jueves, 30 de junio de 2022

(1763) La ‘guerra defensiva’ fue un error padecido durante nueve años. Tampoco funcionó la supresión del trabajo de los indios para los españoles (hasta ellos lo preferían al pago de una tasa). Ambas cosas desaparecerán bajo Felipe IV.

 

     (1363) Las tropas españolas partieron hacia la ciénaga de Purén, donde estaban los mapuches: "Esta operación fue ejecutada con todo tino, y, el domingo 26 de diciembre, cercaron la temible guarida de los indios. Pero estos habían sido advertidos por sus espías de la marcha de los españoles, y abandonaron precipitadamente la ciénaga. El maestre de campo Álvaro Núñez de Pineda, no hallando enemigos a quienes combatir, se limitó a destruir las casas y sembrados. Núñez de Pineda no pudo permanecer mucho tiempo en Purén, y dispuso la vuelta de sus dos divisiones a sus acantonamientos. La que volvía a Yumbel bajo las órdenes del sargento mayor Juan Fernández de Rebolledo fue atacada por los indios, pero logró desbaratarlos y llegar a su cuartel sin más pérdida que la de dos indígenas amigos. Aunque aquella campaña no produjo resultados muy decisivos, hizo al menos comprender a los indios que no eran el miedo o la escasez de recursos lo que había paralizado por tanto tiempo la acción de los españoles (sino la guerra defensiva). Así, después de esta y de otras excursiones de menor importancia, el Gobernador consiguió alentar a sus tropas e imponer algún respeto al enemigo, y pudo, además, dedicarse a otro tipo de trabajos".

     Era, pues, la confirmación de que el sistema de guerra defensiva había sido nefasto para los soldados españoles. Pero Pedro de Osores sabía que quedaba por zanjar otra asignatura pendiente: "Al estudiar la situación del reino de Chile, enseguida comprendió que la ordenanza del virrey del Perú que mandaba abolir el servicio personal de los indígenas, había creado una gran perturbación social sin conseguir los beneficios que se esperaban de ella. Además de que los encomenderos, considerándose heridos en sus intereses, pedían la derogación de esa norma, los indios, por no poder pagar el impuesto con que se les gravaba a cambio, la habían recibido como un mal mayor que el trabajo al que se les obligaba bajo el régimen anterior. Los indios pacificados de las inmediaciones de la frontera mapuche, que servían en la guerra como auxiliares de los españoles, eran los que más se quejaban del nuevo estado de cosas. Don Pedro Osores de Ulloa, consciente de la responsabilidad de este acto de desobediencia, se atrevió a suspender en parte los efectos de aquella ordenanza. 'Al ser tan miserable esta tierra -escribió-  y ver a los caciques con notable demostración de pesar por la imposición de la tasa, y hasta dando a entender que se iban a pasar al enemigo, ordené, con el mayor disimulo posible, que en estos distritos de la frontera se suspendiese la norma hasta que hubiera mejor ocasión para que se ejecutase'. Aunque esta suspensión estaba aplicada solamente a aquellos lugares, era probable que relajara el cumplimiento de la ordenanza en las demás partes del territorio. En efecto, las disposiciones dictadas por el virrey del Perú comenzaron a ser obedecidas con mucha flojedad".

 

     (Imagen) Llama la atención con qué rapidez y entrega se dedicó el anciano, enfermo y recién llegado gobernador de Chile PEDRO OSORES DE ULLOA a resolver dos problemas esenciales: el sistema de guerra defensiva y la prohibición de utilizar a los nativos como criados, ambas cosas poco realistas. Tras tomar arriesgadas medidas, se dirigió hacia la capital de Chile: "El anciano Gobernador, el 1º de abril de 1622, cuando creyó bastante asegurada la tranquilidad, inició su viaje, e hizo su entrada solemne en Santiago el 22 de abril, siendo recibido por el Cabildo de la ciudad, ante el cual prestó el preceptivo juramento". Si bien las dos decisiones que había adoptado nacían con un futuro muy dudoso, va a ocurrir algo imprevisto que cimentará sólidamente sus bases. Digamos que el anciano gobernador Pedro de Osores, además de osado y tenaz, fue muy afortunado. En España andaba el jesuita Luis de Valdivia reforzando el apoyo del Felipe III para sostener el sistema de 'guerra defensiva', pero el destino dejará al clérigo fuera de combate: "Ocurrió que el 31 de marzo de 1621 falleció Felipe III. Su hijo y sucesor, Felipe IV, escogió nuevos consejeros que interrumpían las tradiciones administrativas del reinado anterior. El padre Valdivia debió de encontrarse sin apoyo en los consejos del nuevo soberano. Además, entre los hombres que este rey acababa de elevar al poder, había algunos que, en vista de los informes que llegaban de Chile y del Perú, comenzaban a comprender que la guerra defensiva, después de un ensayo de nueve años, no había producido los resultados que se aseguraban. Aunque al partir de Chile el padre Valdivia había prometido volver a este país tan pronto como obtuviese las ayudas militares que iba a pedir a España, y, aunque a pesar de sus sesenta años, conservaba una salud fuerte y vigorosa, tuvo por cierto que no hallaría por largo tiempo el apoyo de la Corona. Quiso entonces buscar el descanso entre sus hermanos de religión de la provincia de Castilla. Le dieron estos el cargo de prefecto de estudios del Colegio de Valladolid, y allí pasó los últimos veinte años de su vida consagrado a las tareas de ese cargo y ocupado en escribir diversos fragmentos de la historia de la Compañía (ver imagen), así como apuntes biográficos acerca de algunos religiosos de su orden. Falleció en esa ciudad el 5 de noviembre de 1642, a la avanzada edad de ochenta y un años". Vemos, pues, que, con la muerte de Felipe III, la vida del padre Luis de Valdivia dio un cambio radical y definitivo. Se acabaron sus inoportunas intervenciones en los asuntos militares de Chile (para gran alegría de Pedro de Osores), y se dedicó a la actividades propias de un clérigo, aunque quizá continuara predicando en la misma línea.




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