domingo, 31 de julio de 2022

(1789) Pésima gestión del Gobernador y sus cuñados. Se decidió abandonar varias ciudades. Supuso una tragedia. La ira popular forzó el nombramiento de un nuevo gobernador: Francisco de la Fuente Villalobos. También demasiado pacifista.

 

     (1389) Pronto se enteró el Gobernador Acuña, que se encontraba en la población de Buena Esperanza, de la tragedia que habían iniciado los mapuches, porque comenzaron a llegar de todos lados los españoles fugitivos, hombres, mujeres y niños, que se habían salvado del saqueo y de la destrucción de los logares vecinos. “La tropa se puso en armas, hizo varias salidas por los campos inmediatos, y tomaron prisioneros a unos veinte criados indios rebelados. Todos fueron inhumanamente matados a hachazos y estocadas como culpables del delito de traición, concediéndoles, sin embargo, la gracia de que los confesaran los padres jesuitas. El Gobernador, ya fuera que quería ir a defender Concepción, como él mismo decía, o que pensara solamente poner a salvo su persona, como dijeron sus acusadores, decidió evacuar Buena Esperanza. Partieron de allí cerca de tres mil personas, soldados, religiosos, mujeres y niños. Cuando, después de dos días de penosa marcha, llegaron a  Concepción, el pueblo salió a recibirlos con la más respetuosa veneración. La abandonada Buena Esperanza fue ocupada por los indios, y, habiéndola saqueado completamente, le prendieron fuego destruyendo la iglesia y las casas”.

     José de Salazar, otro cuñado del Gobernador, al que lo había nombrado sargento mayor, se encontraba al mando en la ciudad de Nacimiento, que podía haber resistido los ataques de los indios, pero tomó la decisión equivocada. Ordenó abandonarla: “La retirada debía efectuarse por el río Biobío en una balsa grande y dos barcas. Fue inútil que algunos le hicieran ver los inconvenientes de este viaje, ya que estaban en la estación menos propicia. Sin atender a razones, mandó embarcar a toda la gente, hombres, mujeres y niños, y se inició la retirada. Unos cuatro mil indios los siguieron por ambas orillas, esperando que se presentase el momento oportuno para caer sobre los fugitivos. Para que no continuaran encallándose en el río, el sargento toleró un acto de la más inaudita inhumanidad. Muchas de las mujeres fueron dejadas en tierra, y luego serían presa de los indios sublevados. Pero las embarcaciones no pudieron llegar a la mitad de su camino, porque encallaron en un banco. Cuentan las crónicas que los indios atacaron entonces, y, finalmente, de muertos y prisioneros no se libró ninguno de los doscientos cuarenta hombres que venían. El sargento mayor, José de Salazar, mal herido, se echó al río, donde se ahogó con el capellán. Otros asentamientos españoles de la zona de Concepción también fueron abandonados, pero no de forma catastrófica. Los más importantes eran Chillán y Arauco. También Concepción se vio seriamente amenazada, porque llegaban hora a hora las noticias de estas desgracias llevadas por los mismos fugitivos que iban a buscar asilo contra la saña implacable de los indios. Esta misma ciudad se vio pronto seriamente amenazada por la general sublevación de toda la comarca. Partidas de indios tan insolentes como resueltos, practicaban sus correrías en las inmediaciones, y penetraban por las calles hasta dos cuadras de la plaza, apresando a las mujeres y robando cuanto podían. Era tal el estado de alarma de los pobladores, que, abandonando todos los hogares que no estaban en el centro de la ciudad, se fueron a vivir en la plaza y en los edificios de sus contornos”.

 

     (Imagen) La rebelión de los mapuches estaba haciendo estragos, y las equivocaciones  de los dos cuñados del Gobernador, Juan y José de Salazar, le costaron la vida a este y a muchos españoles, hasta el punto de que hubo una violenta protesta general:  “La excitación era más fuerte cada hora contra el Gobernador, su familia y sus amistades. El 20 de febrero de 1655, los del Cabildo y los vecinos de Concepción, llevando casi todos las espadas desnudas, lanzaban los gritos de ¡viva el Rey y muera el mal Gobernador Don Antonio de Acuña!, el cual buscó asilo en el convento de los jesuitas. Uno de sus cuñados, el clérigo Salazar, también lo hizo. Los vecinos más significativos de Concepción deliberaron acerca de  la persona que debiera tomar el mando. Los jesuitas convencieron al gobernador Acuña para que renunciara a su puesto, ya que sería el único medio de que salvara su vida. Los del Cabildo y los vecinos de Concepción proclamaron Gobernador al veedor general del ejército, Francisco de la Fuente Villalobos, uno de los hombres más respetables y acaudalados de la ciudad, siendo buen conocedor de los asuntos administrativos y militares de Chile, por servir en este país desde 1605”.  Francisco de la Fuente aceptó el cargo más por obligación que por devoción, ya que consideró que, de no hacerlo, seguiría habiendo conflictos civiles. Era de edad avanzada y tenía quebrantada la salud, pero su gran lealtad al Rey le  había mantenido siempre al margen de las críticas que se le hacía al gobernador depuesto, y, persuadido de que era su deber, aceptó la difícil misión que se le encargaba. Desgraciadamente, también él va a cometer un error en el que ya habían caído varios gobernadores, y se deberá precisamente a su humanitaria condición: “Su primer acto fue comunicar a la audiencia de Santiago los graves sucesos que acababan de tener lugar, y su elevación al mando. Sin descuidar las providencias militares para la defensa de la ciudad, se dedicó a entablar negociaciones con los indios sublevados, profundamente persuadido de que la bondad que siempre había demostrado con ellos (había ejercido el cargo de Protector de los Indios en la ciudad de Santiago) les haría comprender que debían tener confianza en el cumplimiento de las promesas que les hiciese. ‘Pero, como estaban tan recelosos y tan airados por los muchos daños y atrocidades que se habían cometido con ellos -agrega el cronista Olivares-, prosiguieron la guerra’. Las inútiles diligencias que hizo el veedor Villalobos para apaciguar a los indios, fueron censuradas por los militares más experimentados de Concepción, y más tarde dieron origen a serias acusaciones contra su conducta”. En la imagen vemos el inicio de un expediente de méritos que presentó el año 1636, teniendo el título de capitán.




No hay comentarios:

Publicar un comentario