(1368) El poder tener esclavos de guerra
mapuches, además de ser una novedad total en las Indias (tras muchos años de
prohibición), resultaba muy rentable para los españoles, pero pronto las
autoridades tuvieron que poner freno a
los abusos: "Las recientes victorias, y sobre todo el beneficio que
producía la venta de esclavos, animaba a los españoles a realizar nuevos
ataques. A principios de 1627 el Gobernador preparó expediciones que confiaba a
algunos de sus oficiales, y él mismo salió de campaña penetrando en el territorio.
Sus tropas lograron algunas ventajas sobre el enemigo, pero, al mismo tiempo,
ocurrieron otros hechos que dejaban ver la inutilidad de todos estas para
alcanzar la paz. Muchos indios que parecían sometidos, que habían aceptado el
bautismo y que se daban por aliados de los españoles, se fugaron al territorio mapuche.
El Gobernador, que no esperaba nada de las negociaciones pacíficas, les
comunicó a los indios de guerra las últimas disposiciones del Rey, y, al ver que
no producían ningún cambio en la actitud de esos bárbaros, ordenó algunos ataques
más allá del río Biobío, contando con un refuerzo de 184 hombres enviados por
el virrey de Perú. Estas operaciones, como debía esperarse, no produjeron
resultados importantes, pero repitió Fernández de Córdoba las expediciones y
consiguió apresar a muchos indios que, con arreglo a la resolución del Rey,
fueron sometidos a esclavitud. Pero este negocio dio en breve origen a los más
escandalosos abusos. Según las ideas del tiempo, los dueños de esclavos estaban
autorizados para marcarlos con hierros candentes. Todos los indios tomados en
la guerra eran sometidos a esta cruel operación. Pero algunos soldados dieron
en marcar a los indios aunque no hubiesen sido apresados en acción de guerra, e,
incluso, ejecutaban estos tratamientos en niños de corta edad, a pe ar de que,
por la cédula del Rey, estaban exentos de la pena de esclavitud. Muchos de esos
infelices eran enviados a Perú, para ser vendidos a un precio más alto que el
que se pagaba en Chile. El gobernador Fernández de Córdoba, queriendo poner
atajo a estos abusos, hizo publicar en todo el reino un bando en el que fijaba
las reglas para herrar a los indios. Todo indio mayor que hubiese caído
prisionero en acción de guerra, podía ser herrado como esclavo, pero, para ello,
era necesario que dentro de los tres primeros meses fuese presentado e inscrito
en el registro de esclavos que se llevaba en la secretaría de gobierno.
Fernández de Córdoba puso severas penas, además de la pérdida de los esclavos,
a los que no se sometiesen a estas reglas, a los que enviasen a estos últimos a
Perú, y a los barberos que se prestasen a herrar indios que no fuesen realmente
esclavos, pues eran los barberos los encargados de ejecutar esta operación. Nadie
ponía en duda el derecho que tenían los amos de herrar a sus esclavos, pero algunos
eclesiásticos sostenían que, 'siendo la cara la principal semejanza a la
hermosura de Dios, era contra derecho natural y divino afear la hermosura y
semejanza de Dios'. En virtud de esta declaración teológica, que permitía
marcar a los indios en cualquier parte del cuerpo que no fuera la cara, se siguió
herrándolos en los brazos o en las piernas, hasta que el temor a las
represalias terribles que los indios comenzaron a tomar con sus cautivos, obligó
a corregir esa costumbre".
(Imagen) El Gobernador Luis Fernández de
Córdoba puso fin a parte de lo que fue una terrible odisea: el destino de
MARCOS DE CHÁVARRI, el cual vivió uno de los episodios más trágicos de los
enfrentamientos con los mapuches. Marcos era criollo, y nacido en Villarrica (Chile)
hacia el el año 1559, siendo hijo y nieto de conquistadores. Su padre, Juan
Bautista de Chávarri, fue uno de los fundadores de la ciudad. El año 1593, por
sus méritos, Marcos de Chávarri fue nombrado capitán de caballería y regidor de
Villarrica. A finales de 1598, los mapuches mataron salvajemente al gobernador
Martín García Óñez de Loyola y a la mayor parte de su tropa. Esto supuso un
crecimiento feroz de la valentía de los mapuches, y sometieron a un largo cerco
a la ciudad de Villarrica. Allí tomó el mando Rodrigo de Bastidas (estando bajo
sus órdenes Marcos, que era hermano de su mujer, Ana de Chávarri), y llevó a
cabo una defensa numantina, en la que prefirió morir a rendirse, cuando solo
quedaban diez hombres y nueve mujeres, las cuales se salvaron, pero fueron
apresadas por los mapuches. Marcos de Chávarri había caído preso al hacer una
salida en busca de comida. Su dominio de la lengua mapuche, el mapudungún, y el
aprecio que le tenían indios que había conocido antes, le salvaron la vida,
pero como un esclavo más, aunque los indios le permitieron que vivieran con él
su mujer y su suegra. Hizo falta que pasaran ¡25 años! (horrendo país)
para que ocurriera un milagro. Dice el historiador Barros: "En uno de sus
ataques, el gobernador Luis Fernández de Córdoba consiguió el año 1627 rescatar
a algunos cautivos españoles que vivían desde muchos años atrás entre los
indios. Entre ellos estaba el capitán
Marcos de Chávarri, uno de los heroicos defensores de la ciudad de Villarrica en
1602". Ya liberado, Marcos le escribió esto al Rey (resumido):
"Cuando los indios cercaron Villarrica, estuve tres años continuos como
capitán de la ciudad, donde los gobernadores me ordenaron la defensa y amparo
de sus habitantes, asistiéndoles por su gran necesidad de alimentos, sin que que
yo abandonase vuestro real servicio, hasta que quedé sólo con diez hombres dentro
del fuerte, porque los demás que estaban a mi cargo perecieron de hambre.
Teníamos que comer yerbas silvestres y sufrir trabajos, como el de luchar a
muerte con los enemigos, pero fui apresado por ellos y quedó con mucho riesgo
la ciudad". Terminaba su carta pidiéndole ayuda al Rey: "Suplico a V.
M. que nos dé con qué sustentarnos a mí, a tres hermanas mías y a cuatro
sobrinas, pues sus padres y los míos perecieron en las ciudades
despobladas". En la imagen vemos una relación de méritos (año 1564) de
Juan Bautista de Chávarri, padre de Marcos
(de él no he encontrado nada).
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