domingo, 17 de julio de 2022

(1777) A la amenaza de los mapuches y la latente de los piratas, se añadió un ataque de los calchaquíes, que fueron derrotados. El gran Francisco Laso de la Vega era poco comunicativo, pero sus gobernados lo adoraban por su valía militar.

 

     (1377) Así como los virreyes se limitaban a administrar y gobernar desde sus palacios, vemos que los gobernadores, aunque eran la máxima autoridad de su territorio, y algo así como virreyes de segunda categoría, se ponían al frente de sus tropas y arriesgaban sus vidas, a no ser que estuvieran enfermos o casi incapacitados por su vetusta edad. Con el agravante chileno de que las batallas eran continuas: "Cuando le llegó a Chile la resolución del Virrey (reconociéndole al Gobernador su derecho a reclutar vecinos para la guerra), estaba de vuelta de una expedición al territorio enemigo. Saliendo de Santiago el 20 de noviembre de 1631, Laso de la Vega había llegado el 7 de diciembre al campamento de Yumbel, donde sus capitanes estaban listos para entrar en campaña con un ejército de mil ochocientos hombres entre españoles e indios. Se pusieron en marcha y avanzaron hasta Curalaba, lugar situado entre Lumaco y la Imperial, y teatro de la catástrofe en que había perecido el gobernador Martín García Óñez de Loyola con casi todos sus hombres treinta y cuatro años antes (24 de diciembre de 1598). Allí se acuarteló convenientemente con su infantería y despachó al sargento mayor Juan Fernández de Rebolledo con la caballería a perseguir al enemigo en los campos vecinos. Esta misión fue un éxito. Después de destruir muchos sembrados de los indios, Rebolledo volvió a reunirse con el Gobernador trayéndole seis mil cabezas de ganado y doscientos cincuenta indios cautivos de todas las edades. Contra el parecer de algunos capitanes que querían dar la vuelta hacia el norte, Laso de la Vega pasó adelante con sus tropas, pero no tuvo enfrentamientos importantes, aunque pudo regresar habiendo rescatado a algunos españoles que vivían en aquellos lugares, y llegó adonde se hallaba su campamento en los primeros días de enero de 1632. No obstante, Laso de la Vega estaba convencido de que esas expediciones solo le harían dueño del territorio que ocupase con sus tropas. Y así, en cuanto llegó a su campamento, supo que los indios volvían de nuevo a los territorios que acababa de recorrer, y que se mantenían en pie de guerra".

     Pero no solo los mapuches eran una preocupación para el Gobernador: "Aunque se hablaba con insistencia de la posible reaparición de los corsarios holandeses en las costas de Chile, se supo que, empeñados esos años en establecerse en Brasil, no intentaron por entonces empresa alguna en el Pacífico. Pero sí hubo un nuevo peligro. Más  inquietaron al Gobernador y a los habitantes de Chile las noticias que llegaron del otro lado de los Andes. Los indios calchaquíes, pobladores de la región de Tucumán, se habían sublevado y tenían en grandes aprietos a don Felipe de Albornoz, Gobernador de esa provincia. El virrey del Perú le encargó a Laso de la Vega que le socorriese desde Chile". El Gobernador se vio en un compromiso, pero hizo lo que pudo, porque, además, el problema afectaba a su propio territorio, y así se lo explicaba al Rey: "He hecho las prevenciones oportunas, enviando a los encomenderos de aquella zona  a servir a sus vecinos de Tucumán. Les he proporcionado armas, he enviado alguna gente suelta y he dado orden de que una compañía de infantería con cuarenta hombres fuese allá a cargo de un capitán experimentado, de manera que desde aquí he dado todo cuanto he podido. Aunque sé que el problema necesita mayor ayuda, no me he puesto en camino  hacia aquella provincia, porque dista del lugar en que me hallo más de ciento treinta leguas". La insurrección de los calchaquíes, aunque era una seria amenaza, fue sofocada, pero mantuvo muy preocupados a los gobernantes de Chile durante algunos meses.

 

    (Imagen)  El historiador Diego Barros hace un extenso comentario que parece sensato sobre las virtudes y defectos del Gobernador Francisco Laso de la Vega. Veámoslo: "Victorioso en la guerra contra los araucanos y apoyado por el virrey de Perú en las ruidosas disputas que había tenido que sostener contra los oidores, don Francisco Laso de la Vega había llegado en 1632 al apogeo de su poder y de su prestigio. Aunque admirado como militar y administrador, no había logrado hacerse querer por sus gobernados. Uno de sus secretarios, Santiago de Tesillo, lo atribuyó a la  seriedad de su carácter. 'Asistía a la Audiencia, como presidente, con exigencia de integridad -dice Tesillo-. Era imparcial en el reparto de los premios y ejecución de la justicia. Se le mostraba en Chile mayor veneración que amor. Nacía la veneración de su mucha severidad y entereza, y les faltaba el amor por ser poco comunicativo. Actuaba también con un alto pundonor, cosa que no la aprobaban todos. Pero la gloria que había adquirido en la guerra le había dado mayor autoridad que  la de ningún otro gobernador'. Aunque este retrato está trazado por mano amiga, y aunque casi no toma en cuenta más que las buenas cualidades de Laso de la Vega, encubriendo con el nombre de pundonor su orgullo y su arrogancia, el cronista nos da una idea que debe de ser verdadera del prestigio que había conquistado en el territorio chileno. En cualquier caso, aunque esa arrogancia lograra que la gente exagerase el valor de los triunfos que había alcanzado frente a los indios, el Gobernador comprendía que con ellos no era suficiente para conseguir la pacificación definitiva del territorio mapuche. Convencido de que este resultado solo podría conseguirse mediante la fundación de algunas ciudades y fuertes que impusiesen respeto a los indios, y que fuesen el asiento de guarniciones respetables, esperaba para acometer esta empresa los refuerzos que había pedido a España, y limitaba por entonces sus aspiraciones y deseos a debilitar a los enemigos poniéndolos en la imposibilidad de ejecutar las correrías con que hasta hacía poco inquietaban las tierras que estaban sometidas a los españoles. De esta manera, los indios, que, bajo el gobierno de los inmediatos antecesores de Laso de la Vega, pasaban frecuentemente el río Biobío en número considerable y obtuvieron señaladas victorias sobre los españoles, tenían ahora la guerra dentro de su propio territorio, sufriendo dolorosas devastaciones y perdiendo entre muertos y cautivos muchos centenares de personas". La imagen muestra un documento relativo a los bienes del gobernador Laso de la Vega (habiendo fallecido dos años antes, en 1640), en el que tienen protagonismo, como herederos,  sus hijos Isabel y Jerónimo Laso de la Vega.




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