(1370) Vamos viendo que los mapuches eran
una pesadilla inacabable. Pero, además de actuar brutalmente, derrochaban
valentía, pagando un altísimo precio de guerreros muertos: "Esta última
victoria había alentado sobremanera a los bárbaros. Las cabezas de los
españoles caídos en el combate fueron llevadas a diversos puntos por los
vencedores para alentar la sublevación de otras tribus. El cacique Lientur,
pensando que podría expulsar al enemigo para siempre de toda aquella región,
preparaba otro atrevido golpe de mano. El 6 de febrero de 1628, un ejército
numeroso de indios cayó de improviso sobre el fuerte de Nacimiento, y puso
fuego en los galpones y empalizadas de los españoles. El capitán Pablo de
Junco, que lo defendía con cuarenta soldados, desplegó un valor heroico. Las
llamas del incendio lo obligaron a abandonar el fuerte, pero, replegándose con
su gente a un cubo aislado, determinó pelear hasta el último trance. A pesar de
que muchos de sus soldados estaban heridos por las flechas de los indios, el
capitán Junco sostuvo el combate y logró rechazar los repetidos ataques. Pero,
con gran fortuna, el Gobernador, que se
hallaba a pocas leguas de distancia, tuvo noticias de lo que ocurría y llegó a
tiempo de salvar el fuerte de una ruina completa. Las hordas de Lientur,
impotentes para sostener un nuevo combate, se dispersaron tras haber perdido unos doscientos indios muertos
por los arcabuces y mosquetes de los defensores del cubo. Entre esos muertos se
encontró el cadáver de 'un español llamado Francisco Martín, que, hará dieciocho
años -escribió el Gobernador- se pasó al enemigo, siendo el mayor que hemos
tenido, y yo le vi entre los demás muertos'. Después el Gobernador inició la
reconstrucción del fuerte, dándole el nuevo nombre de Resurrección, pero no se
conservó largo tiempo.
Por si fuera poco, también los indios
pretendidamente amigos solían quitarse la careta: "Pocos días después los
indios de Catirai y Talcamávida, que se mostraban como aliados de los
españoles, tenían preparado un levantamiento. Informado de todo por un cacique
llamado Tarpellanca, el Gobernador se trasladó a esos lugares dos días antes de
que comenzara la insurrección. 'Prendí a los más culpables con mucha brevedad
-escribió después- y, aunque todos los indios de aquella zona eran cómplices en
este delito, cuando acabé de sosegar toda aquella tierra, mandé dar garrote a
siete caciques, uno de los cuales, de más de cien años, había promovido el
ataque, y los otros eran los caudillos de los indios. Estando juntos al lado la
horca, todos se volvieron cristianos, bautizándose, y, a los demás les hablé después y los sosegué,
y hoy se comportan como muy buenos amigos".
Pero aquello era siempre una guerra a
destajo: "Mientras el Gobernador estaba ocupado en estos afanes, el
cacique Lientur ejecutaba una atrevida campaña en la zona de Chillán. 'Por detrás de la
cordillera nevada de los Andes -escribió el Gobernador-, entraron cuatrocientos
jinetes enemigos, se llevaron a dos mozos españoles y algunos indios e indias amigos,
y se retiraron con mucha rapidez'. Fernández de Córdoba acudió inmediatamente para
cerrarles el paso en su viaje de vuelta, pero los indios supieron evitar este
peligro regresando a su territorio por uno de los caminos situados más al sur".
(Imagen) Hemos visto que Pedro Páez de
Castillejo, debido al desastre que se produjo en la misión que tenía al mando,
fue sustituido como Gobernador de Chiloé el año 1627 por FRANCISCO DE AVENDAÑO
Y VALDIVIA, al que vamos a dedicar esta reseña. Francisco había nacido en
Concepción (Chile) el año 1589. Era hijo del salmantino Antonio de Avendaño y
de Beatriz de Valdivia. Avendaño ya había sido Gobernador de Chiloé durante dos
años desde 1616. Recordemos que el archipiélago tuvo anteriormente serios problemas
con los piratas holandeses, y, por esa razón, una de las mayores preocupaciones
de Francisco fue vigilar la costa en las zonas próximas al continente, misión
que le confió al capitán Andrés de Oyarzun. Como gobernador del territorio,
Francisco de Avendaño se asentó en el fuerte de San Antonio de Chacao, y desde
allí se ocupó de los asuntos administrativos, judiciales, económicos y
militares. Terminado su mandato, en 1621 aparece al frente de la tesorería de
la Hacienda Real de todo el territorio chileno, y, posteriormente, ejerciendo el
importante cargo de Corregidor de Quillota. Como acabo de mencionar, Francisco
de Avendaño, en 1627, volvió a hacerse cargo de la gobernación del archipiélago
de Chiloé debido a que su titular, Pedro Páez de Castillejo, fue quitado del
puesto tras el desastre que sufrió su tropa cuando fueron por mar a luchar
contra los mapuches de la zona de Valdivia. Tras estar cuatro años en Chiloé,
dejó en su lugar a Dionisio de Rueda, y, representando al ejército de Chile y
al Cabildo de Santiago, se trasladó a España para pedirle al Rey soldados y
ayudas económicas. Es de suponer que Francisco de Avendaño llevara a cabo sus
gestiones responsablemente, pues, precisamente por su prestigio, le había
elegido para esta misión el gobernador de Chile, Francisco Laso de Vega. Pero
el resultado fue muy positivo para Avendaño y nulo para el ejército chileno.
Así lo contó un cronista comprensivo: "A Francisco de Avendaño se le dio
una gruesa cantidad de dinero, por cuenta de los soldados y de las ciudades de
Chile, para el viaje a España, y, aunque
le presentó las peticiones a Su Majestad, no consiguió ayuda para el
ejército, pero sí que le concedieran a él el Gobierno de Tucumán. Los soldados protestaron
por ver que, a costa suya, negociase para sí el gobierno y, para ellos, nada.
Pero no debió de estar en su mano hacer otra cosa, pues, sin duda, procuraría cumplir con sus obligaciones y con
su conciencia". De propina, al mismo tiempo, FRANCISCO DE AVENDAÑO fue
nombrado Caballero de Santiago, y murió hacia 1670. En la imagen, Avendaño hace
referencia a su nombramiento como Gobernador de Tucumán (de donde pasó
enseguida a ser Gobernador de Buenos Aires).
No hay comentarios:
Publicar un comentario