(1378) El Gobernador no descansaba.
Acosaba a los indios, que se rendían hipócritamente, pero él no se fiaba. Logró
liberar a muchos españoles, y, entre ellos, a mujeres que habían vivido un
calvario: “En la primavera emprendió el Gobernador una nueva campaña. Partiendo
de Santiago a fines de noviembre, llegó en pocos días al campamento de Yumbel. El
1º de enero de 1633 se ponía en marcha para el sur a la cabeza de mil
ochocientos hombres, y desde que hubo penetrado en el territorio enemigo,
comenzó a destruir las sementeras y ganados de los indios para privarlos de
víveres y de medios de mantener la guerra. El Gobernador desplegó en toda esta
campaña el más inflexible rigor, castigando con la pena de muerte a los
prisioneros que se habían señalado como cabecillas en las correrías anteriores
y a los que, presentándose como dispuestos a dar la paz, mantenían relaciones
con el enemigo. Aprovechó también las ventajas de su situación para sacar de su
penoso cautiverio a algunas mujeres españolas que desde tiempo atrás vivían
entre los mapuches. El invierno suspendió, como siempre, las operaciones
militares, y el Gobernador pasó a Santiago para atender los negocios
administrativos. Pero, resuelto a no dar descanso al enemigo, partió de nuevo
para el sur en el mes de noviembre. Laso de la Vega penetró en el territorio
enemigo en enero de 1634, y repitió durante dos meses la implacable guerra de
persecución y de desolación que había hecho los años anteriores. Logró
sorprender a algunos grupos de indios, dar muerte a varios de estos y apresar a
muchos otros. Cuando los indios se vieron apretados por fuerzas a las que no
podían resistir, usaron sus antiguos fingimientos, y comenzaron a hacer
proposiciones de paz. Aunque, por experiencias pasadas, los españoles sabían la
poca confianza que merecían tales proposiciones, Laso de la Vega las oyó con
buena voluntad, pero, en cuanto descubría la doblez de esos tratos, castigaba
con el mayor rigor a los que habían pretendido engañarlo".
Recordemos que el gobernador Francisco
Laso de la Vega le había enviado el año 1631 a Francisco de Avendaño a España
para explicarle a Felipe IV el plan que tenía para someter definitivamente a
los mapuches y la ayuda de soldados y dinero que se necesitaba con ese objetivo.
Pero el Rey no era tan optimista, y, además, consideraba necesario emplear el
dinero, nunca suficiente, en otros asuntos que le parecían prioritarios. No
obstante, quiso conocer la opinión del Consejo de Indias al respecto, y su
respuesta coincidió con su forma de ver. Así lo expresaron en su informe:
"Nos ha parecido que sería conveniente acabar la guerra de Chile, pero no
sería oportuno hacer innovaciones ahora. Aunque la proposición del Gobernador se
debe al celo que tiene de servir a Su Majestad, no se ajusta a la disposición y
forma de aquella guerra, ya que no tienen aquellos guerreros indios poblaciones
ni fuerzas unidas, por lo que, al ver que no
consiguen el éxito que desean, se retiran y dividen, de manera que todo
su ejército, por grande que sea, se deshace sin quedarle tropa a la que los
nuestros pudieran seguir, y, con ello, es imposible tener la victoria sobre su
conjunto. Pero, sin embargo, por lo mucho que conviene tomar una decisión
definitiva, conviene que informen al respecto el virrey del Perú, y las reales
audiencias de Lima y de Santiago'. Felipe IV aprobó este parecer, y mandó que
las autoridades mencionadas informasen acerca del proyecto remitido a la Corte
por el gobernador de Chile".
(Imagen) El Rey envió un escrito a las
autoridades de Chile (llegado en marzo de 1634) indicando cómo se debía actuar
para terminar la guerra contra los mapuches. Para fortuna del Gobernador Laso
de la Vega, había nuevos oidores en la Audiencia, y eran partidarios de sus
criterios: "Le contestaron al Rey que
estaban de acuerdo con las tácticas que el Gobernador le había propuesto
(al Rey), ya que las dificultades que habían creado los indios fueron
vencidas por sus capitanes. 'Vuestra Majestad, le decían, puede contar igualmente
con los méritos, prudencia y valor del Gobernador y Capitán General de Chile,
de quien debe esperar aún mayores cosas. El estado en que se encuentra este
reino es el mejor que ha tenido desde hace más de treinta años. La fuerza del
enemigo, que son los indios fronterizos, ha ido en gran disminución por los
continuos ataques que se les ha hecho, y en particular desde que vino a este
reino don Francisco Laso de la Vega, por haber matado a los más belicosos y
valientes soldados que tenían en las dos batallas que les dio en el sitio de
los Robles y el territorio de Arauco, y acosado de tal manera la provincia de
Purén, que, con los grandes daños que este verano les ha hecho, han venido muchos
indios en son de paz. Se tiene por cierto que los demás indios, que son ya muy
pocos, también lo harán, y los de la
provincia de La Imperial, que es la más poblada, se la están pidiendo y le ruegan
que vaya a poblar a sus tierras. Es opinión común de todos los capitanes experimentados
de esta guerra que, si Vuestra Majestad se digna enviar los dos mil hombres que
el Gobernador pide, y doblar los doscientos doce mil ducados asignados cada
año, pondría este reino de Chile en paz definitiva, y en el tiempo que se lo ha
prometido en su escrito a Vuestra Majestad'. Negaban también que los indios,
como suponía el Consejo de Indias, se dispersaran cuando se veían en peligro,
haciendo imposible un ataque militar contundente, y decían que 'nunca huían de
sus tierras, pues no hay nación que más estime y quiera su patria, ya que por
ella y su defensa esos indios han peleado noventa años con valor notorio'. La
Real Audiencia de Chile, aprobando totalmente el plan propuesto por Laso de la
Vega, sostenía que era posible llevar a cabo la conquista definitiva del país, que
para ello debían fundarse poblaciones en el centro del territorio enemigo y que
todo podía esperarse de la prudencia del Gobernador, el cual, como gran soldado
que era, había tanteado y mirado la buena disposición de las cosas del reino de
Chile para cumplir con lo que había prometido". Pero todo quedará en nada:
el Rey tenía demasiados problemas en España. (En la imagen, vemos la 1ª hoja,
con su firma, de un documento que el Gobernador le envió al Rey el 21 de marzo
de 1631).
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