(1345) El jesuita Luis de Valdivia y sus
compañeros religiosos no iban a ceder en su defensa del mantenimiento de la suave
'guerra defensiva': "El padre Valdivia estaba obligado a explicarle al Rey
las causas del mal resultado de sus trabajos y de la guerra defensiva. En sus
comunicaciones, y en las cartas que escribían los otros jesuitas, atribuían el
origen de todos los contratiempos a la fuga de las mujeres del cacique
Anganamón (huidas adonde los españoles). Este caudillo, decían, estaba
dispuesto a dar la paz pero, después de ese incidente, se había enfurecido, y
se convirtió en el más encarnizado enemigo de los españoles. Los cronistas de
la orden de los jesuitas, repitiendo estas mismas explicaciones, han convertido
a Anganamón, que no era más que uno de tantos caciques rebeldes, en un soberano
revestido de una gran autoridad entre los suyos. El gobernador Ribera, mirando
las cosas con ojos más objetivos, las explicaba de muy distinta manera. 'Podrá
ser que hayan informado a Vuestra Majestad -escribía con este motivo- que el no
haber querido entregar las mujeres de Anganamón tuvo que ver con que los indios
matasen a los religiosos y no aceptasen la paz. Como dije a Vuestra Majestad,
las mujeres de Anganamón, que son una española y una india, vinieron huidas al
fuerte de Paicaví. Fue algunos días después de esto cuando llegaron al
territorio indio y los mataron, y es cosa evidente que, si dependiera solamente
de Anganamón su muerte, se llegara a una paz para entregar a sus mujeres a
cambio de ellos. Pero, como era trato general de todos los indios el matarlos,
no podría Anganamón hacer menos que consentirlo. Y se sabe que los indios de
guerra habían decidido coger allá a los jesuitas para matarlos ya antes de que
las mujeres huyesen'. Tal era también la opinión que acerca del
desenvolvimiento de estos sucesos se habían formado todos los capitanes del
ejército".
Pero los jesuitas se servían de explicaciones
sobrenaturales para darle un sentido a aquella tragedia: "La muerte de los
tres padres jesuitas el 14 de diciembre de 1612 había causado una profunda
impresión en todo el reino. Se acusaba al padre Valdivia de haberlos
sacrificado temerariamente por no querer oír los consejos de los hombres más
experimentados. Mientras tanto, el mismo padre Valdivia y los otros jesuitas
querían revestir la muerte de esos padres de un carácter sobrenatural,
presentándola como un glorioso martirio sufrido por la causa de la fe. Se decía
que el padre Horacio Vechi había dicho muchas veces 'que no se convertirían
aquellos gentiles hasta que se regase aquella tierra con sangre de mártires, y
que él deseaba ser el primero, y que el padre Aranda había profetizado su
muerte'. Se hicieron también muchas alusiones a señales que daban pruebas de
que sus almas habían alcanzado la gloria. La población española que entonces
había en Chile estaba inclinada a dejarse dominar por este género de piadosas
invenciones. Pero, en esta ocasión, aunque sintiendo vivamente la muerte de
aquellos religiosos, todos recibieron con desconfianza y hasta con burla
aquellos pretendidos milagros, y, a pesar de las penas decretadas por el
Gobernador contra los que se atrevieran a censurar las medidas que tomaba el
padre Valdivia para organizar la guerra defensiva, el descontento público se
hacía sentir por todas partes sin que nada pudiera contener sus
manifestaciones".
(Imagen) La muerte de los tres jesuitas a
manos de los mapuches pone en evidencia el instinto sanguinario de estos indios,
ya que sabían de sobra que eran inofensivos, y también la ingenuidad y
terquedad del padre Valdivia imponiendo el sistema de guerra exclusivamente
defensiva. Los españoles no le soportaban por eso y por otra imposición suya,
también derivada de su deseo de proteger
a otros indios, los pacíficos: "Los encomenderos se habían resistido
siempre a la orden del Rey que les
prohibía tener a su servicio indios para sus labranzas, ya que les resultaría
ruinosa, y hasta entonces habían conseguido su aplazamiento, pero ahora parecía
mucho más difícil dejar de darle cumplimiento. En virtud de las órdenes del Rey,
el padre Valdivia en el obispado de Concepción, y el licenciado Hernando de
Machado, fiscal de la Real Audiencia, en el de Santiago, habían visitado las
encomiendas para preparar la puesta en marcha de esta reforma. Estos primeros
trabajos produjeron una gran alteración entre todos los que temían perder sus
bienes. Y, por ello, se creyó necesario recurrir al Rey para pedirle la
cesación de la guerra defensiva y la suspensión o modificación de las
ordenanzas relativas al servicio personal de los indígenas. Muchos capitanes,
funcionarios y vecinos de prestigio escribieron memoriales para la Corte acerca
de los inconvenientes de la guerra defensiva. Los cabildos formularon también
extensas exposiciones de los hechos ocurridos en el último año, y acordaron
que, con el carácter de apoderado suyo, fuera a Madrid a presentárselas al Rey un
religioso de mucho prestigio, fray Pedro de Sosa, guardián del convento de San
Francisco de Santiago. Se quería también que fuera con él el coronel Pedro
Cortés de Monroy (en la imagen, el inicio de su largo expediente de méritos).
Era éste el militar de más experiencia de la guerra de Chile, y, por la
rectitud de su carácter y la importancia de sus servicios, gozaba de un alto
prestigio en el país. Todo hacía creer que en la Corte sería recibido con estimación, y que su testimonio sería
decisivo en las resoluciones que tomase el gobierno del Rey. Pedro Cortés contaba
entonces ochenta años (77 exactamente) de edad y había militado
cincuenta y seis de ellos en Chile recorriendo todos los grados de la milicia,
participando en ciento diecinueve combates. Aquellos dos comisionados, el padre
Sosa y el coronel Cortés, se embarcaron en Valparaíso a fines de abril de 1613
para ir a gestionar en España la derogación de las ordenanzas y cédulas que
tenían alarmados a los pobladores de Chile (relativas a los dos temas más
preocupantes: el sistema de la guerra defensiva, y el temor a la ruina que
traería el cese del servicio de los indios en la encomiendas de los españoles)".
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