(1346) Al padre Luis de Valdivia le
estaban saliendo mal las cosas. Fue demoledor para su campaña a favor de 'la
guerra defensiva' la masacre que hicieron los mapuches con los tres jesuitas
que habían ido a visitarlos sin ningún soldado español y en son de paz. Hasta
el obispo de Santiago, Juan Pérez de Espinosa, y otros religiosos que, en un
principio, simpatizaron con ese sistema pacifista lo rechazaron tras ocurrir la
tragedia. Por si fuera poco, Valdivia y sus compañeros propagaban la idea de
que muchos de los clérigos que estaban en Chile eran poco ejemplares y
descuidaban la evangelización: "Contaban que no había sacerdotes que
predicasen a los españoles ni a los indios. La conversión de estos no había
avanzado, según ellos escribían, por la falta de operarios evangélicos. En
cambio, aseguraban que, desde que ellos llegaron a Chile, todo tomaba otro
aspecto. Se establecían cofradías, se aumentaban las procesiones, y la piedad
religiosa se robustecía con las numerosas conversiones de infieles. Los padres hacían
llegar estas noticias a Europa, y sus cronistas las propagaban en sus libros.
El padre Valdivia, que se mostraba como testigo y actor de esas conversiones,
lo había repetido así en Perú y en España. Cuando estas noticias llegaron a Chile,
se produjo en el clero un sentimiento de indignación. Las otras comunidades
religiosas no disimularon sus sentimientos hostiles hacia los jesuitas, y el
cabildo de Santiago se creyó en el deber de salir en defensa de aquellas. 'Vuestra
Majestad ha sido mal informado -escribía al Rey- de que la palabra de Dios no
ha sido predicada en este reino de Chile a los nativos, pues en el comienzo de
la conquista ya hubo frailes de San Francisco que con mucho cuidado y fervor
les predicaban, y los de Santo Domingo, y en las ciudades luego asoladas estuvieron
adoctrinados todos los indios durante más de cuarenta años, prmaneciendo con
ellos frailes y clérigos muy ejemplares, como consta de las probanzas que
enviamos. No ha sido falta de los religiosos el no haber vuelto a aquellas
tierras, sino prudencia, como lo demuestra la muerte de los padres de la
Compañía de Jesús que fueron a hacerles saber las beneficios que Vuestra
Majestad les hacía. La conquista tiene que hacerse con armas, y, para la predicación,
no se necesita que Vuestra Majestad haga gastos, ya que muchos de los religiosos
de San Francisco, Santo Domingo, San Agustín y la Merced han nacido aquí, y son más apropiados, como conocedores
de sus lenguas, y, además, son más amados por los indios, como lo prueba el
hecho de que muchos fueron cautivados y no los mataron".
También el obispo de Santiago, Juan Pérez
de Espinosa, le dio a entender al Rey que los métodos del jesuita Luis de
Valdivia estaban resultando contraproducentes: "Me escribió Vuestra
Majestad el 1º de enero de 1613 ordenándome que le diera el gobierno del
obispado de La Imperial al padre Luis de Valdivia, de la Compañía de Jesús, y
lo puse por obra puntualmente. Lo que hace falta es que tenga el efecto que se
desea, y que los indios de guerra vengan en son de paz, lo que dudo que suceda
como el padre Luis de Valdivia le aseguró a Vuestra Majestad. Pues, en realidad,
se ha visto y se va viendo cada día que los efectos son contrarios".
(Imagen) Parece que, entre los jesuitas, ha
habido siempre una línea de continuidad histórica en defensa de los nativos,
que ha llegado hasta nuestros días con respecto a los mapuches, como vimos en
la imagen recientemente dedicada al jesuita chileno Juan Fuenzalida, y que provocó,
el año 1989 en Guatemala, el asesinato de seis miembros de la orden. El padre
Luis de Valdivia, en su empeño de impedir que los encomenderos se sirvieran de
los indios casi como esclavos, buscó, lógicamente, la ayuda de alguien que hizo
sus estudios en Salamanca rodeado de partidarios del humanismo jurídico:
HERNANDO DE MACHADO NÚÑEZ CARVAJAL, nacido en Zafra (Badajoz) el año 1557. Conseguido
un puesto en la Real Audiencia de Quito, tomó posesión del cargo en 1592,
llegando tras un complicado viaje en el que, por causa de un naufragio, perdió
gran parte de sus bienes. Fue en diciembre de 1610 cuando asumió el puesto de
Fiscal de la Audiencia de Santiago de Chile, y recurrió a él como tal, en 1613,
Luis de Valdivia para hacer presión a favor de los indios, teniendo tal éxito
Hernando en su gestión, que el virrey de Perú le encargó otro expediente
similar, dándole incluso poder para liberar a seiscientos esclavos indios. En 1620,
alcanzó el alto nivel de Oidor de la Real Audiencia de Santiago de Chile, donde
siguió ejerciendo hasta su fallecimiento, ocurrido el año 1630. Se había casado
en España con Ana Núñez de Chaves, nacida en Trujillo (Cáceres), y tuvieron
cinco hijos, entre los cuales hubo tres varones que dejaron prueba de que el
ambiente familiar estaba impregnado de vocación jurídica y devoción cristiana.
El mayor, JUAN MACHADO DE CHAVES, clérigo que publicó un libro de amplia
difusión y gran éxito, titulado 'El Perfecto Confesor y Cura de Almas' (editado
en Barcelona el año 1641), llegó a ser nombrado obispo de una diócesis muy
alejada de Chile, la de Popayán, que se encuentra en territorio colombiano
lindante con Ecuador. Alguna actividad tendría también en este país, ya que, en
la ecuatoriana ciudad llamada Riobamba, lo siguen recordando (existe allí una
calle con su nombre). La designación tuvo lugar el año 1653, pero no pudo
ejercer el cargo de obispo por fallecer
antes de tiempo. El segundo hijo se llamaba Pedro Machado de Chaves, nacido el año
1590, y tuvo una brillante carrera judicial en la Real Audiencia de Santiago de
Chile, llegando a ser, como su padre, primeramente fiscal de la misma, y
después oidor en ella, que era el máximo nivel. Pero también profesó como
clérigo, ya que consta que fue vicario del obispado. Falleció en dicha ciudad
el año 1647. El tercer hijo, Francisco Machado de Chaves, siguiendo la pauta
familiar, figuró como miembro clerical del Tribunal de la Inquisición. Falleció
el año 1661.
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