domingo, 24 de julio de 2022

(1783) El vasco Martín de Mújica y Buitrón, nuevo gobernador de Chile, era muy religioso. Suprimió los degradantes abusos que había, se le agradeció que suavizara los impuestos, y no mimó a los mapuches. Duró sólo 2 años, por morir, quizá, envenenado.

 

     (1383) Se produjo en 1646 el relevo del cesado gobernador de Chile Francisco López de Zúñiga: “Quien le sucedió en el cargo, Martín de Múgica y Buitrón era un antiguo militar acreditado por la importancia de sus servicios y por la gravedad de su carácter. Nacido en Villafranca (Guipúzcoa), sirvió en los ejércitos españoles desde muy joven. En 1638, siendo sargento mayor contra los franceses en el Piamonte, se distinguió asaltando las murallas del fuerte de Vercelli. Luego sirvió en el ejército encargado de someter Cataluña, que, con el apoyo de los franceses, estaba sublevada contra el Rey. En 1642, siendo ya maestre, y obligado a obedecer órdenes que aprobaba, fue sorprendido por los franceses en Granata y cayó prisionero con toda su división. Pero, en 1644, ya aparece de nuevo en el ejército español de Cataluña. Por entonces, el Rey Felipe IV, conociendo su buena reputación en el ejército, lo nombró Gobernador de Chile por un período de ocho años (parece ser que era el tiempo habitual)”.

     Como siempre ocurría, las enormes distancias alargaban los plazos, y el nuevo gobernador llegó a Lima en febrero 1646, donde el virrey le puso al corriente del peligro que suponían los piratas y de que en Chile había un problema crónico de escasez de soldados. Su llegada a este país tuvo lugar en mayo de 1646. Uno de sus acompañantes era el maestre de campo Francisco Gil Negrete, soldado de gran experiencia en la guerra de Chile, que iba como gobernador de la ciudad de Valdivia (y al que ya le dediqué una imagen)”.

     No coincidía su llegada con los meses apropiados para operaciones militares, por lo que le confió el mando de las tropas al maestre de campo Juan Fernández Rebolledo (también le dediqué una imagen), y él se ocupó de un asunto que otros habían descuidado, y que quizá lo asumiera por ser muy estricto en temas morales. Cuenta un cronista de la época: “Los soldados, sin temor de Dios, vivían con sus mancebas, presumían de robar, y, al comedido, lo despreciaban, y el gobernador puso mucho freno a estos abusos,

pero había otros aún más escandalosos.  Todos los inviernos pedían licencia muchos soldados y partían en cuadrillas robando cuanto hallaban. Hurtaban gran cantidad de caballos, derribando las paredes para sacarlos,  y se llevaban a indios e indias jóvenes que servían en las ciudades. No respetaban nada, ni aun lo sagrado y eclesiástico, pues a un clérigo le quitaron la mula en la que iba. Hacían así otras picardías que las celebraban entre los mismos soldados, y algunos se beneficiaban de los hurtos”,

     Y dice Diego Barros: “Para poner término a estos crímenes, don Martín de Mujica prohibió de manera tajante que los jefes dieran permiso a sus soldados para ir a Santiago e impuso las más severas penas contra los pendencieros y los ladrones. Antes que él, muchos gobernadores habían echado bandos amenazando con rigurosas penas a los soldados que hurtasen caballos, pero ninguno había hecho respetar tan escrupulosamente sus mandatos”. El antiguo cronista lo confirma diciendo. “Fue tan respetada la prohibición, que nadie osaba ya tomar caballo ni mula ajena, cosa que agradecieron notablemente los indios y los vecinos españoles. Y así, cuando el Gobernador fue a Santiago, le salieron a recibir a bandadas por los caminos y a agradecerle el bien que les había hecho”.

 

     (Imagen) El nuevo gobernador de Chile, de origen vasco, MARTÍN DE MÚJICA Y BUITRÓN, fue escogido por el Rey Felipe IV porque se había  ganado un brillante historial militar en las guerras de Flandes y de Italia, y también luchando contra una rebeldía catalana que era apoyada por Francia. Pero quizá tuviera algo que ver el hecho de que, al parecer, eran hermanos suyos dos capitanes que andaban luchando por Chile, Antonio y Alonso de Mújica y Buitrón. Este último protagonizó un hecho curioso. El temible pirata holandés Enrique Brouwer, tras sus correrías por la costa chilena, murió de una grave enfermedad el 7 de agosto de 1643, y sus hombres lo enterraron al norte de la isla de Chiloé. Tiempo después, Alonso de Mújica desenterró el cadáver y lo quemó, por considerar que debía morir como lo que era, un hereje. También el gobernador Martín de Mújica se caracterizaba por su profunda fe religiosa. Estaba convencido de que un aumento de las prácticas piadosas corregiría los muchos vicios de sus gobernados, y mandó que en los cuarteles los soldados rezasen el rosario todos los días. Él mismo daba el ejemplo de piedad ayudando generosamente para la construcción de iglesias y mostrando una sumisión absoluta a las autoridades eclesiásticas. Preocupado por las dificultades de la vida en Chile, le escribió al Rey pidiéndole que se les rebajara a los vecinos los impuestos. Dada la gravedad crónica de los enfrentamientos entre españoles y mapuches, el Gobernador se propuso estudiar con sus consejeros la manera de llegar a una solución soportable. Surgió de nuevo la tentación de tratar a los indios de forma más comprensiva, pero, una vez más, se impuso la triste realidad de que era un camino equivocado, hasta el punto de que el Gobernador tuvo que ejecutar a varios caciques mapuches porque, al parecer, planeaban matarlo. Estando él en Concepción, le llegó la noticia de que, el día 13 de mayo de 1647, se había producido en Santiago, zona sísmica, un tremendo terremoto en el que murieron muchos habitantes. MARTÍN DE MÚJICA Y BUITRÓN era un hombre de profunda fe cristiana y delicada conciencia, en la que había cabida para el buen trato a los indios, pero esa misma rectitud moral le proporcionó enemigos. Y ocurrió algo fatal, quizá intencionado. Algún cronista escribió: “El 4 de mayo de 1649, mientras comía, le sobrevino un ataque que le produjo la muerte. Apenas comenzó a comer, sintió el daño de un veneno, con arcadas y espumas. Se fue a la cama, y murió una hora después. Todos quedaron espantados por la acelerada muerte de un Gobernador tan querido y de tan acertado gobierno, no habiendo persona que no le llorase”. En la imagen lo vemos con su sobria y casi clerical vestimenta.




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