lunes, 18 de julio de 2022

(1778) Pese a sus grandes victorias, el Rey le negaba ayuda al Gobernador porque era imposible dominar del todo a unos indios que se diseminaban. Los de la Audiencia le contestaron que no era así, y ponían al Gobernador por las nubes.

 

     (1378) El Gobernador no descansaba. Acosaba a los indios, que se rendían hipócritamente, pero él no se fiaba. Logró liberar a muchos españoles, y, entre ellos, a mujeres que habían vivido un calvario: “En la primavera emprendió el Gobernador una nueva campaña. Partiendo de Santiago a fines de noviembre, llegó en pocos días al campamento de Yumbel. El 1º de enero de 1633 se ponía en marcha para el sur a la cabeza de mil ochocientos hombres, y desde que hubo penetrado en el territorio enemigo, comenzó a destruir las sementeras y ganados de los indios para privarlos de víveres y de medios de mantener la guerra. El Gobernador desplegó en toda esta campaña el más inflexible rigor, castigando con la pena de muerte a los prisioneros que se habían señalado como cabecillas en las correrías anteriores y a los que, presentándose como dispuestos a dar la paz, mantenían relaciones con el enemigo. Aprovechó también las ventajas de su situación para sacar de su penoso cautiverio a algunas mujeres españolas que desde tiempo atrás vivían entre los mapuches. El invierno suspendió, como siempre, las operaciones militares, y el Gobernador pasó a Santiago para atender los negocios administrativos. Pero, resuelto a no dar descanso al enemigo, partió de nuevo para el sur en el mes de noviembre. Laso de la Vega penetró en el territorio enemigo en enero de 1634, y repitió durante dos meses la implacable guerra de persecución y de desolación que había hecho los años anteriores. Logró sorprender a algunos grupos de indios, dar muerte a varios de estos y apresar a muchos otros. Cuando los indios se vieron apretados por fuerzas a las que no podían resistir, usaron sus antiguos fingimientos, y comenzaron a hacer proposiciones de paz. Aunque, por experiencias pasadas, los españoles sabían la poca confianza que merecían tales proposiciones, Laso de la Vega las oyó con buena voluntad, pero, en cuanto descubría la doblez de esos tratos, castigaba con el mayor rigor a los que habían pretendido engañarlo".

     Recordemos que el gobernador Francisco Laso de la Vega le había enviado el año 1631 a Francisco de Avendaño a España para explicarle a Felipe IV el plan que tenía para someter definitivamente a los mapuches y la ayuda de soldados y dinero que se necesitaba con ese objetivo. Pero el Rey no era tan optimista, y, además, consideraba necesario emplear el dinero, nunca suficiente, en otros asuntos que le parecían prioritarios. No obstante, quiso conocer la opinión del Consejo de Indias al respecto, y su respuesta coincidió con su forma de ver. Así lo expresaron en su informe: "Nos ha parecido que sería conveniente acabar la guerra de Chile, pero no sería oportuno hacer innovaciones ahora. Aunque la proposición del Gobernador se debe al celo que tiene de servir a Su Majestad, no se ajusta a la disposición y forma de aquella guerra, ya que no tienen aquellos guerreros indios poblaciones ni fuerzas unidas, por lo que, al ver que no  consiguen el éxito que desean, se retiran y dividen, de manera que todo su ejército, por grande que sea, se deshace sin quedarle tropa a la que los nuestros pudieran seguir, y, con ello, es imposible tener la victoria sobre su conjunto. Pero, sin embargo, por lo mucho que conviene tomar una decisión definitiva, conviene que informen al respecto el virrey del Perú, y las reales audiencias de Lima y de Santiago'. Felipe IV aprobó este parecer, y mandó que las autoridades mencionadas informasen acerca del proyecto remitido a la Corte por el gobernador de Chile".

 

     (Imagen) El Rey envió un escrito a las autoridades de Chile (llegado en marzo de 1634) indicando cómo se debía actuar para terminar la guerra contra los mapuches. Para fortuna del Gobernador Laso de la Vega, había nuevos oidores en la Audiencia, y eran partidarios de sus criterios: "Le contestaron al Rey que  estaban de acuerdo con las tácticas que el Gobernador le había propuesto (al Rey), ya que las dificultades que habían creado los indios fueron vencidas por sus capitanes. 'Vuestra Majestad, le decían, puede contar igualmente con los méritos, prudencia y valor del Gobernador y Capitán General de Chile, de quien debe esperar aún mayores cosas. El estado en que se encuentra este reino es el mejor que ha tenido desde hace más de treinta años. La fuerza del enemigo, que son los indios fronterizos, ha ido en gran disminución por los continuos ataques que se les ha hecho, y en particular desde que vino a este reino don Francisco Laso de la Vega, por haber matado a los más belicosos y valientes soldados que tenían en las dos batallas que les dio en el sitio de los Robles y el territorio de Arauco, y acosado de tal manera la provincia de Purén, que, con los grandes daños que este verano les ha hecho, han venido muchos indios en son de paz. Se tiene por cierto que los demás indios, que son ya muy pocos, también lo harán, y los  de la provincia de La Imperial, que es la más poblada, se la están pidiendo y le ruegan que vaya a poblar a sus tierras. Es opinión común de todos los capitanes experimentados de esta guerra que, si Vuestra Majestad se digna enviar los dos mil hombres que el Gobernador pide, y doblar los doscientos doce mil ducados asignados cada año, pondría este reino de Chile en paz definitiva, y en el tiempo que se lo ha prometido en su escrito a Vuestra Majestad'. Negaban también que los indios, como suponía el Consejo de Indias, se dispersaran cuando se veían en peligro, haciendo imposible un ataque militar contundente, y decían que 'nunca huían de sus tierras, pues no hay nación que más estime y quiera su patria, ya que por ella y su defensa esos indios han peleado noventa años con valor notorio'. La Real Audiencia de Chile, aprobando totalmente el plan propuesto por Laso de la Vega, sostenía que era posible llevar a cabo la conquista definitiva del país, que para ello debían fundarse poblaciones en el centro del territorio enemigo y que todo podía esperarse de la prudencia del Gobernador, el cual, como gran soldado que era, había tanteado y mirado la buena disposición de las cosas del reino de Chile para cumplir con lo que había prometido". Pero todo quedará en nada: el Rey tenía demasiados problemas en España. (En la imagen, vemos la 1ª hoja, con su firma, de un documento que el Gobernador le envió al Rey el 21 de marzo de 1631).




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