lunes, 20 de junio de 2022

(1754) No había manera de suprimir el equivocado sistema de ‘guerra defensiva’ contra los mapuches. El Rey seguía exigiéndolo. Va a morir uno de los mejores gobernadores de Chile: ALONSO DE RIBERA. Honor y gloria.

 

     (1354) Tras haber huido los mapuches del acoso del gobernador Alonso de Ribera, volvieron al ataque en gran masa y capitaneados por el temible y carismático cacique Pelantaro: "El maestre de campo Ginés de Lillo, que se hallaba de vuelta de su última expedición, les salió al encuentro y, aunque perdió seis hombres, logró dispersar al enemigo, matando algunos indios y tomando veinticinco prisioneros. Uno de ellos era Pelantaro, y, como se conocía su valer y su prestigio entre los bárbaros, el Gobernador mandó que se le retuviera perpetuamente vigilado. Los enemigos canjearon algunos de los suyos por los españoles que tenían cautivos, pero Pelantaro no recobró su libertad sino mucho tiempo después, cuando ya había muerto el gobernador Ribera". (Recordemos que Pelantaro se había convertido en un gran líder indiscutible cuando con sus mapuches mató en Curalaba al gobernador Martín García Óñez de Loyola y a la mayoría de sus hombres. Tras capturar ahora Ginés de Lillo a Pelantaro, estuvo preso un año y medio, hasta la muerte del gobernador Ribera, cuyo sustituto interino, Fernando de Talaverano Gallegos, partidario del método de la 'guerra defensiva', cometió el ingenuo error de liberarlo en un  vano intento de lograr la paz con los mapuches).

     Por entonces, el gobernador Ribera, que se comunicaba con el Rey a menudo, le insistía una y otra vez en la necesidad de más soldados enviados desde España, y  en tratar de convencerlo de que suprimiera la obligación de aplicarles a los mapuches el más que demostrado inútil sistema de la 'guerra defensiva'. Pero el padre Valdivia seguía con su su terca postura de 'mimarlos' y evangelizarlos con suaves palabras: "El Rey, que recibía estos informes contradictorios, había zanjado ya este asunto pronunciándose abiertamente a favor del padre Valdivia a principios de 1616, como ya vimos. Un año más tarde llegaron a Chile otras órdenes del Rey más tajantes todavía, y que reforzaban considerablemente la autoridad  del padre Luis de Valdivia. En resumen, al Gobernador le correspondía 'defender la frontera y gobernar el reino,  y, al padre Valdivia y a los religiosos de la Compañía de Jesús, el negociar con los indios de guerra y manifestarles siempre la voluntad del Rey e interceder’. Lo cual deja claro que el padre Valdivia había ganado totalmente el litigio que desde cuatro años antes sostenía con el gobernador de Chile. Aquella resolución soberana llegaba, además, reforzada por las órdenes del virrey de Perú. En diciembre de 1615 había tomado el gobierno de este virreinato Don Francisco de Borja, Príncipe de Esquilache. El cual, como profesaba a los jesuitas una veneración que podría llamarse hereditaria y de familia (recordemos que descendía del jesuita San Francisco de Borja), no quería oír los informes que les eran desfavorables, y acabó por pronunciarse resueltamente por el plan del padre Valdivia, y por prestarle una decidida cooperación. Se ha contado que Alonso de Ribera no pudo soportar este rudo golpe que lo abatía y humillaba ante sus adversarios y ante todos los pobladores de Chile, pero, de hecho, la orden del Rey llegó después de su fallecimiento".

 

     (Imagen) El excelente Gobernador de Chile que fue ALONSO DE RIBERA, rondando los sesenta años estaba ya muy 'cascado' por toda una vida de batallas continuas (iniciadas en Europa), y con secuelas muy dolorosas de gran cantidad de heridas: "Bajo el segundo período de su mando, casi no se había movido de Concepción, nunca iba a Santiago, y apenas salía de aquella ciudad para atender las necesidades más urgentes de la guerra. Montaba a caballo pocas veces, y haciendo un gran esfuerzo. En el invierno de 1616 sus males arreciaron considerablemente. Fuertes dolores reumáticos le impidieron el uso del brazo derecho, de tal suerte que, no pudiendo firmar con su mano, fue necesario fabricar una estampilla para sellar sus provisiones. En ese estado, sin embargo, seguía atendiendo todos los negocios administrativos. El 1º de marzo de 1617 dictó en Concepción una extensa carta en la que, por primera vez, le habló al Rey del estado desastroso de su salud. 'Sírvase Vuestra Majestad, le decía, proveer persona de agilidad que pueda sobrellevar los trabajos de la guerra, porque mi edad y la poca salud con que me hallo me tienen impedido de poder acudir a ella. Suplico a Vuestra Majestad que me haga la merced que hubiere lugar para que, conforme a mi calidad, pueda pasar lo que me resta de vida con algún descanso y dejárselo a mi mujer e hijos'. En aquella carta, vuelve a hablar de estos asuntos con la convicción profunda de que el sistema de la 'guerra defensiva' planteado por el padre Valdivia conducía a la ruina del país. Después de escrita esta carta, las dolencias de Ribera se agravaron extraordinariamente. Conociendo que se acercaba su fin, el 9 de marzo nombró al licenciado Fernando de Talaverano Gallegos sucesor interino suyo en el gobierno de Chile. Pocas horas después, Alonso de Ribera falleció en Concepción (la imagen muestra la ciudad actual) en medio de las lágrimas de su familia y de sus capitanes. La muerte del gobernador Ribera produjo una pesadumbre general en todo el reino de Chile. Cualesquiera que fuesen sus defectos y la impetuosidad de carácter, se le reconocían grandes dotes administrativas, un notable desprendimiento y distinguidos talentos militares. Alonso de Ribera, después de haber empleado su vida entera en el servicio del Rey y de haberse distinguido por altos hechos militares en Europa y en América, moría pobre y dejaba a su familia en una situación próxima a la miseria. Su viuda, doña Inés de Córdoba y Aguilera, recurrió al Rey para obtener como premio, por los servicios de Ribera, la ayuda que necesitaba para ella y para sus hijos, pero solo hay constancia de que el Rey le había concedido al gobernador de Chile ALONSO DE RIBERA el Hábito de la Orden de Santiago".




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