jueves, 9 de junio de 2022

(1745) El padre Valdivia seguía exigiendo el sistema de ‘guerra defensiva’, y afirmaba que no fue la causa de la muerte de los tres jesuitas. También se empeñaba en prohibir (con más razón, pero poco realista) el servicio de los indios a los españoles.

 

     (1345) El jesuita Luis de Valdivia y sus compañeros religiosos no iban a ceder en su defensa del mantenimiento de la suave 'guerra defensiva': "El padre Valdivia estaba obligado a explicarle al Rey las causas del mal resultado de sus trabajos y de la guerra defensiva. En sus comunicaciones, y en las cartas que escribían los otros jesuitas, atribuían el origen de todos los contratiempos a la fuga de las mujeres del cacique Anganamón (huidas adonde los españoles). Este caudillo, decían, estaba dispuesto a dar la paz pero, después de ese incidente, se había enfurecido, y se convirtió en el más encarnizado enemigo de los españoles. Los cronistas de la orden de los jesuitas, repitiendo estas mismas explicaciones, han convertido a Anganamón, que no era más que uno de tantos caciques rebeldes, en un soberano revestido de una gran autoridad entre los suyos. El gobernador Ribera, mirando las cosas con ojos más objetivos, las explicaba de muy distinta manera. 'Podrá ser que hayan informado a Vuestra Majestad -escribía con este motivo- que el no haber querido entregar las mujeres de Anganamón tuvo que ver con que los indios matasen a los religiosos y no aceptasen la paz. Como dije a Vuestra Majestad, las mujeres de Anganamón, que son una española y una india, vinieron huidas al fuerte de Paicaví. Fue algunos días después de esto cuando llegaron al territorio indio y los mataron, y es cosa evidente que, si dependiera solamente de Anganamón su muerte, se llegara a una paz para entregar a sus mujeres a cambio de ellos. Pero, como era trato general de todos los indios el matarlos, no podría Anganamón hacer menos que consentirlo. Y se sabe que los indios de guerra habían decidido coger allá a los jesuitas para matarlos ya antes de que las mujeres huyesen'. Tal era también la opinión que acerca del desenvolvimiento de estos sucesos se habían formado todos los capitanes del ejército".

     Pero los jesuitas se servían de explicaciones sobrenaturales para darle un sentido a aquella tragedia: "La muerte de los tres padres jesuitas el 14 de diciembre de 1612 había causado una profunda impresión en todo el reino. Se acusaba al padre Valdivia de haberlos sacrificado temerariamente por no querer oír los consejos de los hombres más experimentados. Mientras tanto, el mismo padre Valdivia y los otros jesuitas querían revestir la muerte de esos padres de un carácter sobrenatural, presentándola como un glorioso martirio sufrido por la causa de la fe. Se decía que el padre Horacio Vechi había dicho muchas veces 'que no se convertirían aquellos gentiles hasta que se regase aquella tierra con sangre de mártires, y que él deseaba ser el primero, y que el padre Aranda había profetizado su muerte'. Se hicieron también muchas alusiones a señales que daban pruebas de que sus almas habían alcanzado la gloria. La población española que entonces había en Chile estaba inclinada a dejarse dominar por este género de piadosas invenciones. Pero, en esta ocasión, aunque sintiendo vivamente la muerte de aquellos religiosos, todos recibieron con desconfianza y hasta con burla aquellos pretendidos milagros, y, a pesar de las penas decretadas por el Gobernador contra los que se atrevieran a censurar las medidas que tomaba el padre Valdivia para organizar la guerra defensiva, el descontento público se hacía sentir por todas partes sin que nada pudiera contener sus manifestaciones".

 

     (Imagen) La muerte de los tres jesuitas a manos de los mapuches pone en evidencia el instinto sanguinario de estos indios, ya que sabían de sobra que eran inofensivos, y también la ingenuidad y terquedad del padre Valdivia imponiendo el sistema de guerra exclusivamente defensiva. Los españoles no le soportaban por eso y por otra imposición suya, también derivada de su  deseo de proteger a otros indios, los pacíficos: "Los encomenderos se habían resistido siempre a la orden del Rey que  les prohibía tener a su servicio indios para sus labranzas, ya que les resultaría ruinosa, y hasta entonces habían conseguido su aplazamiento, pero ahora parecía mucho más difícil dejar de darle cumplimiento. En virtud de las órdenes del Rey, el padre Valdivia en el obispado de Concepción, y el licenciado Hernando de Machado, fiscal de la Real Audiencia, en el de Santiago, habían visitado las encomiendas para preparar la puesta en marcha de esta reforma. Estos primeros trabajos produjeron una gran alteración entre todos los que temían perder sus bienes. Y, por ello, se creyó necesario recurrir al Rey para pedirle la cesación de la guerra defensiva y la suspensión o modificación de las ordenanzas relativas al servicio personal de los indígenas. Muchos capitanes, funcionarios y vecinos de prestigio escribieron memoriales para la Corte acerca de los inconvenientes de la guerra defensiva. Los cabildos formularon también extensas exposiciones de los hechos ocurridos en el último año, y acordaron que, con el carácter de apoderado suyo, fuera a Madrid a presentárselas al Rey un religioso de mucho prestigio, fray Pedro de Sosa, guardián del convento de San Francisco de Santiago. Se quería también que fuera con él el coronel Pedro Cortés de Monroy (en la imagen, el inicio de su largo expediente de méritos). Era éste el militar de más experiencia de la guerra de Chile, y, por la rectitud de su carácter y la importancia de sus servicios, gozaba de un alto prestigio en el país. Todo hacía creer que en la Corte sería recibido  con estimación, y que su testimonio sería decisivo en las resoluciones que tomase el gobierno del Rey. Pedro Cortés contaba entonces ochenta años (77 exactamente) de edad y había militado cincuenta y seis de ellos en Chile recorriendo todos los grados de la milicia, participando en ciento diecinueve combates. Aquellos dos comisionados, el padre Sosa y el coronel Cortés, se embarcaron en Valparaíso a fines de abril de 1613 para ir a gestionar en España la derogación de las ordenanzas y cédulas que tenían alarmados a los pobladores de Chile (relativas a los dos temas más preocupantes: el sistema de la guerra defensiva, y el temor a la ruina que traería el cese del servicio de los indios en la encomiendas de los españoles)".




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