(1351) El viaje de Pedro Cortés terminó en
fracaso por la negativa de Felipe III, pero quiso ser útil para otro asunto:
"Se quedó todavía en España porque, ya que no había podido conseguir que
el Rey aboliese las ordenanzas que establecían la guerra defensiva en Chile, pensó
que, al menos, podría llevarle a Ribera el contingente de tropas que reclamaba
con tanta insistencia. Sus esperanzas fueron también burladas (y casi se
diría que al Rey le importaba poco la situación de Ribera). En septiembre
de 1615, se habían reunido en Andalucía las fuerzas reclutadas para marchar a Chile,
pero llegaron órdenes de la Corte para unirlas a otro contingente que se quería
enviar a las islas Filipinas, donde los españoles tenían problemas con los
ataques de piratas holandeses. Esta expedición quedó también suspendida, y
entonces se dispuso que fuese destinada al servicio de la flota real. Pedro
Cortés renovó sus gestiones para que esas tropas fueran enviadas a Chile, pero
no pudo conseguirlo. El Rey, sin embargo, quiso agradecerle (pequeño consuelo)
al viejo soldado de las guerras de Chile sus dilatados servicios y la rectitud
de su carácter. En una real cédula, Felipe III reconocía que Pedro Cortés había
peleado con valentía y lealtad ciento diecinueve combates, y mandaba que los
tesoreros de Chile le pagaran dos mil pesos anuales por el resto de sus días.
Este premio concedido a un hombre que entonces contaba ochenta y un años, no supuso
grandes sacrificios al soberano, pues Pedro Cortés falleció pocos meses más tarde
en Panamá, en 1617, cuando regresaba a Chile".
Pero no nos olvidemos de los piratas o
corsarios. Eran otra de las pesadillas de los españoles de Chile, compartida
por el resto de los territorios de las Indias, aunque sus actuaciones se producían
de forma espaciada. En Chile, el problema era más desquiciante, ya que tenían
tormento de sobra con los mapuches. El año 1613, unos dos antes de lo que ahora
estamos contando, se tuvo noticia de que barcos piratas iban a partir de
Holanda hacia Las Molucas, pasando por el Estrecho de Magallanes, y
aprovechando de paso para saquear en la costa del Pacífico. Partieron en seis
naves el año 1614, yendo al mando Jorge Spilberg (Joris Van Spilberguen),
famoso por sus correrías en los mares de Asia entre 1601 y 1604, y nacido en
Amberes en 1568 (curiosamente, cuando murió el año 1620 en su propia tierra,
estaba arruinado). Era un tipo curioso, pirata pero refinado: tenía habilidades
de diplomático, llevaba muebles elegantes en su barco, tenía paladar de experto
gastrónomo y, en sus banquetes, sonaba una orquesta acompañada por un coro de
marineros lujosamente uniformados. En marzo
del año 1615, los piratas llegaron al Estrecho de Magallanes, y las
dificultades meteorológicas crearon malestar entre los marineros: "Algunos
querían invernar en uno de los puertos de la Patagonia o dirigirse a La India
por el cabo de Buena Esperanza. Spilberg, sin embargo, se mantuvo firme, y les
dijo a sus oficiales que la orden recibida era la de pasar el estrecho, por lo
que él no podía ofrecerles otro camino, y les ordenó que hicieran lo posible
para que no se separaran las naves. En consecuencia, la escuadrilla penetró en
el estrecho antes de fines de marzo, y, tras superar diestramente las dificultades
de navegación en aquellos canales, ya estaba reunida el 16 de abril en la bahía
de Cordes. No obstante, una de ellas, en que se iniciaron varias revueltas, se
había apartado de la flota aprovechándose de la oscuridad, y dio la vuelta hacia
Europa.
(Imagen) La llegada de piratas holandeses a
Chile va a coincidir con la del nuevo virrey a Perú. Se trataba de FRANCISCO DE
BORJA Y ARAGÓN, nacido en año 1581 a bordo de un barco que navegaba por el mar
Tirreno (costa italiana). Era hijo de Juan de Borja y Castro, hombre con un
currículo de muy alto nivel (y fallecido en 1606 por una caída accidental),
cuyo padre era, curiosamente, San Francisco de Borja (bisnieto del turbulento
papa Alejandro VI). El luego santo, se había casado con Leonor de Castro el año
1529. Ella era íntima amiga de la emperatriz Isabel de Portugal, esposa de
Carlos V. Es muy sabido que este Francisco de Borja presidía el cortejo que
trasladaba en 1539 el cadáver de Isabel, y, horrorizado al ver sus restos
cuando se abrió el féretro, tuvo una profunda crisis religiosa, pero carece de
base la hipótesis de que estuviera enamorado de ella. Fue en 1546, tras morir
su mujer, Leonor de Castro, cuando el futuro santo ingresó como jesuita en la
llamada Compañía de Jesús, y, en 1554, dos años antes de morir San Ignacio de
Loyola, fue nombrado Padre General de la orden. Por todo ello, es de suponer
que el nuevo virrey de Perú tuviera un gran aprecio a los jesuitas, lo que iba
a ser un inconveniente para los muchos españoles que ansiaban la eliminación de
la norma que exigía la aplicación de una utópica 'guerra defensiva' contra los
mapuches. Como su santo bisabuelo, el virrey fue multifacético, brillante militar y hombre muy culto, con
creatividad literaria. El Rey lo nombró caballero de la Orden de Montesa y de
la Orden de Santiago, y, de su difunta mujer, Ana de Borja y Aragón, heredó el título
de Príncipe de Esquilache. Nombrado Virrey de Perú el año 1614, partió con un
impresionante séquito de 174 personas, y llegó a Lima en diciembre de 1615,
tocándole de inmediato vérselas con el pirata holandés Jorge Spilberg, ya que
estuvo a punto de atacarlo antes de desembarcar. Ese susto le sirvió para tomar
conciencia de la gravedad del problema, y creó una poderosa flota dedicada a
defender la costa de otros posibles ataques piratas. Fue un buen protector de
los nativos contra los abusos habituales, y, con mentalidad jesuítica, creó en
Lima un colegio para estudiantes de la nobleza inca, y, en el Cuzco, otros dos,
llamados San Francisco de Borja (por entonces, solo beatificado) y San
Bernardo, dedicados a la enseñanza de hijos de caciques y de españoles
respectivamente. Sin embargo, al dejar su puesto el año 1621, fue sometido en
España a un juicio por apropiaciones indebidas, y condenado al pago de
numerosas sanciones. Por entonces, dedicó su tiempo a las actividades
literarias y artísticas, viviendo en Madrid, donde, ya muy longevo, FRANCISCO
DE BORJA Y ARAGÓN falleció el día 26 de septiembre de 1658.
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