se había
enamorado de la hija de un vecino de La Palma. El dicho don Jorge bajó a tierra de noche con
12 compañeros, y, sin ser oídos en la
isla, raptaron a la hija de aquel
vecino, con su doncella, ropa, alhajas y algún dinero, volviendo en seguida al navío
muy ocultamente para no ser sentidos ni por nuestro capitán, Heinrich
Paimen, ni por persona alguna de los del navío, aunque sí se dieron cuenta los
que hacían la guardia de noche. Cuando nos hicimos a la vela de
mañana, y sin haber andado más de 3 millas , se armó un fuerte temporal que nos
obligó a volver al mismo puerto. Pero, después de haber echado nuestras anclas
al agua, se le antojó a nuestro capitán, el dicho Heinrich Paimen,
desembarcar en un pequeño esquife. Cuando se acercaba y estaba ya por poner pie
en tierra, lo esperaban allí más de 30 hombres armados con arcabuces, lanzas y
alabardas, dispuestos a tomar preso a nuestro capitán Heinrich. En el mismo instante uno de su gente le advirtió que no saltase a
tierra sino que se volviese a bordo. Entonces el capitán se dispuso regresar al
navío, pero no le dieron tiempo, porque los de tierra se le habían acercado
demasiado en otras barquillas, que estaban allí ya preparadas. Aun así, fueron
a otro navío que se hallaba más cerca de la tierra. Como la gente no pudo
tomarlo en seguida hicieron tocar a rebato en la ciudad de La Palma, cargaron 2
piezas de artillería gruesa, y con ellas hicieron 4 descargas contra nuestro
navío, pues nos hallábamos no muy distantes de la tierra”.
(Imagen) Voy a tratar de resumir la
crónica del alemán Ulrico Schmídel,
titulada “Viaje al Río de la Plata”. Nos mencionará cosas que ya conocemos,
porque su aventura se desarrolla en los amplísimos entornos (Argentina y
Paraguay) de ese importante río, de lo que tratanos hace tiempo, pero lo veremos
con los peculiares ojos de Ulrico y con sus anécdotas. Nació en Ratisbona
(Alemania) hacia el año 1510, y pertenecía a una de las familias más notables
de esa importante ciudad. De su narración se desprende que era un hombre culto
y con facilidad para escribir. Su poderoso padre, todo un personaje en
Ratisbona, falleció poco después del nacimiento de Ulrico. No hay constancia de
las andanzas del pequeño huérfano hasta el
año 1535, cuando se embarcó (nunca mejor dicho) en una peligrosa
aventura (siendo entonces católico, pero, mucho más tarde, luterano). Zarpó de
Sanlúcar de Barrameda (Sevilla) en la expedición que fue al Río de la Plata
bajo el mando de don Pedro de Mendoza, nombrado Adelantado (descubridor de
tierras) y Gobernador de aquella zona, donde luego vivieron los horrores de la
primera fundación de Buenos Aires. De don Pedro ya vimos que volvió hacia
España dos años después, tan gravemente enfermo de sífilis, que murió durante
el viaje. Acaba de contar Ulrico que Jorge de Mendoza, primo del Gobernador, al
llegar a Canarias, raptó enamorado a una muchacha de La Palma, con su sirvienta.
La nave partió (en ella iba Ulrico), pero tuvo que regresar junto a otras por
el mal tiempo, y el donjuán don Jorge se encontró con que, al llegar al puerto,
los parientes y amigos de la raptada los recibieron a cañonazos. Ulrico nos
sigue contando el desenlace: “Con el primer tiro nos agujerearon el cangilón
que estaba en la popa lleno de agua fresca. Después nos hicieron pedazos la
mesana, que es el último mástil, el más inmediato a la popa. El tercero nos
acertó abriéndonos un boquete grande en el costado del navío, y nos mató a un
hombre. Estaba también otro capitán presente con su navío a la
par del nuestro, con destino a Nueva España (México), Este se hallaba en
tierra con 150 hombres, y cuando supo de nuestro combate, trató de hacer las
paces entre nosotros y los de la ciudad, bajo la condición de entregarles don
Jorge de Mendoza a la hija del vecino y a su sirvienta. No tardaron en
presentarse el Regidor y el Alcalde
de La Palma en nuestro navío, pretendiendo llevarse presos a don Jorge de
Mendoza y a sus cómplices. Entonces les contestó él que ya era ella
su legítima mujer (quizá por hechos consumados), y a ella no se le
ocurrió decir otra cosa, casándose en seguida con gran disgusto del afligido
padre. Pero nuestro navío quedó muy estropeado como resultado de los cañonazos”.
(Empezamos bien).
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