martes, 5 de julio de 2022

(1767) Luis Fernández de Córdoba empezó su gobernación con gran eficacia. Además, tras 14 años terribles, Felipe IV eliminó el nefasto sistema de la ‘guerra defensiva’. Para todos los españoles, fue una enorme alegría.

 

     (1367) Veamos, pues, a Luis Fernández de Córdoba ya en acción como gobernador interino de Chile: "Partió de Lima, y llegó a Concepción el 24 de abril de 1625. Por entonces la guerra contra los indios había dejado de ser defensiva, pero estaban todavía vigentes las ordenanzas reales que la habían establecido. El Gobernador, sabedor de los fatales resultados que había producido el sistema planteado por el padre Valdivia, venía predispuesto en contra de él, y decidido a no dejarse engañar por las ilusiones de  hacer tratados de paz con los indios. Así, pues, aunque la estación de invierno era la menos favorable para esta clase de excursiones, visitó los fuertes de la frontera, y a pesar de que recibió mensajes pacíficos de algunas tribus enemigas, desdeñó tales ofrecimientos y en todas partes recomendó que se mantuviera la vigilancia y la disciplina con el mayor cuidado. Aprovechó, además, esta visita para introducir algunas economías en la administración militar. Como casi todas las compañías de tropa tenían incompleta la dotación de sus soldados, las reformó refundiendo varias de ellas para que cada una tuviera el número correspondiente, lo que le permitió suprimir algunas plazas de oficiales. Asistió personalmente a la distribución del 'situado' (los fondos destinados al salario de los soldados), para evitar los abusos que se cometían con el pago de la tropa, operación a la que por su avanzada edad no había podido asistir el gobernador don Pedro Osores de Ulloa. 'Por la mala rendición de cuentas que Pedro de Unzueta dio como oficial mayor del veedor general -escribió el mismo Fernández de Córdoba-, y, habiéndole probado duplicados de plazas, cohechos, falsedades y otros malos modos de vivir, le hice cortar dos dedos de la mano derecha, y que fuera a servir a Chiloé por algunos años. Estaba mal visto por los soldados, y ha tenido buenas consecuencias su castigo'. La severidad desplegada con ese infeliz, no podía, sin embargo, remediar por completo un mal que parecía haberse hecho endémico en el ejército de la frontera".

     Otro tema delicado para los gobernadores era su relación con los cabildos, y, más frecuentemente, con los oidores de la Real Audiencia, debido sobre todo a las disputas sobre competencias. Algo que no debía ocurrir, puesto que el Gobernador era, al fin y al cabo, el representante directo del Virrey, y este, del Rey. Luis Fernández de Córdoba entró en la ciudad de Santiago el día 21 de diciembre de 1625, donde fue pomposamente recibido, como era habitual con los nuevos gobernadores: "Tenía especial interés  en poner atajo a las dificultades que creaba la Real Audiencia y, sobre todo, a las pendencias entre los mismos oidores, pues habían llegado a producir escándalo en la ciudad. El doctor don Cristóbal de la Cerda (antiguo gobernador interino), oidor decano de la Audiencia, era el causante de las dificultades dentro del mismo tribunal. 'Llegado que fui a esta ciudad (Santiago) -escribió Fernández de Córdoba-, he hallado gravísimos inconvenientes en que dicho don Cristóbal opere en la Audiencia, pues  él me ha dicho diversas veces que le es imposible ser buen oidor con sus compañeros, ni ellos con él. Habiéndolo consultado de palabra antes de mi venida a este reino con el marqués de Guadalcázar, virrey del Perú, me pareció que, dados los disgustos referidos, el dicho don Cristóbal debe dejar de ejercer en la Audiencia con los demás oidores, y que se le permita gozar de su salario hasta que Vuestra Majestad mandase otra cosa, ya que las necesidades que hay en estas tierras son tan difíciles para él y su familia".Vimos que Cristóbal de la Cerda recibió un duro golpe cuando fue sustituido como gobernador interino por Pedro de Osores, y que incluso le había pedido al Rey, inútilmente, que lo nombrara gobernador titular. Es probable  que después se convirtiera en un hombre amargado. Para colmo, como vimos, luego se le jubiló por haberse  quedado sordo.

 

     (Imagen) Los españoles de Chile estaban contentos con el gobernador Luis Fernández de Córdoba porque sabían que era contrario al absurdo sistema de guerra solo defensiva contra los mapuches. Y, por fin, llegó una orden del rey Felipe IV suprimiéndolo: "El 24 de enero de 1626 recibió Fernández de Córdoba una real cédula firmada en Madrid en abril del año anterior. Tomando en cuenta la obstinación de los indios en mantener una guerra continua y las atrocidades que habían cometido, el Rey mandaba que en adelante se les hiciera una guerra activa y eficaz, y que se les sometiera a esclavitud a los que no se rindiesen. El 25 de enero se pregonó en Santiago el restablecimiento de la guerra ofensiva. Para los vecinos fue un día de grandes regocijos, porque veían desaparecer el sistema del padre Valdivia, al que atribuían todas las desgracias sufridas en Chile durante catorce años, y esperaban, además, que la nueva declaración de la esclavitud de los indios apresados había de permitirles aumentar con poco gasto el número de servidores". La guerra ofensiva no iba a resultar un remedio milagroso para someter a los rebeldes mapuches, ya que había escasez de tropas, pero se notó de inmediato una notable mejoría: "He continuado la guerra en este reino (le escribía Fernández de Córdoba al Rey) durante el invierno y el verano, para acosar al enemigo rebelde, al que he hecho sufrir castigos que ha recibido en diferentes provincias. El año pasado (1627) entré a la ciudad de La Imperial y a otras  vecinas, donde los españoles no habían puesto los pies desde el forzado abandono de hace veintiocho años, con tan buenos resultados, que les quemé muchas casas con sus provisiones, y se le mataron unas mil cabezas de ganado y algunos caballos. Además de degollar a muchos indios enemigos, se apresaron a más de doscientos cincuenta, y, sin perder un solo hombre, me retiré. Después de haber descansado algo la gente, se han hecho algunas entradas por la zona de San Felipe (Yumbel) y así mismo por la de Arauco, todas con buenos éxitos. Aunque se ha peleado en estas últimas ocasiones por la gran obstinación que este enemigo mapuche tiene, no me han matado más de treinta españoles y a unos cien indios amigos nuestros, mientas que el enemigo, entre cautivos y muertos, ha perdido más de dos mil, además de los ganados y casas quemadas en estas ocasiones.  Aseguro a Vuestra Majestad que he puesto y pongo en seguir esta guerra y conservarla con reputación mucho trabajo, cuidado, gasto de mi hacienda y riesgo de mi vida". La esclavitud de los mapuches fue una excepción en las Indias impuesta por su tremenda agresividad, y digamos que, para esclavitud brutal, la que ellos practicaban con los españoles.




No hay comentarios:

Publicar un comentario